Capítulo 1—Señorita Dávila, ¿está completamente segura de querer cancelar toda su identidad? Si procede con la eliminación del registro civil, técnicamente dejará de existir en este país. Nadie podrá encontrarla.La voz del empleado resonaba en el auricular mientras Violeta, sentada en la penumbra de su sala, no podía evitar dirigir su mirada hacia la puerta principal. El vacío del marco parecía burlarse de su soledad.La última chispa de esperanza en sus ojos se extinguió como una vela en medio de una tormenta.—Ding dong—El reloj de pared marcó la medianoche con su canto solemne, testigo mudo de otra promesa rota.Un dolor agudo, mezclado con una amargura indescriptible, se extendió por el pecho de Violeta como tinta negra en agua clara. Federico no había regresado... otra vez.—¿Señorita Dávila? ¿Sigue ahí? —insistió el empleado ante su silencio.Violeta parpadeó, volviendo a la realidad. Su mirada recorrió la mesa del comedor, donde la cena que había preparado durante toda la tarde se enfriaba sin ser tocada. El pastel de aniversario, fruto de incontables intentos por perfeccionar la receta, permanecía intacto como un monumento a sus ilusiones muertas."Ya todo está frío", pensó, "igual que mi corazón."Con una mezcla de autodesprecio y determinación férrea en su mirada, Violeta respondió con una voz que no parecía la suya:—Sí, estoy completamente segura. Quiero cancelar toda mi identidad, incluyendo el registro civil. Necesito desaparecer sin dejar rastro."¡Especialmente de ti, Federico!"—Entiendo, señorita Dávila —respondió el empleado, ocultando su sorpresa tras un tono profesional—. El proceso tomará aproximadamente quince días. Le pedimos paciencia durante la espera, y nos comunicaremos con usted si surge cualquier inconveniente.Después de colgar, Violeta abrió la aplicación de su aerolínea preferida y, con dedos temblorosos, compró un boleto a Londres para dentro de quince días.Al terminar estas gestiones, sintió como si toda su energía vital hubiera sido drenada, dejando solo un cascarón vacío donde antes hubo una mujer llena de esperanza y amor.La pantalla de su celular se oscureció, reflejando como un espejo cruel su rostro demacrado. Sus ojos, antes brillantes y llenos de vida, ahora parecían dos pozos sin fondo."Qué patético", pensó. "Qué forma tan miserable de existir.""Ya no solo detesto a Federico... me detesto a mí misma por permitir que esto sucediera.""¿Qué me dejó este matrimonio además de cicatrices?"Se levantó como una autómata y arrastró sus pasos hacia la sala. La televisión seguía encendida, transmitiendo un reportaje sobre el collar que el Grupo Sandoval, bajo la dirección de Federico, le había regalado la semana anterior.—"La Única" —pronunciaba el presentador con entusiasmo—. Ese es el nombre que el señor Sandoval eligió para la joya de la señorita Dávila, simbolizando que ella es su vida entera, ¡su única!—Creo que en este mundo no existe nadie que ame a la señorita Dávila más que el señor Sandoval —comentaba un transeúnte con emoción.Las voces continuaban, relatando la historia de amor que todo el país conocía: cómo la señorita Dávila, famosa por su férrea defensa del celibato, solo había cedido ante el amor después de cien propuestas de matrimonio.—Además —agregaba otro entrevistado—, el señor Sandoval, sabiendo cuánto ama la señorita Dávila las frutas, plantó personalmente un viñedo para ella. Y durante aquel terrible accidente, fue él quien se interpuso para protegerla con su propio cuerpo. ¡Es un verdadero guerrero del amor puro!Una risa amarga, casi un sollozo, escapó de los labios de Violeta mientras contemplaba estas escenas. Si ese era el tipo de amor que Federico tenía para ofrecer, prefería vivir sin él.Su celular vibró con la llegada de un mensaje de WhatsApp. Era de Sofía Romero.Al leer el contenido, el rostro de Violeta perdió todo color, y un temblor incontrolable se apoderó de su cuerpo.[Parece que gané esta pequeña apuesta, querida. Y debo decir que tu marido es toda una fiera en la cama... sigue dormidito aquí conmigo. Ha de ser difícil para ti pasar tu aniversario solita, ¿no? ¿Quieres que lo despierte para que vaya contigo?]Lo que seguía era evidencia irrefutable de la traición.Violeta creyó que ya no le quedaban lágrimas por derramar, que su corazón estaba demasiado entumecido para sentir más dolor. Se equivocaba. Al ver las imágenes, sintió como si una mano estrujara su corazón mientras la furia y el dolor se mezclaban en un coctel venenoso que amenazaba con destruir los últimos vestigios de su cordura."Las fotos pueden manipularse", se había dicho antes, "pero esto...""¡Sofía! ¡Ella es la amante que Federico ha estado manteniendo!"Un mes atrás, mientras Federico estaba supuestamente en un viaje de negocios, había recibido un paquete anónimo. Su contenido había sido el primer golpe a su matrimonio perfecto: fotografías comprometedoras de Federico con una mujer de rostro oculto, además de evidencia física… condones usados de sus encuentros.[Ay Violeta... ¿no que tu Federico te amaba tanto? Porque nomás me ve y se le olvida hasta tu nombre. Anda como perrito tras de mí. Todo esto lo usó conmigo... Mejor hazte a un lado si sabes lo que te conviene. ¿Quién te manda no dejarlo tocarte?]En aquel momento, se había negado a creer que Federico pudiera traicionarla así. Convencida de que las fotos eran un montaje malicioso, había contratado a un detective privado para seguirlo.Durante todo ese mes, Federico mantuvo una rutina impecable, sin despertar sospechas. Sus días transcurrían entre juntas directivas y compromisos empresariales, tan predecibles como las manecillas de un reloj. El único momento que rompió ese patrón fue hace tres días, cuando entregó un reconocimiento a Sofía Romero en una ceremonia corporativa. No era para menos: ella se había convertido en la nueva joya del Grupo Sandoval, nutrida con inversiones millonarias y respaldada por el peso completo de la corporación.La duda comenzaba a germinar en la mente de Violeta, como una flor venenosa. ¿Serían falsas aquellas fotografías después de todo? Pero justo cuando esa esperanza comenzaba a florecer, Sofía apareció en su WhatsApp como una serpiente entre la hierba, retándola a apostar sobre dónde pasaría Federico la noche de su aniversario."¿Y si todo es un malentendido? Tal vez Sofía solo está jugando conmigo... Después de todo, lo nuestro con Federico siempre ha sido diferente, especial."Las campanadas del reloj resonaron en la quietud de la noche como martillazos sobre su corazón, marcando el fin de su aniversario. Federico no había vuelto. Estaba con Sofía. La apuesta estaba perdida.Ahora todo encajaba como piezas de un rompecabezas macabro. Hace seis meses, cuando Federico insistió en que dejara su trabajo, argumentando que no soportaba las miradas de otros hombres sobre ella, no era más que una cortina de humo. Su verdadera intención era mantenerla lejos del corporativo, donde Sofía acababa de ser contratada. Y ella, ciega de amor, había caído en la trampa como una ingenua mariposa en una telaraña.El amor, reflexionó con amargura, es como un contrato no escrito que depende únicamente de la honestidad de quien lo firma. Desde el momento en que Federico decidió estar con Sofía, había invalidado cualquier promesa de amor eterno.Con manos firmes pero el corazón desangrándose, Violeta tomó el acuerdo de divorcio. Su firma fluyó sobre el papel como lágrimas negras, sellando el final de su historia. Lo guardó en una caja de regalo, sentándose después en la orilla de la cama mientras los recuerdos la asaltaban sin piedad.—Violeta, sé que no crees en el amor por lo que pasó con tus padres, pero yo soy diferente. Te quiero con todo mi corazón, te amo, te adoro. Eres mi todo, conmigo tienes un hogar.—Violeta, gracias por aceptar casarte conmigo, por ser mi esposa. Yo, Federico Sandoval, amaré a Violeta toda mi vida.Un nudo de hierro le aprisionó la garganta mientras las lágrimas comenzaban su descenso silencioso por sus mejillas."Ya deberías saberlo, Violeta... la gente siempre termina yéndose. Siempre te dejan sola."La noche se deslizó como arena entre sus dedos, y solo cuando el alba comenzaba a teñir el horizonte, el agotamiento finalmente la venció....Un peso hundiendo el colchón la arrancó de su débil sopor. Antes de que pudiera reaccionar, unos brazos familiares la envolvieron como una jaula de terciopelo.—Mi amor, perdóname —la voz grave de Federico vibró contra su piel—. Me quedé atrapado en la cámara de comercio recogiendo "La Única". Apenas pude resolver todo. ¿Me perdonas por perderme nuestro primer aniversario?Al levantar la mirada, Violeta se encontró con aquellos ojos que tantas veces la habían hipnotizado. El rostro de Federico irradiaba amor, o al menos una perfecta imitación del mismo.—Mira, esto es "La Única". Déjame ponértelo.El estómago de Violeta se retorció cuando notó las marcas en el cuello de Federico, el rastro carmesí de labial y ese aroma dulzón que no le pertenecía. ¿Asuntos en la cámara de comercio? La mentira era tan transparente como el aire que ahora le faltaba en los pulmones."¡Maldito cínico!", rugió su mente mientras él, absorto en su tarea, ajustaba el collar alrededor de su cuello como quien coloca una corona a su reina.—Te ves hermosa, Violeta —murmuró con satisfacción—. ¿No merezco una pequeña recompensa?Federico inclinó su rostro hacia ella, sus intenciones tan claras como el cristal. La furia burbujeó en el pecho de Violeta mientras observaba a este hombre que ahora le parecía un extraño. ¿Cómo se atrevía a buscar sus labios cuando aún llevaba el perfume de otra mujer?Con un movimiento brusco, tomó la caja de regalo de la mesa y la empujó contra su pecho.—Toma, es para ti.—¿Un regalo de aniversario? —sus ojos brillaron con curiosidad infantil mientras sus dedos jugaban con el listón.—¡No! —Violeta sujetó su muñeca con más fuerza de la necesaria—. Ábrelo en quince días.Una sonrisa indulgente curvó los labios de Federico.—Si eso es lo que mi princesa quiere, esperaré dos semanas —guardó la caja en la caja fuerte con ceremoniosa delicadeza antes de volver a tomar su mano—. Ahora, vamos al parque de diversiones. Tengo que compensarte por lo de anoche.Violeta estaba a punto de negarse cuando él agregó con voz aterciopelada:—¿O prefieres que te lleve cargando? Sabes que nada me haría más feliz.El color abandonó el rostro de Violeta como una marea que retrocede ante la tormenta. Sus labios temblaron ligeramente mientras respondía:—¡No, así está bien! —Se apresuró a decir, dando un paso atrás instintivamente.Conocía demasiado bien a Federico. No era una amenaza vacía; él sería perfectamente capaz de cargarla en brazos frente a todo el mundo sin el menor reparo. El simple pensamiento de sentir sus manos sobre ella, esas mismas manos que habían... No. No podía permitir que la tocara.La retrocedió otros dos pasos, manteniendo una distancia segura. Una sombra de decepción cruzó el atractivo rostro de Federico, quien interpretó su reacción como un reproche por lo del día anterior.—Está bien, te espero abajo —concedió con voz suave, como quien le habla a un animal asustadizo.En cuanto la puerta se cerró tras él, Violeta apretó los puños con tanta fuerza que sus dedos se anudaron. Sus ojos, antes temerosos, ahora brillaban con determinación férrea."Solo dos semanas más", se dijo a sí misma. "Aguanta quince días hasta que todo quede cancelado y puedas irte. No puede haber ni el más mínimo error hasta entonces."La realidad de su situación pesaba sobre ella como una losa. En La Florena, si Federico decidía retenerla, no habría escape posible. No con su influencia, no con su poder.Tomó una respiración profunda, intentando calmar los latidos erráticos de su corazón. Se vistió mecánicamente, como si su cuerpo actuara por cuenta propia, y se dirigió hacia la salida. Sin embargo, antes de alcanzar la sala de estar, una voz familiar la detuvo en seco.—No me molestes, hoy no tengo tiempo para ti —La voz de Federico, baja y aterciopelada, se deslizó por el aire como mercurio líquido.—Ay, Fede... —Una voz femenina, dulzona y con un dejo de reproche, respondió desde el otro lado de la línea—. Anoche me prometiste que hoy sería todo mío.Violeta se congeló. Un temblor incontrolable se apoderó de su cuerpo, como si cada músculo quisiera huir en una dirección diferente. El calor abandonó su rostro tan rápido que sintió mareo. Ahí estaba él, de pie en la sala, destrozando los últimos vestigios de su corazón con cada palabra.A pesar de que ya conocía sus traiciones, escucharlo así, en vivo, era como recibir un puñal directamente en el pecho. Una cosa era saber, otra muy distinta era presenciar.—Ya basta —La voz de Federico mantuvo su cadencia hipnótica, pero sus ojos se volvieron afilados como el acero—. ¿No es suficiente con lo que te di esta mañana?Sofía, percibiendo el filo en su voz, cambió su tono inmediatamente:—Ya, ya, ¡eres un amor, Fede! Te quiero muchísimo —canturreó con dulzura calculada. Conocía perfectamente los límites de Federico; presionar más allá significaría perderlo todo.La llamada terminó con un clic seco.Violeta retrocedió torpemente, refugiándose en las sombras del pasillo. Su visión se nubló, como si una neblina espesa hubiera descendido sobre sus ojos. El tiempo pareció estirarse como chicle, cada segundo una eternidad de dolor.Cuando finalmente logró recomponerse lo suficiente para salir, Federico inmediatamente tomó su mano. Sus ojos se entrecerraron con preocupación al notar su palidez.—Violeta, ¿te sientes mal? Estás más pálida que una hoja de papel —murmuró, alzando una mano hacia su frente.Ella apartó el rostro como si su tacto quemara:—Estoy bien.Federico interpretó su rechazo como un reproche por la noche anterior. Dejó escapar un suspiro suave:—Mi amor, te juro que no volveré a faltar a nuestros aniversarios. Fue una estupidez, no se repetirá.Violeta clavó sus ojos en él. Una sonrisa extraña, casi surreal, se dibujó en sus labios.—¿Y si sigues traicionándome? ¿Si continúas engañándome y al final decides botarme? ¿Qué haríamos entonces? —Su voz sonaba distante, como si viniera de otro lugar, de otro tiempo.Federico se detuvo un instante. Algo en los ojos vacíos de Violeta le provocó una sensación incómoda en el estómago, como si ella supiera... No, imposible. Se recuperó rápidamente, su voz teñida de indiferencia estudiada:—Pues agarra un cuchillo y mátame, pero jamás me dejes —declaró con naturalidad—. Aunque es un caso hipotético, porque yo nunca haría algo así.—Mi vida, tú sabes cuánto te amo, ¿cómo podría dejarte? —continuó—. Es más probable que tú me dejes a mí.La miró entonces con esa intensidad obsesiva que ella conocía tan bien:—Violeta, eres mía para siempre. A donde vayas, ahí estaré yo. Mis cien propuestas de matrimonio deberían haberte dejado clara mi determinación.Violeta guardó silencio. Por supuesto que conocía su determinación; era precisamente por eso que necesitaba cancelar su identidad para poder dejarlo. Con la personalidad posesiva de Federico, una simple separación nunca sería suficiente.Federico apretó su mano con suavidad, sonriendo como si nada hubiera pasado:—Ya no pienses tanto, vamos a divertirnos al parque de atracciones.Capítulo 2—Señorita Dávila, ¿está completamente segura de querer cancelar toda su identidad? Si procede con la eliminación del registro civil, técnicamente dejará de existir en este país. Nadie podrá encontrarla.La voz del empleado resonaba en el auricular mientras Violeta, sentada en la penumbra de su sala, no podía evitar dirigir su mirada hacia la puerta principal. El vacío del marco parecía burlarse de su soledad.La última chispa de esperanza en sus ojos se extinguió como una vela en medio de una tormenta.—Ding dong—El reloj de pared marcó la medianoche con su canto solemne, testigo mudo de otra promesa rota.Un dolor agudo, mezclado con una amargura indescriptible, se extendió por el pecho de Violeta como tinta negra en agua clara. Federico no había regresado... otra vez.—¿Señorita Dávila? ¿Sigue ahí? —insistió el empleado ante su silencio.Violeta parpadeó, volviendo a la realidad. Su mirada recorrió la mesa del comedor, donde la cena que había preparado durante toda la tarde se enfriaba sin ser tocada. El pastel de aniversario, fruto de incontables intentos por perfeccionar la receta, permanecía intacto como un monumento a sus ilusiones muertas."Ya todo está frío", pensó, "igual que mi corazón."Con una mezcla de autodesprecio y determinación férrea en su mirada, Violeta respondió con una voz que no parecía la suya:—Sí, estoy completamente segura. Quiero cancelar toda mi identidad, incluyendo el registro civil. Necesito desaparecer sin dejar rastro."¡Especialmente de ti, Federico!"—Entiendo, señorita Dávila —respondió el empleado, ocultando su sorpresa tras un tono profesional—. El proceso tomará aproximadamente quince días. Le pedimos paciencia durante la espera, y nos comunicaremos con usted si surge cualquier inconveniente.Después de colgar, Violeta abrió la aplicación de su aerolínea preferida y, con dedos temblorosos, compró un boleto a Londres para dentro de quince días.Al terminar estas gestiones, sintió como si toda su energía vital hubiera sido drenada, dejando solo un cascarón vacío donde antes hubo una mujer llena de esperanza y amor.La pantalla de su celular se oscureció, reflejando como un espejo cruel su rostro demacrado. Sus ojos, antes brillantes y llenos de vida, ahora parecían dos pozos sin fondo."Qué patético", pensó. "Qué forma tan miserable de existir.""Ya no solo detesto a Federico... me detesto a mí misma por permitir que esto sucediera.""¿Qué me dejó este matrimonio además de cicatrices?"Se levantó como una autómata y arrastró sus pasos hacia la sala. La televisión seguía encendida, transmitiendo un reportaje sobre el collar que el Grupo Sandoval, bajo la dirección de Federico, le había regalado la semana anterior.—"La Única" —pronunciaba el presentador con entusiasmo—. Ese es el nombre que el señor Sandoval eligió para la joya de la señorita Dávila, simbolizando que ella es su vida entera, ¡su única!—Creo que en este mundo no existe nadie que ame a la señorita Dávila más que el señor Sandoval —comentaba un transeúnte con emoción.Las voces continuaban, relatando la historia de amor que todo el país conocía: cómo la señorita Dávila, famosa por su férrea defensa del celibato, solo había cedido ante el amor después de cien propuestas de matrimonio.—Además —agregaba otro entrevistado—, el señor Sandoval, sabiendo cuánto ama la señorita Dávila las frutas, plantó personalmente un viñedo para ella. Y durante aquel terrible accidente, fue él quien se interpuso para protegerla con su propio cuerpo. ¡Es un verdadero guerrero del amor puro!Una risa amarga, casi un sollozo, escapó de los labios de Violeta mientras contemplaba estas escenas. Si ese era el tipo de amor que Federico tenía para ofrecer, prefería vivir sin él.Su celular vibró con la llegada de un mensaje de WhatsApp. Era de Sofía Romero.Al leer el contenido, el rostro de Violeta perdió todo color, y un temblor incontrolable se apoderó de su cuerpo.[Parece que gané esta pequeña apuesta, querida. Y debo decir que tu marido es toda una fiera en la cama... sigue dormidito aquí conmigo. Ha de ser difícil para ti pasar tu aniversario solita, ¿no? ¿Quieres que lo despierte para que vaya contigo?]Lo que seguía era evidencia irrefutable de la traición.Violeta creyó que ya no le quedaban lágrimas por derramar, que su corazón estaba demasiado entumecido para sentir más dolor. Se equivocaba. Al ver las imágenes, sintió como si una mano estrujara su corazón mientras la furia y el dolor se mezclaban en un coctel venenoso que amenazaba con destruir los últimos vestigios de su cordura."Las fotos pueden manipularse", se había dicho antes, "pero esto...""¡Sofía! ¡Ella es la amante que Federico ha estado manteniendo!"Un mes atrás, mientras Federico estaba supuestamente en un viaje de negocios, había recibido un paquete anónimo. Su contenido había sido el primer golpe a su matrimonio perfecto: fotografías comprometedoras de Federico con una mujer de rostro oculto, además de evidencia física… condones usados de sus encuentros.[Ay Violeta... ¿no que tu Federico te amaba tanto? Porque nomás me ve y se le olvida hasta tu nombre. Anda como perrito tras de mí. Todo esto lo usó conmigo... Mejor hazte a un lado si sabes lo que te conviene. ¿Quién te manda no dejarlo tocarte?]En aquel momento, se había negado a creer que Federico pudiera traicionarla así. Convencida de que las fotos eran un montaje malicioso, había contratado a un detective privado para seguirlo.Durante todo ese mes, Federico mantuvo una rutina impecable, sin despertar sospechas. Sus días transcurrían entre juntas directivas y compromisos empresariales, tan predecibles como las manecillas de un reloj. El único momento que rompió ese patrón fue hace tres días, cuando entregó un reconocimiento a Sofía Romero en una ceremonia corporativa. No era para menos: ella se había convertido en la nueva joya del Grupo Sandoval, nutrida con inversiones millonarias y respaldada por el peso completo de la corporación.La duda comenzaba a germinar en la mente de Violeta, como una flor venenosa. ¿Serían falsas aquellas fotografías después de todo? Pero justo cuando esa esperanza comenzaba a florecer, Sofía apareció en su WhatsApp como una serpiente entre la hierba, retándola a apostar sobre dónde pasaría Federico la noche de su aniversario."¿Y si todo es un malentendido? Tal vez Sofía solo está jugando conmigo... Después de todo, lo nuestro con Federico siempre ha sido diferente, especial."Las campanadas del reloj resonaron en la quietud de la noche como martillazos sobre su corazón, marcando el fin de su aniversario. Federico no había vuelto. Estaba con Sofía. La apuesta estaba perdida.Ahora todo encajaba como piezas de un rompecabezas macabro. Hace seis meses, cuando Federico insistió en que dejara su trabajo, argumentando que no soportaba las miradas de otros hombres sobre ella, no era más que una cortina de humo. Su verdadera intención era mantenerla lejos del corporativo, donde Sofía acababa de ser contratada. Y ella, ciega de amor, había caído en la trampa como una ingenua mariposa en una telaraña.El amor, reflexionó con amargura, es como un contrato no escrito que depende únicamente de la honestidad de quien lo firma. Desde el momento en que Federico decidió estar con Sofía, había invalidado cualquier promesa de amor eterno.Con manos firmes pero el corazón desangrándose, Violeta tomó el acuerdo de divorcio. Su firma fluyó sobre el papel como lágrimas negras, sellando el final de su historia. Lo guardó en una caja de regalo, sentándose después en la orilla de la cama mientras los recuerdos la asaltaban sin piedad.—Violeta, sé que no crees en el amor por lo que pasó con tus padres, pero yo soy diferente. Te quiero con todo mi corazón, te amo, te adoro. Eres mi todo, conmigo tienes un hogar.—Violeta, gracias por aceptar casarte conmigo, por ser mi esposa. Yo, Federico Sandoval, amaré a Violeta toda mi vida.Un nudo de hierro le aprisionó la garganta mientras las lágrimas comenzaban su descenso silencioso por sus mejillas."Ya deberías saberlo, Violeta... la gente siempre termina yéndose. Siempre te dejan sola."La noche se deslizó como arena entre sus dedos, y solo cuando el alba comenzaba a teñir el horizonte, el agotamiento finalmente la venció....Un peso hundiendo el colchón la arrancó de su débil sopor. Antes de que pudiera reaccionar, unos brazos familiares la envolvieron como una jaula de terciopelo.—Mi amor, perdóname —la voz grave de Federico vibró contra su piel—. Me quedé atrapado en la cámara de comercio recogiendo "La Única". Apenas pude resolver todo. ¿Me perdonas por perderme nuestro primer aniversario?Al levantar la mirada, Violeta se encontró con aquellos ojos que tantas veces la habían hipnotizado. El rostro de Federico irradiaba amor, o al menos una perfecta imitación del mismo.—Mira, esto es "La Única". Déjame ponértelo.El estómago de Violeta se retorció cuando notó las marcas en el cuello de Federico, el rastro carmesí de labial y ese aroma dulzón que no le pertenecía. ¿Asuntos en la cámara de comercio? La mentira era tan transparente como el aire que ahora le faltaba en los pulmones."¡Maldito cínico!", rugió su mente mientras él, absorto en su tarea, ajustaba el collar alrededor de su cuello como quien coloca una corona a su reina.—Te ves hermosa, Violeta —murmuró con satisfacción—. ¿No merezco una pequeña recompensa?Federico inclinó su rostro hacia ella, sus intenciones tan claras como el cristal. La furia burbujeó en el pecho de Violeta mientras observaba a este hombre que ahora le parecía un extraño. ¿Cómo se atrevía a buscar sus labios cuando aún llevaba el perfume de otra mujer?Con un movimiento brusco, tomó la caja de regalo de la mesa y la empujó contra su pecho.—Toma, es para ti.—¿Un regalo de aniversario? —sus ojos brillaron con curiosidad infantil mientras sus dedos jugaban con el listón.—¡No! —Violeta sujetó su muñeca con más fuerza de la necesaria—. Ábrelo en quince días.Una sonrisa indulgente curvó los labios de Federico.—Si eso es lo que mi princesa quiere, esperaré dos semanas —guardó la caja en la caja fuerte con ceremoniosa delicadeza antes de volver a tomar su mano—. Ahora, vamos al parque de diversiones. Tengo que compensarte por lo de anoche.Violeta estaba a punto de negarse cuando él agregó con voz aterciopelada:—¿O prefieres que te lleve cargando? Sabes que nada me haría más feliz.El color abandonó el rostro de Violeta como una marea que retrocede ante la tormenta. Sus labios temblaron ligeramente mientras respondía:—¡No, así está bien! —Se apresuró a decir, dando un paso atrás instintivamente.Conocía demasiado bien a Federico. No era una amenaza vacía; él sería perfectamente capaz de cargarla en brazos frente a todo el mundo sin el menor reparo. El simple pensamiento de sentir sus manos sobre ella, esas mismas manos que habían... No. No podía permitir que la tocara.La retrocedió otros dos pasos, manteniendo una distancia segura. Una sombra de decepción cruzó el atractivo rostro de Federico, quien interpretó su reacción como un reproche por lo del día anterior.—Está bien, te espero abajo —concedió con voz suave, como quien le habla a un animal asustadizo.En cuanto la puerta se cerró tras él, Violeta apretó los puños con tanta fuerza que sus dedos se anudaron. Sus ojos, antes temerosos, ahora brillaban con determinación férrea."Solo dos semanas más", se dijo a sí misma. "Aguanta quince días hasta que todo quede cancelado y puedas irte. No puede haber ni el más mínimo error hasta entonces."La realidad de su situación pesaba sobre ella como una losa. En La Florena, si Federico decidía retenerla, no habría escape posible. No con su influencia, no con su poder.Tomó una respiración profunda, intentando calmar los latidos erráticos de su corazón. Se vistió mecánicamente, como si su cuerpo actuara por cuenta propia, y se dirigió hacia la salida. Sin embargo, antes de alcanzar la sala de estar, una voz familiar la detuvo en seco.—No me molestes, hoy no tengo tiempo para ti —La voz de Federico, baja y aterciopelada, se deslizó por el aire como mercurio líquido.—Ay, Fede... —Una voz femenina, dulzona y con un dejo de reproche, respondió desde el otro lado de la línea—. Anoche me prometiste que hoy sería todo mío.Violeta se congeló. Un temblor incontrolable se apoderó de su cuerpo, como si cada músculo quisiera huir en una dirección diferente. El calor abandonó su rostro tan rápido que sintió mareo. Ahí estaba él, de pie en la sala, destrozando los últimos vestigios de su corazón con cada palabra.A pesar de que ya conocía sus traiciones, escucharlo así, en vivo, era como recibir un puñal directamente en el pecho. Una cosa era saber, otra muy distinta era presenciar.—Ya basta —La voz de Federico mantuvo su cadencia hipnótica, pero sus ojos se volvieron afilados como el acero—. ¿No es suficiente con lo que te di esta mañana?Sofía, percibiendo el filo en su voz, cambió su tono inmediatamente:—Ya, ya, ¡eres un amor, Fede! Te quiero muchísimo —canturreó con dulzura calculada. Conocía perfectamente los límites de Federico; presionar más allá significaría perderlo todo.La llamada terminó con un clic seco.Violeta retrocedió torpemente, refugiándose en las sombras del pasillo. Su visión se nubló, como si una neblina espesa hubiera descendido sobre sus ojos. El tiempo pareció estirarse como chicle, cada segundo una eternidad de dolor.Cuando finalmente logró recomponerse lo suficiente para salir, Federico inmediatamente tomó su mano. Sus ojos se entrecerraron con preocupación al notar su palidez.—Violeta, ¿te sientes mal? Estás más pálida que una hoja de papel —murmuró, alzando una mano hacia su frente.Ella apartó el rostro como si su tacto quemara:—Estoy bien.Federico interpretó su rechazo como un reproche por la noche anterior. Dejó escapar un suspiro suave:—Mi amor, te juro que no volveré a faltar a nuestros aniversarios. Fue una estupidez, no se repetirá.Violeta clavó sus ojos en él. Una sonrisa extraña, casi surreal, se dibujó en sus labios.—¿Y si sigues traicionándome? ¿Si continúas engañándome y al final decides botarme? ¿Qué haríamos entonces? —Su voz sonaba distante, como si viniera de otro lugar, de otro tiempo.Federico se detuvo un instante. Algo en los ojos vacíos de Violeta le provocó una sensación incómoda en el estómago, como si ella supiera... No, imposible. Se recuperó rápidamente, su voz teñida de indiferencia estudiada:—Pues agarra un cuchillo y mátame, pero jamás me dejes —declaró con naturalidad—. Aunque es un caso hipotético, porque yo nunca haría algo así.—Mi vida, tú sabes cuánto te amo, ¿cómo podría dejarte? —continuó—. Es más probable que tú me dejes a mí.La miró entonces con esa intensidad obsesiva que ella conocía tan bien:—Violeta, eres mía para siempre. A donde vayas, ahí estaré yo. Mis cien propuestas de matrimonio deberían haberte dejado clara mi determinación.Violeta guardó silencio. Por supuesto que conocía su determinación; era precisamente por eso que necesitaba cancelar su identidad para poder dejarlo. Con la personalidad posesiva de Federico, una simple separación nunca sería suficiente.Federico apretó su mano con suavidad, sonriendo como si nada hubiera pasado:—Ya no pienses tanto, vamos a divertirnos al parque de atracciones.Capítulo 3—Señorita Dávila, ¿está completamente segura de querer cancelar toda su identidad? Si procede con la eliminación del registro civil, técnicamente dejará de existir en este país. Nadie podrá encontrarla.La voz del empleado resonaba en el auricular mientras Violeta, sentada en la penumbra de su sala, no podía evitar dirigir su mirada hacia la puerta principal. El vacío del marco parecía burlarse de su soledad.La última chispa de esperanza en sus ojos se extinguió como una vela en medio de una tormenta.—Ding dong—El reloj de pared marcó la medianoche con su canto solemne, testigo mudo de otra promesa rota.Un dolor agudo, mezclado con una amargura indescriptible, se extendió por el pecho de Violeta como tinta negra en agua clara. Federico no había regresado... otra vez.—¿Señorita Dávila? ¿Sigue ahí? —insistió el empleado ante su silencio.Violeta parpadeó, volviendo a la realidad. Su mirada recorrió la mesa del comedor, donde la cena que había preparado durante toda la tarde se enfriaba sin ser tocada. El pastel de aniversario, fruto de incontables intentos por perfeccionar la receta, permanecía intacto como un monumento a sus ilusiones muertas."Ya todo está frío", pensó, "igual que mi corazón."Con una mezcla de autodesprecio y determinación férrea en su mirada, Violeta respondió con una voz que no parecía la suya:—Sí, estoy completamente segura. Quiero cancelar toda mi identidad, incluyendo el registro civil. Necesito desaparecer sin dejar rastro."¡Especialmente de ti, Federico!"—Entiendo, señorita Dávila —respondió el empleado, ocultando su sorpresa tras un tono profesional—. El proceso tomará aproximadamente quince días. Le pedimos paciencia durante la espera, y nos comunicaremos con usted si surge cualquier inconveniente.Después de colgar, Violeta abrió la aplicación de su aerolínea preferida y, con dedos temblorosos, compró un boleto a Londres para dentro de quince días.Al terminar estas gestiones, sintió como si toda su energía vital hubiera sido drenada, dejando solo un cascarón vacío donde antes hubo una mujer llena de esperanza y amor.La pantalla de su celular se oscureció, reflejando como un espejo cruel su rostro demacrado. Sus ojos, antes brillantes y llenos de vida, ahora parecían dos pozos sin fondo."Qué patético", pensó. "Qué forma tan miserable de existir.""Ya no solo detesto a Federico... me detesto a mí misma por permitir que esto sucediera.""¿Qué me dejó este matrimonio además de cicatrices?"Se levantó como una autómata y arrastró sus pasos hacia la sala. La televisión seguía encendida, transmitiendo un reportaje sobre el collar que el Grupo Sandoval, bajo la dirección de Federico, le había regalado la semana anterior.—"La Única" —pronunciaba el presentador con entusiasmo—. Ese es el nombre que el señor Sandoval eligió para la joya de la señorita Dávila, simbolizando que ella es su vida entera, ¡su única!—Creo que en este mundo no existe nadie que ame a la señorita Dávila más que el señor Sandoval —comentaba un transeúnte con emoción.Las voces continuaban, relatando la historia de amor que todo el país conocía: cómo la señorita Dávila, famosa por su férrea defensa del celibato, solo había cedido ante el amor después de cien propuestas de matrimonio.—Además —agregaba otro entrevistado—, el señor Sandoval, sabiendo cuánto ama la señorita Dávila las frutas, plantó personalmente un viñedo para ella. Y durante aquel terrible accidente, fue él quien se interpuso para protegerla con su propio cuerpo. ¡Es un verdadero guerrero del amor puro!Una risa amarga, casi un sollozo, escapó de los labios de Violeta mientras contemplaba estas escenas. Si ese era el tipo de amor que Federico tenía para ofrecer, prefería vivir sin él.Su celular vibró con la llegada de un mensaje de WhatsApp. Era de Sofía Romero.Al leer el contenido, el rostro de Violeta perdió todo color, y un temblor incontrolable se apoderó de su cuerpo.[Parece que gané esta pequeña apuesta, querida. Y debo decir que tu marido es toda una fiera en la cama... sigue dormidito aquí conmigo. Ha de ser difícil para ti pasar tu aniversario solita, ¿no? ¿Quieres que lo despierte para que vaya contigo?]Lo que seguía era evidencia irrefutable de la traición.Violeta creyó que ya no le quedaban lágrimas por derramar, que su corazón estaba demasiado entumecido para sentir más dolor. Se equivocaba. Al ver las imágenes, sintió como si una mano estrujara su corazón mientras la furia y el dolor se mezclaban en un coctel venenoso que amenazaba con destruir los últimos vestigios de su cordura."Las fotos pueden manipularse", se había dicho antes, "pero esto...""¡Sofía! ¡Ella es la amante que Federico ha estado manteniendo!"Un mes atrás, mientras Federico estaba supuestamente en un viaje de negocios, había recibido un paquete anónimo. Su contenido había sido el primer golpe a su matrimonio perfecto: fotografías comprometedoras de Federico con una mujer de rostro oculto, además de evidencia física… condones usados de sus encuentros.[Ay Violeta... ¿no que tu Federico te amaba tanto? Porque nomás me ve y se le olvida hasta tu nombre. Anda como perrito tras de mí. Todo esto lo usó conmigo... Mejor hazte a un lado si sabes lo que te conviene. ¿Quién te manda no dejarlo tocarte?]En aquel momento, se había negado a creer que Federico pudiera traicionarla así. Convencida de que las fotos eran un montaje malicioso, había contratado a un detective privado para seguirlo.Durante todo ese mes, Federico mantuvo una rutina impecable, sin despertar sospechas. Sus días transcurrían entre juntas directivas y compromisos empresariales, tan predecibles como las manecillas de un reloj. El único momento que rompió ese patrón fue hace tres días, cuando entregó un reconocimiento a Sofía Romero en una ceremonia corporativa. No era para menos: ella se había convertido en la nueva joya del Grupo Sandoval, nutrida con inversiones millonarias y respaldada por el peso completo de la corporación.La duda comenzaba a germinar en la mente de Violeta, como una flor venenosa. ¿Serían falsas aquellas fotografías después de todo? Pero justo cuando esa esperanza comenzaba a florecer, Sofía apareció en su WhatsApp como una serpiente entre la hierba, retándola a apostar sobre dónde pasaría Federico la noche de su aniversario."¿Y si todo es un malentendido? Tal vez Sofía solo está jugando conmigo... Después de todo, lo nuestro con Federico siempre ha sido diferente, especial."Las campanadas del reloj resonaron en la quietud de la noche como martillazos sobre su corazón, marcando el fin de su aniversario. Federico no había vuelto. Estaba con Sofía. La apuesta estaba perdida.Ahora todo encajaba como piezas de un rompecabezas macabro. Hace seis meses, cuando Federico insistió en que dejara su trabajo, argumentando que no soportaba las miradas de otros hombres sobre ella, no era más que una cortina de humo. Su verdadera intención era mantenerla lejos del corporativo, donde Sofía acababa de ser contratada. Y ella, ciega de amor, había caído en la trampa como una ingenua mariposa en una telaraña.El amor, reflexionó con amargura, es como un contrato no escrito que depende únicamente de la honestidad de quien lo firma. Desde el momento en que Federico decidió estar con Sofía, había invalidado cualquier promesa de amor eterno.Con manos firmes pero el corazón desangrándose, Violeta tomó el acuerdo de divorcio. Su firma fluyó sobre el papel como lágrimas negras, sellando el final de su historia. Lo guardó en una caja de regalo, sentándose después en la orilla de la cama mientras los recuerdos la asaltaban sin piedad.—Violeta, sé que no crees en el amor por lo que pasó con tus padres, pero yo soy diferente. Te quiero con todo mi corazón, te amo, te adoro. Eres mi todo, conmigo tienes un hogar.—Violeta, gracias por aceptar casarte conmigo, por ser mi esposa. Yo, Federico Sandoval, amaré a Violeta toda mi vida.Un nudo de hierro le aprisionó la garganta mientras las lágrimas comenzaban su descenso silencioso por sus mejillas."Ya deberías saberlo, Violeta... la gente siempre termina yéndose. Siempre te dejan sola."La noche se deslizó como arena entre sus dedos, y solo cuando el alba comenzaba a teñir el horizonte, el agotamiento finalmente la venció....Un peso hundiendo el colchón la arrancó de su débil sopor. Antes de que pudiera reaccionar, unos brazos familiares la envolvieron como una jaula de terciopelo.—Mi amor, perdóname —la voz grave de Federico vibró contra su piel—. Me quedé atrapado en la cámara de comercio recogiendo "La Única". Apenas pude resolver todo. ¿Me perdonas por perderme nuestro primer aniversario?Al levantar la mirada, Violeta se encontró con aquellos ojos que tantas veces la habían hipnotizado. El rostro de Federico irradiaba amor, o al menos una perfecta imitación del mismo.—Mira, esto es "La Única". Déjame ponértelo.El estómago de Violeta se retorció cuando notó las marcas en el cuello de Federico, el rastro carmesí de labial y ese aroma dulzón que no le pertenecía. ¿Asuntos en la cámara de comercio? La mentira era tan transparente como el aire que ahora le faltaba en los pulmones."¡Maldito cínico!", rugió su mente mientras él, absorto en su tarea, ajustaba el collar alrededor de su cuello como quien coloca una corona a su reina.—Te ves hermosa, Violeta —murmuró con satisfacción—. ¿No merezco una pequeña recompensa?Federico inclinó su rostro hacia ella, sus intenciones tan claras como el cristal. La furia burbujeó en el pecho de Violeta mientras observaba a este hombre que ahora le parecía un extraño. ¿Cómo se atrevía a buscar sus labios cuando aún llevaba el perfume de otra mujer?Con un movimiento brusco, tomó la caja de regalo de la mesa y la empujó contra su pecho.—Toma, es para ti.—¿Un regalo de aniversario? —sus ojos brillaron con curiosidad infantil mientras sus dedos jugaban con el listón.—¡No! —Violeta sujetó su muñeca con más fuerza de la necesaria—. Ábrelo en quince días.Una sonrisa indulgente curvó los labios de Federico.—Si eso es lo que mi princesa quiere, esperaré dos semanas —guardó la caja en la caja fuerte con ceremoniosa delicadeza antes de volver a tomar su mano—. Ahora, vamos al parque de diversiones. Tengo que compensarte por lo de anoche.Violeta estaba a punto de negarse cuando él agregó con voz aterciopelada:—¿O prefieres que te lleve cargando? Sabes que nada me haría más feliz.El color abandonó el rostro de Violeta como una marea que retrocede ante la tormenta. Sus labios temblaron ligeramente mientras respondía:—¡No, así está bien! —Se apresuró a decir, dando un paso atrás instintivamente.Conocía demasiado bien a Federico. No era una amenaza vacía; él sería perfectamente capaz de cargarla en brazos frente a todo el mundo sin el menor reparo. El simple pensamiento de sentir sus manos sobre ella, esas mismas manos que habían... No. No podía permitir que la tocara.La retrocedió otros dos pasos, manteniendo una distancia segura. Una sombra de decepción cruzó el atractivo rostro de Federico, quien interpretó su reacción como un reproche por lo del día anterior.—Está bien, te espero abajo —concedió con voz suave, como quien le habla a un animal asustadizo.En cuanto la puerta se cerró tras él, Violeta apretó los puños con tanta fuerza que sus dedos se anudaron. Sus ojos, antes temerosos, ahora brillaban con determinación férrea."Solo dos semanas más", se dijo a sí misma. "Aguanta quince días hasta que todo quede cancelado y puedas irte. No puede haber ni el más mínimo error hasta entonces."La realidad de su situación pesaba sobre ella como una losa. En La Florena, si Federico decidía retenerla, no habría escape posible. No con su influencia, no con su poder.Tomó una respiración profunda, intentando calmar los latidos erráticos de su corazón. Se vistió mecánicamente, como si su cuerpo actuara por cuenta propia, y se dirigió hacia la salida. Sin embargo, antes de alcanzar la sala de estar, una voz familiar la detuvo en seco.—No me molestes, hoy no tengo tiempo para ti —La voz de Federico, baja y aterciopelada, se deslizó por el aire como mercurio líquido.—Ay, Fede... —Una voz femenina, dulzona y con un dejo de reproche, respondió desde el otro lado de la línea—. Anoche me prometiste que hoy sería todo mío.Violeta se congeló. Un temblor incontrolable se apoderó de su cuerpo, como si cada músculo quisiera huir en una dirección diferente. El calor abandonó su rostro tan rápido que sintió mareo. Ahí estaba él, de pie en la sala, destrozando los últimos vestigios de su corazón con cada palabra.A pesar de que ya conocía sus traiciones, escucharlo así, en vivo, era como recibir un puñal directamente en el pecho. Una cosa era saber, otra muy distinta era presenciar.—Ya basta —La voz de Federico mantuvo su cadencia hipnótica, pero sus ojos se volvieron afilados como el acero—. ¿No es suficiente con lo que te di esta mañana?Sofía, percibiendo el filo en su voz, cambió su tono inmediatamente:—Ya, ya, ¡eres un amor, Fede! Te quiero muchísimo —canturreó con dulzura calculada. Conocía perfectamente los límites de Federico; presionar más allá significaría perderlo todo.La llamada terminó con un clic seco.Violeta retrocedió torpemente, refugiándose en las sombras del pasillo. Su visión se nubló, como si una neblina espesa hubiera descendido sobre sus ojos. El tiempo pareció estirarse como chicle, cada segundo una eternidad de dolor.Cuando finalmente logró recomponerse lo suficiente para salir, Federico inmediatamente tomó su mano. Sus ojos se entrecerraron con preocupación al notar su palidez.—Violeta, ¿te sientes mal? Estás más pálida que una hoja de papel —murmuró, alzando una mano hacia su frente.Ella apartó el rostro como si su tacto quemara:—Estoy bien.Federico interpretó su rechazo como un reproche por la noche anterior. Dejó escapar un suspiro suave:—Mi amor, te juro que no volveré a faltar a nuestros aniversarios. Fue una estupidez, no se repetirá.Violeta clavó sus ojos en él. Una sonrisa extraña, casi surreal, se dibujó en sus labios.—¿Y si sigues traicionándome? ¿Si continúas engañándome y al final decides botarme? ¿Qué haríamos entonces? —Su voz sonaba distante, como si viniera de otro lugar, de otro tiempo.Federico se detuvo un instante. Algo en los ojos vacíos de Violeta le provocó una sensación incómoda en el estómago, como si ella supiera... No, imposible. Se recuperó rápidamente, su voz teñida de indiferencia estudiada:—Pues agarra un cuchillo y mátame, pero jamás me dejes —declaró con naturalidad—. Aunque es un caso hipotético, porque yo nunca haría algo así.—Mi vida, tú sabes cuánto te amo, ¿cómo podría dejarte? —continuó—. Es más probable que tú me dejes a mí.La miró entonces con esa intensidad obsesiva que ella conocía tan bien:—Violeta, eres mía para siempre. A donde vayas, ahí estaré yo. Mis cien propuestas de matrimonio deberían haberte dejado clara mi determinación.Violeta guardó silencio. Por supuesto que conocía su determinación; era precisamente por eso que necesitaba cancelar su identidad para poder dejarlo. Con la personalidad posesiva de Federico, una simple separación nunca sería suficiente.Federico apretó su mano con suavidad, sonriendo como si nada hubiera pasado:—Ya no pienses tanto, vamos a divertirnos al parque de atracciones.