Capítulo 1Cuando Karina Suárez recibió la llamada de Orlando Reyes, se quedó pasmada.Al principio, pensó que se trataba de una llamada de spam.El celular sonó varias veces antes de que se diera cuenta de que no era así.Cuando finalmente contestó y escuchó la voz al otro lado, Karina sintió que el mundo se detenía por un instante.—Karina.La voz de Orlando sonaba grave, con ese tono magnético de siempre, igual que hace cuatro años.—Orlando.Karina solo escuchó una risita baja.—¿Cómo es que volviste y ni avisaste?Karina se sorprendió.—Apenas bajé del avión, ni he tenido tiempo de instalarme.Luego, como si acabara de caer en cuenta de algo, preguntó:—¿Cómo supiste que regresé?La risa de Orlando se volvió más agradable, casi podía ver la sonrisa torcida en sus labios.—¿Tan raro te parece?Karina guardó silencio, dándole a entender que sí.—Si ni siquiera puedo enterarme de esto, entonces no tendría sentido que siguiera en Villa Armonía —soltó Orlando, con ese aire de suficiencia que lo caracterizaba.Ese tono hizo que Karina sintiera rechazo.—Ya me estaba imaginando que tienes a alguien espiándome.Hubo una pausa. Luego, la voz de Orlando regresó, aún más grave.—Te vi hace rato en el avión. Íbamos en el mismo vuelo, yo estaba delante de ti.Karina se rio por lo bajo al recordar la escena en el vuelo.Su compañera Inés, que también viajaba con ella, había ido al baño a mitad del vuelo y regresó claramente alterada.—Karina, Karina, delante de nosotros va sentado un tipo que está guapísimo —le susurró Inés al oído, tan emocionada que hasta los ojos le brillaban.—De verdad, está increíble, muchísimo más guapo que el sobrecargo.Karina no pudo evitar reírse. Cuando acababan de abordar, ella misma se había fijado en el sobrecargo, con esas cejas marcadas y facciones perfectas.La verdad, superaba por mucho a esos chicos de la farándula.En sus más de veinte años, casi no había visto alguien así de guapo.Incluso varias mujeres intentaron pedirle el número.Hasta la propia Inés andaba calculando cómo sacarle el contacto.Pero bastó con que fuera al baño para que cambiaran las cosas.—¿En serio está tan guapo? —Karina dudaba.—Te lo juro, si te miento, que me vuelva perrito —aseguró Inés, levantando la mano como quien hace una promesa solemne.Luego suspiró con pesar.—Lástima que tengo el celular apagado, si no ya le habría tomado una foto.—Si quieres, hazte la que vas al baño y te das la vuelta. Está en el asiento que da al pasillo —sugirió Inés.Karina negó con la cabeza, sin ningún interés real.—Déjalo así, la neta no quiero moverme —dijo mientras se ponía el antifaz para dormir.Inés la conocía bien.—Bueno, tú porque tienes novio —comentó, resignada.Después ya no insistió y se quedó callada.Cuando el avión aterrizó, Karina escuchó voces bajas delante de ella. Una azafata le pedía el número al pasajero, pero él la rechazó.Inés la empujó con el codo.—¿Oíste? Hasta la voz la tiene bonita.Sí, era una voz bonita. Y también le resultaba demasiado familiar, igualita a la de Orlando.En ese momento pensó que solo era una coincidencia, alguien con voz parecida. Jamás imaginó que, en verdad, era Orlando.—Quién diría que el señor Reyes es tan sencillo, viajando en clase turista —bromeó Karina.—Sigo siendo una persona común y corriente. ¿Qué tiene de raro volar en clase turista? —respondió Orlando, despreocupado.—Nada, solo que cualquiera pensaría que Alianza Luminaria ya anda corto de dinero.Orlando soltó una risa baja.—De hecho, quise saludarte, pero en un segundo ya te habías esfumado —agregó.—No hacía falta saludos —dijo Karina, con tono distante—. Tampoco es que seamos tan cercanos.El silencio se alargó. Karina pensó que la llamada había terminado.Justo cuando iba a colgar, escuchó de nuevo la voz de Orlando.—Ya que regresaste, ¿cuándo vuelves a casa?Esta vez, fue Karina quien se quedó sin palabras.Karina no tenía la menor intención de regresar.—Cuando termine de arreglar todo por aquí, si me queda tiempo, iré a ver a mi papá y a mi mamá.Habló de su papá y su mamá, no de él.Orlando no era tonto, lo captó de inmediato.Se rio con amargura.—Mejor ven pronto, todos... te extrañan.Karina soltó una carcajada sarcástica.—¿De veras? No me lo creo. Han de estar deseando que desaparezca para siempre.—Nadie quiere que desaparezcas para siempre, Karina. Al menos yo no.Karina ya no quería seguir con esa plática por teléfono.—Si regreso, solo sería una molestia para ustedes.—No, no vas a molestar a nadie —replicó Orlando, un poco terco.Eso sí que sorprendió a Karina.—No es que yo cause problemas, pero mi presencia ya es problema suficiente.Sin esperar respuesta, colgó la llamada. No quería enredarse más.Cuatro años sin verlo y Karina sentía que Orlando había cambiado demasiado.Antes, él jamás se mostraba tan atento, ni hablar de llamarla. Incluso cuando vivían bajo el mismo techo, comiendo en la misma mesa, apenas cruzaban dos palabras amables.Siempre tenía esa actitud distante. A veces hasta parecía que le daba igual si ella existía o no.Solo durante los primeros años de su llegada a la familia Reyes, él fue un poco más amable; igual y la cuidó, al menos un poco.En ese entonces, Karina era ingenua. Cualquier gesto de amabilidad lo confundía con cariño y se ilusionaba sin remedio.Ahora, al mirar atrás, entendía que todo era pura cortesía de ese círculo, una fachada de buenas maneras sin nada real detrás.Por dentro, eran indiferentes. A veces hasta se notaba el fastidio.Si no fuera así, cuando la echaron de la familia Reyes hace cuatro años, Orlando no habría actuado tan desentendido, tan indiferente a la situación.Karina sabía perfectamente cómo era Orlando cuando de verdad le importaba alguien.Se volvía atento, suave en sus palabras, siempre pendiente.Lástima que ese lado solo se lo mostró a Olga Araya.Solo de pensar en Olga, Karina recordaba que antes le daba envidia.Esa chica que tenía todo el cariño del mundo.Desde niña, Olga fue una princesa. Todo el mundo la consentía, siempre la rodeaban, y cualquier cosa que quisiera, la tenía en un dos por tres.Olga lo tenía todo, incluso el amor de Orlando, completo y sin reservas.En estos cuatro años fuera, Karina pasó muchas noches en vela, dándole vueltas a todo. Entre el dolor y la soledad, repasó mil veces sus errores.Con el tiempo, dejó de sentir envidia.Al final, hay diferencias entre personas que nacen marcadas desde el principio.Por mucho que Karina lo intentara, Orlando nunca la quiso.Ya lo tenía claro.Lo que sí le sorprendió fue recibir la llamada de él apenas regresó a Villa Armonía.La voz de Orlando no tenía nada que ver con la frialdad de hace cuatro años.Era extraño, fuera de lugar.Que Orlando se preocupara por alguien que no fuera Olga... eso sí era nuevo.Definitivamente, el tiempo cambia a las personas.No quería seguir pensando en eso, así que Karina fue a despedirse de Inés.—Karina, ¿y tú dónde te vas a quedar esta noche? ¿Ya tienes a dónde ir? —preguntó Inés.—Voy a casa de una amiga. Antes de subirme al avión le mandé mensaje por WhatsApp —contestó Karina, sonriendo.—Qué suerte tienes de tener amigas. Yo solo podré quedarme en un hotel —dijo Inés, resignada.—¿No que ya habías rentado un departamento?—Ni me recuerdes. El casero me llamó, que hasta dentro de dos días no puedo mudarme. El inquilino anterior dejó todo un desastre y va a contratar a alguien para limpiar bien y desinfectar antes de entregarme las llaves —se quejó Inés.Karina trató de animarla.—Bueno, al menos el casero es responsable.—Eso pensé, pero los hoteles en Villa Armonía están carísimos. Aquí la vida está de locos, ni el arroz se puede pagar fácil —suspiró Inés.Karina soltó una risa ligera.—Entonces, a trabajar duro. Por lo menos aquí pagan más que en Laderas de Estrella.—Eso sí —asintió Inés.Después de despedirse de Inés, Karina no tuvo que esperar mucho para ver a Fabiola.Apenas la vio, Fabiola agitó el brazo con fuerza.—¡Aquí, aquí, Karina!Karina, jalando su maleta, se acercó a paso apurado.—¡Ya te extrañaba un montón!Fabiola la abrazó con tanta energía que casi la levantaba para darle vueltas.—Llegaste rapidísimo, pensé que te ibas a tardar un rato más —comentó Karina entre risas.—Ni me digas, en teoría iba a llegar media hora antes —le contó Fabiola—. Pero hoy no sé qué onda, en el camino al aeropuerto hubo un choque.—¿Qué pasó? —preguntó Karina, intrigada.—Tampoco sé mucho, pero dicen que fue cosa de un tipo que andaba con la amante, la esposa se enteró y fue a alcanzarlo en el carro. Cuando los alcanzó, ¡zas! Se estrellaron. Dicen que la amante murió ahí mismo y el tipo quedó grave. Estuvo durísimo, cuando pasé vi sangre por todos lados...Al recordar la escena, Fabiola no pudo evitar estremecerse.Karina también sintió un escalofrío tras escuchar la historia.—Qué fuerte...—Ni que lo digas.—Bueno, ya, mejor hablemos de otra cosa. Vámonos —apresuró Karina.Fabiola tomó la mano de Karina y juntas caminaron rumbo al estacionamiento.Ya en el carro, Fabiola no tardó en soltarle:—¿Cuántas veces te dije que volvieras a Villa Armonía y nunca quisiste? ¿Por qué ahora sí te animaste y hasta viniste tan rápido?Karina se acomodó y respondió:—La filial de Laderas de Estrella cerró, está difícil encontrar trabajo. Justo el jefe me dijo que si quería, podía regresar a la oficina central y me respetaban el sueldo como allá, así que ni lo pensé.Fabiola la miró, entre divertida y molesta.—¡Qué interesada eres! Yo de ingenua pensé que ya te había dado nostalgia y que volviste porque me extrañabas.Mientras decía esto, manejaba con una mano y con la otra intentó empujar a Karina.Karina le sujetó la mano y sonrió.—¡Claro que te extrañé! ¿Cuándo dije lo contrario?Fabiola seguía haciéndose la ofendida:—Ay, sí, cómo no. Yo creo que extrañabas más el billete. Te estuve rogando para que volvieras y nada, pero apenas tu jefe te promete mejor sueldo y aquí estás.Karina suspiró, resignada:—Ya sabes cómo es esto, amiga. Estoy pelada, ni modo, dependo del sueldo para sobrevivir. Si no hay lana, pues ni modo que viva del aire.Fabiola conocía de sobra la situación de Karina y solo pudo soltar un suspiro.—¿Y la familia Reyes no puso peros porque volviste? —le preguntó con cautela.Karina se rio leve.—La verdad ni idea, no les dije nada. Pero justo Orlando me acaba de llamar.Fabiola frunció el ceño.—¿Orlando? ¿Y ese cómo supo que regresabas? ¿Le avisaste tú?Karina la miró de reojo.—¿Tú crees que yo le iba a avisar?Fabiola negó con la cabeza de inmediato.—Tú eres necia como tú sola, de todos menos de él le avisarías.—¿Entonces cómo se enteró? —se preguntó Fabiola, intrigada.—Nos topamos en el avión, venía sentado justo delante de mí —respondió Karina, sin darle mayor importancia.Fabiola abrió los ojos, sorprendida.—¿Él en clase económica? ¿Será que Alianza Luminaria ya se está yendo a la quiebra? Si hace poco salió en las noticias que compraron Consorcio Terraviva y se gastaron miles de millones.Karina negó con la cabeza.—Quién sabe, igual y solo quería pasar desapercibido.Fabiola soltó un suspiro.—Sí, los ricos piensan diferente a nosotros. Por eso ellos terminan de jefes y uno aquí, echando relajo.—Pero dime, ¿para qué te llamó?Karina se encogió de hombros.—No tengo idea. Eso sí, su actitud ya no fue igual que antes, hasta me preguntó cuándo volvía.—¿Es en serio? Ese tipo está mal de la cabeza. Si cuando la familia Reyes te corrió, él fue el principal responsable. Y ahora sale con que te llama, qué hipócrita —reviró Fabiola.Karina se encogió de hombros, como si nada.—Seguro piensa que todavía me trae loca, que ahora que regresé le voy a causar problemas. Quiso tantear el terreno antes de que me le aparezca de sorpresa.Capítulo 2Cuando Karina Suárez recibió la llamada de Orlando Reyes, se quedó pasmada.Al principio, pensó que se trataba de una llamada de spam.El celular sonó varias veces antes de que se diera cuenta de que no era así.Cuando finalmente contestó y escuchó la voz al otro lado, Karina sintió que el mundo se detenía por un instante.—Karina.La voz de Orlando sonaba grave, con ese tono magnético de siempre, igual que hace cuatro años.—Orlando.Karina solo escuchó una risita baja.—¿Cómo es que volviste y ni avisaste?Karina se sorprendió.—Apenas bajé del avión, ni he tenido tiempo de instalarme.Luego, como si acabara de caer en cuenta de algo, preguntó:—¿Cómo supiste que regresé?La risa de Orlando se volvió más agradable, casi podía ver la sonrisa torcida en sus labios.—¿Tan raro te parece?Karina guardó silencio, dándole a entender que sí.—Si ni siquiera puedo enterarme de esto, entonces no tendría sentido que siguiera en Villa Armonía —soltó Orlando, con ese aire de suficiencia que lo caracterizaba.Ese tono hizo que Karina sintiera rechazo.—Ya me estaba imaginando que tienes a alguien espiándome.Hubo una pausa. Luego, la voz de Orlando regresó, aún más grave.—Te vi hace rato en el avión. Íbamos en el mismo vuelo, yo estaba delante de ti.Karina se rio por lo bajo al recordar la escena en el vuelo.Su compañera Inés, que también viajaba con ella, había ido al baño a mitad del vuelo y regresó claramente alterada.—Karina, Karina, delante de nosotros va sentado un tipo que está guapísimo —le susurró Inés al oído, tan emocionada que hasta los ojos le brillaban.—De verdad, está increíble, muchísimo más guapo que el sobrecargo.Karina no pudo evitar reírse. Cuando acababan de abordar, ella misma se había fijado en el sobrecargo, con esas cejas marcadas y facciones perfectas.La verdad, superaba por mucho a esos chicos de la farándula.En sus más de veinte años, casi no había visto alguien así de guapo.Incluso varias mujeres intentaron pedirle el número.Hasta la propia Inés andaba calculando cómo sacarle el contacto.Pero bastó con que fuera al baño para que cambiaran las cosas.—¿En serio está tan guapo? —Karina dudaba.—Te lo juro, si te miento, que me vuelva perrito —aseguró Inés, levantando la mano como quien hace una promesa solemne.Luego suspiró con pesar.—Lástima que tengo el celular apagado, si no ya le habría tomado una foto.—Si quieres, hazte la que vas al baño y te das la vuelta. Está en el asiento que da al pasillo —sugirió Inés.Karina negó con la cabeza, sin ningún interés real.—Déjalo así, la neta no quiero moverme —dijo mientras se ponía el antifaz para dormir.Inés la conocía bien.—Bueno, tú porque tienes novio —comentó, resignada.Después ya no insistió y se quedó callada.Cuando el avión aterrizó, Karina escuchó voces bajas delante de ella. Una azafata le pedía el número al pasajero, pero él la rechazó.Inés la empujó con el codo.—¿Oíste? Hasta la voz la tiene bonita.Sí, era una voz bonita. Y también le resultaba demasiado familiar, igualita a la de Orlando.En ese momento pensó que solo era una coincidencia, alguien con voz parecida. Jamás imaginó que, en verdad, era Orlando.—Quién diría que el señor Reyes es tan sencillo, viajando en clase turista —bromeó Karina.—Sigo siendo una persona común y corriente. ¿Qué tiene de raro volar en clase turista? —respondió Orlando, despreocupado.—Nada, solo que cualquiera pensaría que Alianza Luminaria ya anda corto de dinero.Orlando soltó una risa baja.—De hecho, quise saludarte, pero en un segundo ya te habías esfumado —agregó.—No hacía falta saludos —dijo Karina, con tono distante—. Tampoco es que seamos tan cercanos.El silencio se alargó. Karina pensó que la llamada había terminado.Justo cuando iba a colgar, escuchó de nuevo la voz de Orlando.—Ya que regresaste, ¿cuándo vuelves a casa?Esta vez, fue Karina quien se quedó sin palabras.Karina no tenía la menor intención de regresar.—Cuando termine de arreglar todo por aquí, si me queda tiempo, iré a ver a mi papá y a mi mamá.Habló de su papá y su mamá, no de él.Orlando no era tonto, lo captó de inmediato.Se rio con amargura.—Mejor ven pronto, todos... te extrañan.Karina soltó una carcajada sarcástica.—¿De veras? No me lo creo. Han de estar deseando que desaparezca para siempre.—Nadie quiere que desaparezcas para siempre, Karina. Al menos yo no.Karina ya no quería seguir con esa plática por teléfono.—Si regreso, solo sería una molestia para ustedes.—No, no vas a molestar a nadie —replicó Orlando, un poco terco.Eso sí que sorprendió a Karina.—No es que yo cause problemas, pero mi presencia ya es problema suficiente.Sin esperar respuesta, colgó la llamada. No quería enredarse más.Cuatro años sin verlo y Karina sentía que Orlando había cambiado demasiado.Antes, él jamás se mostraba tan atento, ni hablar de llamarla. Incluso cuando vivían bajo el mismo techo, comiendo en la misma mesa, apenas cruzaban dos palabras amables.Siempre tenía esa actitud distante. A veces hasta parecía que le daba igual si ella existía o no.Solo durante los primeros años de su llegada a la familia Reyes, él fue un poco más amable; igual y la cuidó, al menos un poco.En ese entonces, Karina era ingenua. Cualquier gesto de amabilidad lo confundía con cariño y se ilusionaba sin remedio.Ahora, al mirar atrás, entendía que todo era pura cortesía de ese círculo, una fachada de buenas maneras sin nada real detrás.Por dentro, eran indiferentes. A veces hasta se notaba el fastidio.Si no fuera así, cuando la echaron de la familia Reyes hace cuatro años, Orlando no habría actuado tan desentendido, tan indiferente a la situación.Karina sabía perfectamente cómo era Orlando cuando de verdad le importaba alguien.Se volvía atento, suave en sus palabras, siempre pendiente.Lástima que ese lado solo se lo mostró a Olga Araya.Solo de pensar en Olga, Karina recordaba que antes le daba envidia.Esa chica que tenía todo el cariño del mundo.Desde niña, Olga fue una princesa. Todo el mundo la consentía, siempre la rodeaban, y cualquier cosa que quisiera, la tenía en un dos por tres.Olga lo tenía todo, incluso el amor de Orlando, completo y sin reservas.En estos cuatro años fuera, Karina pasó muchas noches en vela, dándole vueltas a todo. Entre el dolor y la soledad, repasó mil veces sus errores.Con el tiempo, dejó de sentir envidia.Al final, hay diferencias entre personas que nacen marcadas desde el principio.Por mucho que Karina lo intentara, Orlando nunca la quiso.Ya lo tenía claro.Lo que sí le sorprendió fue recibir la llamada de él apenas regresó a Villa Armonía.La voz de Orlando no tenía nada que ver con la frialdad de hace cuatro años.Era extraño, fuera de lugar.Que Orlando se preocupara por alguien que no fuera Olga... eso sí era nuevo.Definitivamente, el tiempo cambia a las personas.No quería seguir pensando en eso, así que Karina fue a despedirse de Inés.—Karina, ¿y tú dónde te vas a quedar esta noche? ¿Ya tienes a dónde ir? —preguntó Inés.—Voy a casa de una amiga. Antes de subirme al avión le mandé mensaje por WhatsApp —contestó Karina, sonriendo.—Qué suerte tienes de tener amigas. Yo solo podré quedarme en un hotel —dijo Inés, resignada.—¿No que ya habías rentado un departamento?—Ni me recuerdes. El casero me llamó, que hasta dentro de dos días no puedo mudarme. El inquilino anterior dejó todo un desastre y va a contratar a alguien para limpiar bien y desinfectar antes de entregarme las llaves —se quejó Inés.Karina trató de animarla.—Bueno, al menos el casero es responsable.—Eso pensé, pero los hoteles en Villa Armonía están carísimos. Aquí la vida está de locos, ni el arroz se puede pagar fácil —suspiró Inés.Karina soltó una risa ligera.—Entonces, a trabajar duro. Por lo menos aquí pagan más que en Laderas de Estrella.—Eso sí —asintió Inés.Después de despedirse de Inés, Karina no tuvo que esperar mucho para ver a Fabiola.Apenas la vio, Fabiola agitó el brazo con fuerza.—¡Aquí, aquí, Karina!Karina, jalando su maleta, se acercó a paso apurado.—¡Ya te extrañaba un montón!Fabiola la abrazó con tanta energía que casi la levantaba para darle vueltas.—Llegaste rapidísimo, pensé que te ibas a tardar un rato más —comentó Karina entre risas.—Ni me digas, en teoría iba a llegar media hora antes —le contó Fabiola—. Pero hoy no sé qué onda, en el camino al aeropuerto hubo un choque.—¿Qué pasó? —preguntó Karina, intrigada.—Tampoco sé mucho, pero dicen que fue cosa de un tipo que andaba con la amante, la esposa se enteró y fue a alcanzarlo en el carro. Cuando los alcanzó, ¡zas! Se estrellaron. Dicen que la amante murió ahí mismo y el tipo quedó grave. Estuvo durísimo, cuando pasé vi sangre por todos lados...Al recordar la escena, Fabiola no pudo evitar estremecerse.Karina también sintió un escalofrío tras escuchar la historia.—Qué fuerte...—Ni que lo digas.—Bueno, ya, mejor hablemos de otra cosa. Vámonos —apresuró Karina.Fabiola tomó la mano de Karina y juntas caminaron rumbo al estacionamiento.Ya en el carro, Fabiola no tardó en soltarle:—¿Cuántas veces te dije que volvieras a Villa Armonía y nunca quisiste? ¿Por qué ahora sí te animaste y hasta viniste tan rápido?Karina se acomodó y respondió:—La filial de Laderas de Estrella cerró, está difícil encontrar trabajo. Justo el jefe me dijo que si quería, podía regresar a la oficina central y me respetaban el sueldo como allá, así que ni lo pensé.Fabiola la miró, entre divertida y molesta.—¡Qué interesada eres! Yo de ingenua pensé que ya te había dado nostalgia y que volviste porque me extrañabas.Mientras decía esto, manejaba con una mano y con la otra intentó empujar a Karina.Karina le sujetó la mano y sonrió.—¡Claro que te extrañé! ¿Cuándo dije lo contrario?Fabiola seguía haciéndose la ofendida:—Ay, sí, cómo no. Yo creo que extrañabas más el billete. Te estuve rogando para que volvieras y nada, pero apenas tu jefe te promete mejor sueldo y aquí estás.Karina suspiró, resignada:—Ya sabes cómo es esto, amiga. Estoy pelada, ni modo, dependo del sueldo para sobrevivir. Si no hay lana, pues ni modo que viva del aire.Fabiola conocía de sobra la situación de Karina y solo pudo soltar un suspiro.—¿Y la familia Reyes no puso peros porque volviste? —le preguntó con cautela.Karina se rio leve.—La verdad ni idea, no les dije nada. Pero justo Orlando me acaba de llamar.Fabiola frunció el ceño.—¿Orlando? ¿Y ese cómo supo que regresabas? ¿Le avisaste tú?Karina la miró de reojo.—¿Tú crees que yo le iba a avisar?Fabiola negó con la cabeza de inmediato.—Tú eres necia como tú sola, de todos menos de él le avisarías.—¿Entonces cómo se enteró? —se preguntó Fabiola, intrigada.—Nos topamos en el avión, venía sentado justo delante de mí —respondió Karina, sin darle mayor importancia.Fabiola abrió los ojos, sorprendida.—¿Él en clase económica? ¿Será que Alianza Luminaria ya se está yendo a la quiebra? Si hace poco salió en las noticias que compraron Consorcio Terraviva y se gastaron miles de millones.Karina negó con la cabeza.—Quién sabe, igual y solo quería pasar desapercibido.Fabiola soltó un suspiro.—Sí, los ricos piensan diferente a nosotros. Por eso ellos terminan de jefes y uno aquí, echando relajo.—Pero dime, ¿para qué te llamó?Karina se encogió de hombros.—No tengo idea. Eso sí, su actitud ya no fue igual que antes, hasta me preguntó cuándo volvía.—¿Es en serio? Ese tipo está mal de la cabeza. Si cuando la familia Reyes te corrió, él fue el principal responsable. Y ahora sale con que te llama, qué hipócrita —reviró Fabiola.Karina se encogió de hombros, como si nada.—Seguro piensa que todavía me trae loca, que ahora que regresé le voy a causar problemas. Quiso tantear el terreno antes de que me le aparezca de sorpresa.Capítulo 3Cuando Karina Suárez recibió la llamada de Orlando Reyes, se quedó pasmada.Al principio, pensó que se trataba de una llamada de spam.El celular sonó varias veces antes de que se diera cuenta de que no era así.Cuando finalmente contestó y escuchó la voz al otro lado, Karina sintió que el mundo se detenía por un instante.—Karina.La voz de Orlando sonaba grave, con ese tono magnético de siempre, igual que hace cuatro años.—Orlando.Karina solo escuchó una risita baja.—¿Cómo es que volviste y ni avisaste?Karina se sorprendió.—Apenas bajé del avión, ni he tenido tiempo de instalarme.Luego, como si acabara de caer en cuenta de algo, preguntó:—¿Cómo supiste que regresé?La risa de Orlando se volvió más agradable, casi podía ver la sonrisa torcida en sus labios.—¿Tan raro te parece?Karina guardó silencio, dándole a entender que sí.—Si ni siquiera puedo enterarme de esto, entonces no tendría sentido que siguiera en Villa Armonía —soltó Orlando, con ese aire de suficiencia que lo caracterizaba.Ese tono hizo que Karina sintiera rechazo.—Ya me estaba imaginando que tienes a alguien espiándome.Hubo una pausa. Luego, la voz de Orlando regresó, aún más grave.—Te vi hace rato en el avión. Íbamos en el mismo vuelo, yo estaba delante de ti.Karina se rio por lo bajo al recordar la escena en el vuelo.Su compañera Inés, que también viajaba con ella, había ido al baño a mitad del vuelo y regresó claramente alterada.—Karina, Karina, delante de nosotros va sentado un tipo que está guapísimo —le susurró Inés al oído, tan emocionada que hasta los ojos le brillaban.—De verdad, está increíble, muchísimo más guapo que el sobrecargo.Karina no pudo evitar reírse. Cuando acababan de abordar, ella misma se había fijado en el sobrecargo, con esas cejas marcadas y facciones perfectas.La verdad, superaba por mucho a esos chicos de la farándula.En sus más de veinte años, casi no había visto alguien así de guapo.Incluso varias mujeres intentaron pedirle el número.Hasta la propia Inés andaba calculando cómo sacarle el contacto.Pero bastó con que fuera al baño para que cambiaran las cosas.—¿En serio está tan guapo? —Karina dudaba.—Te lo juro, si te miento, que me vuelva perrito —aseguró Inés, levantando la mano como quien hace una promesa solemne.Luego suspiró con pesar.—Lástima que tengo el celular apagado, si no ya le habría tomado una foto.—Si quieres, hazte la que vas al baño y te das la vuelta. Está en el asiento que da al pasillo —sugirió Inés.Karina negó con la cabeza, sin ningún interés real.—Déjalo así, la neta no quiero moverme —dijo mientras se ponía el antifaz para dormir.Inés la conocía bien.—Bueno, tú porque tienes novio —comentó, resignada.Después ya no insistió y se quedó callada.Cuando el avión aterrizó, Karina escuchó voces bajas delante de ella. Una azafata le pedía el número al pasajero, pero él la rechazó.Inés la empujó con el codo.—¿Oíste? Hasta la voz la tiene bonita.Sí, era una voz bonita. Y también le resultaba demasiado familiar, igualita a la de Orlando.En ese momento pensó que solo era una coincidencia, alguien con voz parecida. Jamás imaginó que, en verdad, era Orlando.—Quién diría que el señor Reyes es tan sencillo, viajando en clase turista —bromeó Karina.—Sigo siendo una persona común y corriente. ¿Qué tiene de raro volar en clase turista? —respondió Orlando, despreocupado.—Nada, solo que cualquiera pensaría que Alianza Luminaria ya anda corto de dinero.Orlando soltó una risa baja.—De hecho, quise saludarte, pero en un segundo ya te habías esfumado —agregó.—No hacía falta saludos —dijo Karina, con tono distante—. Tampoco es que seamos tan cercanos.El silencio se alargó. Karina pensó que la llamada había terminado.Justo cuando iba a colgar, escuchó de nuevo la voz de Orlando.—Ya que regresaste, ¿cuándo vuelves a casa?Esta vez, fue Karina quien se quedó sin palabras.Karina no tenía la menor intención de regresar.—Cuando termine de arreglar todo por aquí, si me queda tiempo, iré a ver a mi papá y a mi mamá.Habló de su papá y su mamá, no de él.Orlando no era tonto, lo captó de inmediato.Se rio con amargura.—Mejor ven pronto, todos... te extrañan.Karina soltó una carcajada sarcástica.—¿De veras? No me lo creo. Han de estar deseando que desaparezca para siempre.—Nadie quiere que desaparezcas para siempre, Karina. Al menos yo no.Karina ya no quería seguir con esa plática por teléfono.—Si regreso, solo sería una molestia para ustedes.—No, no vas a molestar a nadie —replicó Orlando, un poco terco.Eso sí que sorprendió a Karina.—No es que yo cause problemas, pero mi presencia ya es problema suficiente.Sin esperar respuesta, colgó la llamada. No quería enredarse más.Cuatro años sin verlo y Karina sentía que Orlando había cambiado demasiado.Antes, él jamás se mostraba tan atento, ni hablar de llamarla. Incluso cuando vivían bajo el mismo techo, comiendo en la misma mesa, apenas cruzaban dos palabras amables.Siempre tenía esa actitud distante. A veces hasta parecía que le daba igual si ella existía o no.Solo durante los primeros años de su llegada a la familia Reyes, él fue un poco más amable; igual y la cuidó, al menos un poco.En ese entonces, Karina era ingenua. Cualquier gesto de amabilidad lo confundía con cariño y se ilusionaba sin remedio.Ahora, al mirar atrás, entendía que todo era pura cortesía de ese círculo, una fachada de buenas maneras sin nada real detrás.Por dentro, eran indiferentes. A veces hasta se notaba el fastidio.Si no fuera así, cuando la echaron de la familia Reyes hace cuatro años, Orlando no habría actuado tan desentendido, tan indiferente a la situación.Karina sabía perfectamente cómo era Orlando cuando de verdad le importaba alguien.Se volvía atento, suave en sus palabras, siempre pendiente.Lástima que ese lado solo se lo mostró a Olga Araya.Solo de pensar en Olga, Karina recordaba que antes le daba envidia.Esa chica que tenía todo el cariño del mundo.Desde niña, Olga fue una princesa. Todo el mundo la consentía, siempre la rodeaban, y cualquier cosa que quisiera, la tenía en un dos por tres.Olga lo tenía todo, incluso el amor de Orlando, completo y sin reservas.En estos cuatro años fuera, Karina pasó muchas noches en vela, dándole vueltas a todo. Entre el dolor y la soledad, repasó mil veces sus errores.Con el tiempo, dejó de sentir envidia.Al final, hay diferencias entre personas que nacen marcadas desde el principio.Por mucho que Karina lo intentara, Orlando nunca la quiso.Ya lo tenía claro.Lo que sí le sorprendió fue recibir la llamada de él apenas regresó a Villa Armonía.La voz de Orlando no tenía nada que ver con la frialdad de hace cuatro años.Era extraño, fuera de lugar.Que Orlando se preocupara por alguien que no fuera Olga... eso sí era nuevo.Definitivamente, el tiempo cambia a las personas.No quería seguir pensando en eso, así que Karina fue a despedirse de Inés.—Karina, ¿y tú dónde te vas a quedar esta noche? ¿Ya tienes a dónde ir? —preguntó Inés.—Voy a casa de una amiga. Antes de subirme al avión le mandé mensaje por WhatsApp —contestó Karina, sonriendo.—Qué suerte tienes de tener amigas. Yo solo podré quedarme en un hotel —dijo Inés, resignada.—¿No que ya habías rentado un departamento?—Ni me recuerdes. El casero me llamó, que hasta dentro de dos días no puedo mudarme. El inquilino anterior dejó todo un desastre y va a contratar a alguien para limpiar bien y desinfectar antes de entregarme las llaves —se quejó Inés.Karina trató de animarla.—Bueno, al menos el casero es responsable.—Eso pensé, pero los hoteles en Villa Armonía están carísimos. Aquí la vida está de locos, ni el arroz se puede pagar fácil —suspiró Inés.Karina soltó una risa ligera.—Entonces, a trabajar duro. Por lo menos aquí pagan más que en Laderas de Estrella.—Eso sí —asintió Inés.Después de despedirse de Inés, Karina no tuvo que esperar mucho para ver a Fabiola.Apenas la vio, Fabiola agitó el brazo con fuerza.—¡Aquí, aquí, Karina!Karina, jalando su maleta, se acercó a paso apurado.—¡Ya te extrañaba un montón!Fabiola la abrazó con tanta energía que casi la levantaba para darle vueltas.—Llegaste rapidísimo, pensé que te ibas a tardar un rato más —comentó Karina entre risas.—Ni me digas, en teoría iba a llegar media hora antes —le contó Fabiola—. Pero hoy no sé qué onda, en el camino al aeropuerto hubo un choque.—¿Qué pasó? —preguntó Karina, intrigada.—Tampoco sé mucho, pero dicen que fue cosa de un tipo que andaba con la amante, la esposa se enteró y fue a alcanzarlo en el carro. Cuando los alcanzó, ¡zas! Se estrellaron. Dicen que la amante murió ahí mismo y el tipo quedó grave. Estuvo durísimo, cuando pasé vi sangre por todos lados...Al recordar la escena, Fabiola no pudo evitar estremecerse.Karina también sintió un escalofrío tras escuchar la historia.—Qué fuerte...—Ni que lo digas.—Bueno, ya, mejor hablemos de otra cosa. Vámonos —apresuró Karina.Fabiola tomó la mano de Karina y juntas caminaron rumbo al estacionamiento.Ya en el carro, Fabiola no tardó en soltarle:—¿Cuántas veces te dije que volvieras a Villa Armonía y nunca quisiste? ¿Por qué ahora sí te animaste y hasta viniste tan rápido?Karina se acomodó y respondió:—La filial de Laderas de Estrella cerró, está difícil encontrar trabajo. Justo el jefe me dijo que si quería, podía regresar a la oficina central y me respetaban el sueldo como allá, así que ni lo pensé.Fabiola la miró, entre divertida y molesta.—¡Qué interesada eres! Yo de ingenua pensé que ya te había dado nostalgia y que volviste porque me extrañabas.Mientras decía esto, manejaba con una mano y con la otra intentó empujar a Karina.Karina le sujetó la mano y sonrió.—¡Claro que te extrañé! ¿Cuándo dije lo contrario?Fabiola seguía haciéndose la ofendida:—Ay, sí, cómo no. Yo creo que extrañabas más el billete. Te estuve rogando para que volvieras y nada, pero apenas tu jefe te promete mejor sueldo y aquí estás.Karina suspiró, resignada:—Ya sabes cómo es esto, amiga. Estoy pelada, ni modo, dependo del sueldo para sobrevivir. Si no hay lana, pues ni modo que viva del aire.Fabiola conocía de sobra la situación de Karina y solo pudo soltar un suspiro.—¿Y la familia Reyes no puso peros porque volviste? —le preguntó con cautela.Karina se rio leve.—La verdad ni idea, no les dije nada. Pero justo Orlando me acaba de llamar.Fabiola frunció el ceño.—¿Orlando? ¿Y ese cómo supo que regresabas? ¿Le avisaste tú?Karina la miró de reojo.—¿Tú crees que yo le iba a avisar?Fabiola negó con la cabeza de inmediato.—Tú eres necia como tú sola, de todos menos de él le avisarías.—¿Entonces cómo se enteró? —se preguntó Fabiola, intrigada.—Nos topamos en el avión, venía sentado justo delante de mí —respondió Karina, sin darle mayor importancia.Fabiola abrió los ojos, sorprendida.—¿Él en clase económica? ¿Será que Alianza Luminaria ya se está yendo a la quiebra? Si hace poco salió en las noticias que compraron Consorcio Terraviva y se gastaron miles de millones.Karina negó con la cabeza.—Quién sabe, igual y solo quería pasar desapercibido.Fabiola soltó un suspiro.—Sí, los ricos piensan diferente a nosotros. Por eso ellos terminan de jefes y uno aquí, echando relajo.—Pero dime, ¿para qué te llamó?Karina se encogió de hombros.—No tengo idea. Eso sí, su actitud ya no fue igual que antes, hasta me preguntó cuándo volvía.—¿Es en serio? Ese tipo está mal de la cabeza. Si cuando la familia Reyes te corrió, él fue el principal responsable. Y ahora sale con que te llama, qué hipócrita —reviró Fabiola.Karina se encogió de hombros, como si nada.—Seguro piensa que todavía me trae loca, que ahora que regresé le voy a causar problemas. Quiso tantear el terreno antes de que me le aparezca de sorpresa.