Capítulo 1El mismo día en que Joana Osorio regresó de Mar Azul Urbano a Ciudad Beltramo, se cumplía el tercer aniversario de su boda.Antes de llegar a Ciudad Beltramo, se había enfermado de gripe y la tos no le daba tregua.Aun así, llevaba tres meses sin ver a Fabián Rivas y a sus hijos, así que insistió en volver.La familia Rivas era originaria de Ciudad Beltramo.Después de que la ciudad retomó su importancia, sus negocios crecieron en Mar Azul Urbano, y la familia se mudó allá. Sin embargo, la casa principal seguía estando en Ciudad Beltramo.Al volver a la mansión de los Rivas, su celular vibró con una noticia: [El señor Fabián derrocha miles de pesos en una fogata exclusiva para la actriz Tatiana Salgado.]A Joana se le borró la expresión del rostro.Las empleadas de la casa, todas oriundas de Mar Azul Urbano, vieron la noticia y enseguida quisieron consolarla.—Ay, señora, no le haga caso a esas cosas que publican los medios de Ciudad Beltramo. Ya sabe cómo inventan. El señor Fabián está ocupado con asuntos de trabajo.Joana no respondió.Antes de regresar, le había escrito a Fabián un mensaje.Ese mensaje seguía ahí, intacto en su celular.Sin respuesta.Joana no era de las que se clavan en un solo pensamiento, pero tampoco podía evitar preguntarse: ¿qué tan ocupado podía estar ese hombre que dominaba la economía de Ciudad Beltramo desde la cima, mirando a todos por encima del hombro?¿Tan ocupado que ni siquiera podía responderle a su esposa?No quería pensar más en eso.Se quitó el abrigo y fue directo a la zona de juegos para ver a su hijo y a su hija.En esos tres meses, los niños habían crecido un montón.Joana sonrió y se agachó frente a los mellizos, que estaban entretenidos jugando a la casita.Habían hecho una pequeña casa de arena y, dentro de ella, colocaron dos muñecos. Era obvio que representaban a papá y mamá.Joana quiso bromear con su hija.—A ver, mi amor, ¿quiénes son estos dos?La niña, sin dejar de moldear la arena, contestó sin mirar.—Papá y la señorita Tatiana.—No es cierto —intervino el hijo, negando con la cabeza—. En mi casa vive la señorita Tatiana. En la tuya vive mamá.—¡Pero yo quiero que la señorita Tatiana sea mi mamá! —protestó la niña, haciendo un puchero.Joana se quedó helada por un segundo, y le revolvió las trenzas a su hija.—¿Acaso mamá no te gusta?—Sí, pero la señorita Tatiana y papá hacen mejor pareja —respondió el hijo, como si fuera lo más normal del mundo.La niña asintió con seriedad.Era vanidosa y cuidaba mucho su aspecto, así que se apartó rápido las manos de Joana.—Y además, mamá, estás enferma, aléjate de mí, no me despeines. Estas trenzas me las hizo la señorita Tatiana, y si se aflojan, se va a enojar.Joana se tocó el cubrebocas, y observó cómo sus hijos discutían emocionados sobre la ropa que le harían a la señorita Tatiana. Mientras tanto, el muñequito que representaba a la mamá yacía abandonado en una esquina, sin que nadie le prestara atención.Sintió un vacío en el pecho y un sabor amargo en la boca.La señorita Tatiana, de la que hablaban sus hijos, era también el gran amor de su esposo Fabián.Para los medios de Ciudad Beltramo, ellos dos eran la pareja ideal, hechos el uno para el otro.En todos estos años de matrimonio secreto con Fabián, parecía que Tatiana era la única a la que todos reconocían como la esposa de Rivas.Nunca imaginó que, tras meses sin ver a sus hijos, hasta los propios niños preferirían a Tatiana.Bajó la mirada, guardó silencio un buen rato y solo subió a bañarse y descansar cuando la niñera se lo recordó.Justo en ese momento, la secretaria de Fabián llegó apresurada. Al verla, se notó la sorpresa en su cara.—Señora, el señor Fabián no podrá venir hoy. Me pidió que recogiera el regalo que preparó para la señorita Tatiana.—Está bien —contestó Joana con voz apagada.La secretaria se fue, y Joana sintió que el pecho le dolía de verdad.Su esposo sí se acordó de preparar un regalo para otra mujer, pero ni siquiera se acordó de su aniversario de bodas.Marcó una videollamada a Fabián.Contestó al instante.—¿Qué necesitas?En la pantalla apareció la sala privada de Fabián.Lujo por todos lados, luces brillantes, todo con ese estilo despampanante típico de Ciudad Beltramo.Fabián vestía un traje hecho a la medida que costaba cientos de miles de pesos, sostenía una copa elegante y estaba recostado en el sofá.Su porte era impecable. No tenía el aire calculador de los empresarios de la costa. Sus facciones eran serenas, su mirada distante, como si nada pudiera tocarlo.Era el tipo de persona que todos veían como inalcanzable, como alguien a quien todos admiraban desde lejos.A ese Fabián, Joana lo había amado durante seis años.Joana suavizó su tono:—Hace mucho que no nos vemos, esta noche...—Fabián...No había terminado de hablar cuando, al otro lado del teléfono, se escuchó la voz suave y melosa de una mujer.Era Tatiana.Enseguida, la videollamada se cortó.Antes de que terminara la llamada, Fabián solo dejó caer unas palabras, sin emoción:—Hablamos cuando regrese.Joana apretó el celular con fuerza.Se quedó ahí, mirando en silencio los altos edificios iluminados en las afueras de Ciudad Beltramo.El tráfico intenso, las luces de los carros tejían la noche como un tapiz brillante; la ciudad vibraba, deslumbrante, como un sueño del que nadie quiere despertar.Y su esposo, Fabián, con una fortuna de miles de millones de pesos, era capaz de mover los hilos del poder en Ciudad Beltramo.Solo que, con ella, su esposa, nunca tuvo ni un poco de paciencia.Seis años habían pasado, y él seguía igual de distante, igual de ajeno.Cada vez que parecía mirarla con gentileza, en realidad solo ocultaba su indiferencia bajo una fachada tranquila.Durante todos estos años, Joana intentó de todo para que él la volviera a querer.Pero justo esa noche, por primera vez, sintió que ya estaba cansada.No volvió a llamarlo. Esa noche durmió de manera pesada, con la mente nublada.Al día siguiente, por fin Fabián envió un mensaje:[Perdón, feliz aniversario de tres años.]Y luego:[Esto es para compensarte.]Al instante, a su cuenta bancaria llegó una transferencia de ocho cifras.Joana revisó los mensajes.Justo en ese momento, le apareció una notificación de las redes sociales de Tatiana.[Anillo de compromiso hecho a la medida en París, Francia, ocho meses de espera, única vez en la vida. Gracias, Fabián.]La foto mostraba a Tatiana, sonriente y radiante, la mano tan blanca como el mármol, luciendo el anillo de diamantes que resplandecía bajo la luz.Con el vestido color rosa y la Torre Eiffel de fondo, ella parecía la reina de la fiesta, derrochando lujo y belleza.No cabía duda: todo estaba pensado al detalle.De pronto, a Joana le vino a la mente el momento justo antes de casarse con Fabián.En aquella vieja y tranquila villa, él pasó por el corredor. Sus ojos, serenos como un lago, parecían ver a través de todas sus ilusiones.Le dijo:—Me casaré contigo, pero solo eso.Antes, a Joana le parecía exagerado decir: “solo quiero mucho amor, no quiero tanto dinero”.Pero en ese instante, comprendió.Seis años deseando algo imposible: el amor de Fabián. Y nunca lo consiguió.Conteniendo todo lo que sentía, Joana bajó sola las escaleras.En el pequeño jardín de la planta baja, la voz inocente de su hija resonó, con un dejo de queja:—¿Para qué regresó mamá? Srta. Tatiana nos había prometido llevarnos hoy al teatro a ver el show del osito bailarín, y ahora ya no vamos a ir... Si mamá nunca volviera, sería mejor...—Sí, seguro papá quiere más a la Srta. Tatiana. Sr. Portillo dice que papá solo se casó con mamá porque no pudo casarse con la Srta. Tatiana. Aunque mamá es muy bonita, yo prefiero a la Srta. Tatiana...Su hijo bajó la cabeza, todo decaído.Las palabras de los niños le atravesaron el alma a Joana como brasas encendidas.¿Solo porque no pudo casarse con Tatiana...?Despertó de su asombro, sintiendo que el corazón se le llenaba de incertidumbre y tristeza.Volteó a mirar a los dos niños.Había arriesgado la vida cuando los tuvo; durante el parto perdió tanta sangre que casi no lo cuenta.Ambos nacieron débiles, y Joana pasó meses sin dormir, cuidándolos día y noche, hasta que su salud quedó muy afectada.Después algo salió mal en Ciudad Beltramo.El abuelo enfermó de gravedad.Fabián tuvo que regresar para encargarse de todo y se llevó a los niños con él.Desde entonces, Joana viajaba entre dos ciudades, pero cada vez sentía a sus hijos más distantes.No supo en qué momento volvió a entrar a su cuarto.Los niños tenían clase con su maestra particular, así que la señora de la casa los llevó.A pesar de estar ocupada, Joana volvió a intentar contactar a Fabián.Ella era la Sra. Rivas.Tenía derecho a preguntar por sus hijos y por Tatiana.Pero todo quedó bloqueado con un simple:—Tengo cosas importantes, mejor mañana en la noche.Joana no pudo poner en palabras la amargura que sentía.Salió de casa y, sin pensarlo, terminó en la capilla donde conoció a Fabián.La capilla de Ciudad Beltramo era pequeña.Apenas puso un pie dentro, al pie del altar, escuchó la vocecita dulce de su hija:—Srta. Tatiana, ¿de verdad esto funciona?—Por supuesto.Joana levantó la cabeza.A lo lejos, vio a Tatiana y Fabián, cada uno de la mano con uno de los niños.Los cuatro, como la familia perfecta, haciendo una reverencia ante el altar.El suelo aún estaba frío cuando escuchó a los dos niños decir:—Entonces, ¡que la señorita Tatiana y papá sean siempre sanos y felices!Tatiana sonrió y bromeó:—¿Y no van a pedir nada por su mamá?—¡Mamá es mala, siempre molesta a la señorita Tatiana! Jesús no la va a cuidar.Joana sintió como si se abriera un abismo bajo sus pies.Durante un buen rato, permaneció en silencio, observando a su esposo y sus hijos orar por Tatiana frente al altar del templo.Ese era el hombre al que había amado durante seis años, y esos, los hijos que llevaba en su sangre.De pronto, Joana se puso de pie y, sin mirar atrás, se marchó.Había sido terca durante seis años.Esperó a que Fabián volviera a quererla, pero lo único que obtuvo fue verlo, bajo la mirada de Jesús, cuidando a otra mujer.Seguir insistiendo era solo rebajarse a sí misma.Joana regresó a la casa y empacó todas sus cosas.Después, le envió a Fabián el último mensaje:[Fabián, vamos a divorciarnos.]Dejó el anillo de bodas sobre la mesa de noche y, sin volver la vista, tomó un taxi rumbo al aeropuerto....Al salir del templo, Fabián llevó a los dos niños de regreso a la casa.La entrada del templo estaba llena de gente y tráfico. Cuando estaban por avanzar, el celular de Fabián comenzó a sonar.Iba a revisar el mensaje cuando, de repente...—¡Atrapen al ladrón!El bullicio aumentó de golpe.Los guardaespaldas quisieron cubrir a Fabián, pero Tatiana fue empujada y acabó chocando directo contra él.El celular cayó de sus manos y, en medio de la multitud que corría, se hizo añicos bajo los pies de los transeúntes.—Fabián, perdón... tu celular...Fabián solo frunció el ceño un segundo y contestó con voz impasible:—No pasa nada, consigo otro.Ese celular casi solo lo usaba para hablar con la familia.En casa de los Rivas nadie era muy dado a mandar mensajes; a lo mucho, Joana le mandaba uno que otro.Pero, la verdad, ninguna de esas cosas le parecía importante....De regreso, los dos niños iban radiantes de emoción.Dafne Rivas, la hija, se aferró al saco de Fabián y le rogó:—Papá, ¿en serio la señorita Tatiana vendrá a vivir con nosotros dentro de unos días? Ella me prometió llevarme al parque de dulces.Hasta Lisandro Rivas no pudo evitar emocionarse.—¿En serio? —preguntó Fabián, asintiendo.Lisandro, sin embargo, se veía inquieto.—Pero papá... mamá dice que por nuestra salud, el olor en el parque de dulces nos hace daño y que no deberíamos ir. ¿No se va a enojar si lo hacemos? Y... si mamá se entera de que la señorita Tatiana viene a quedarse, ¿no se va a poner triste?Fabián les habló con calma:—La señorita Tatiana sabe de medicina. Ella me salvó la vida una vez. Si está con ustedes, no pasará nada. Además, su mamá no estará mucho tiempo aquí, y la señorita Tatiana solo se quedará un rato para ayudarles a mejorar.Los niños tenían salud frágil; con la ayuda de Tatiana, quizá mejorarían.—¡Qué bien! —gritaron los dos, brincando de alegría al llegar a casa.Entonces, sucedió algo que los hizo todavía más felices.Mamá se había ido de Mar Azul Urbano.Fabián, al encontrarse el anillo de bodas sobre la mesa de noche, se sorprendió un poco.Desde que se casaron, no importaba cuánto discutieran, Joana nunca se había quitado el anillo.Ahora, se había ido sin avisar y había dejado el anillo atrás...¿Será que pensaba que él la había dejado de lado y por eso estaba haciendo berrinche?Antes, Joana era tranquila y dócil, muy en el estilo reservado de la gente de Mar Azul Urbano.No importaba cómo la tratara, ella jamás le levantó la voz.Increíble.Hasta la persona más paciente se cansa.Fabián, sin embargo, no le dio mayor importancia.Dejó el anillo de bodas a un lado y ordenó:—La señora no va a estar por un tiempo, así que recojan sus cosas. Dejen el cuarto listo. En unos días, la señorita Tatiana vendrá a quedarse.Los ojos de Dafne y Lisandro brillaron de emoción.Capítulo 2El mismo día en que Joana Osorio regresó de Mar Azul Urbano a Ciudad Beltramo, se cumplía el tercer aniversario de su boda.Antes de llegar a Ciudad Beltramo, se había enfermado de gripe y la tos no le daba tregua.Aun así, llevaba tres meses sin ver a Fabián Rivas y a sus hijos, así que insistió en volver.La familia Rivas era originaria de Ciudad Beltramo.Después de que la ciudad retomó su importancia, sus negocios crecieron en Mar Azul Urbano, y la familia se mudó allá. Sin embargo, la casa principal seguía estando en Ciudad Beltramo.Al volver a la mansión de los Rivas, su celular vibró con una noticia: [El señor Fabián derrocha miles de pesos en una fogata exclusiva para la actriz Tatiana Salgado.]A Joana se le borró la expresión del rostro.Las empleadas de la casa, todas oriundas de Mar Azul Urbano, vieron la noticia y enseguida quisieron consolarla.—Ay, señora, no le haga caso a esas cosas que publican los medios de Ciudad Beltramo. Ya sabe cómo inventan. El señor Fabián está ocupado con asuntos de trabajo.Joana no respondió.Antes de regresar, le había escrito a Fabián un mensaje.Ese mensaje seguía ahí, intacto en su celular.Sin respuesta.Joana no era de las que se clavan en un solo pensamiento, pero tampoco podía evitar preguntarse: ¿qué tan ocupado podía estar ese hombre que dominaba la economía de Ciudad Beltramo desde la cima, mirando a todos por encima del hombro?¿Tan ocupado que ni siquiera podía responderle a su esposa?No quería pensar más en eso.Se quitó el abrigo y fue directo a la zona de juegos para ver a su hijo y a su hija.En esos tres meses, los niños habían crecido un montón.Joana sonrió y se agachó frente a los mellizos, que estaban entretenidos jugando a la casita.Habían hecho una pequeña casa de arena y, dentro de ella, colocaron dos muñecos. Era obvio que representaban a papá y mamá.Joana quiso bromear con su hija.—A ver, mi amor, ¿quiénes son estos dos?La niña, sin dejar de moldear la arena, contestó sin mirar.—Papá y la señorita Tatiana.—No es cierto —intervino el hijo, negando con la cabeza—. En mi casa vive la señorita Tatiana. En la tuya vive mamá.—¡Pero yo quiero que la señorita Tatiana sea mi mamá! —protestó la niña, haciendo un puchero.Joana se quedó helada por un segundo, y le revolvió las trenzas a su hija.—¿Acaso mamá no te gusta?—Sí, pero la señorita Tatiana y papá hacen mejor pareja —respondió el hijo, como si fuera lo más normal del mundo.La niña asintió con seriedad.Era vanidosa y cuidaba mucho su aspecto, así que se apartó rápido las manos de Joana.—Y además, mamá, estás enferma, aléjate de mí, no me despeines. Estas trenzas me las hizo la señorita Tatiana, y si se aflojan, se va a enojar.Joana se tocó el cubrebocas, y observó cómo sus hijos discutían emocionados sobre la ropa que le harían a la señorita Tatiana. Mientras tanto, el muñequito que representaba a la mamá yacía abandonado en una esquina, sin que nadie le prestara atención.Sintió un vacío en el pecho y un sabor amargo en la boca.La señorita Tatiana, de la que hablaban sus hijos, era también el gran amor de su esposo Fabián.Para los medios de Ciudad Beltramo, ellos dos eran la pareja ideal, hechos el uno para el otro.En todos estos años de matrimonio secreto con Fabián, parecía que Tatiana era la única a la que todos reconocían como la esposa de Rivas.Nunca imaginó que, tras meses sin ver a sus hijos, hasta los propios niños preferirían a Tatiana.Bajó la mirada, guardó silencio un buen rato y solo subió a bañarse y descansar cuando la niñera se lo recordó.Justo en ese momento, la secretaria de Fabián llegó apresurada. Al verla, se notó la sorpresa en su cara.—Señora, el señor Fabián no podrá venir hoy. Me pidió que recogiera el regalo que preparó para la señorita Tatiana.—Está bien —contestó Joana con voz apagada.La secretaria se fue, y Joana sintió que el pecho le dolía de verdad.Su esposo sí se acordó de preparar un regalo para otra mujer, pero ni siquiera se acordó de su aniversario de bodas.Marcó una videollamada a Fabián.Contestó al instante.—¿Qué necesitas?En la pantalla apareció la sala privada de Fabián.Lujo por todos lados, luces brillantes, todo con ese estilo despampanante típico de Ciudad Beltramo.Fabián vestía un traje hecho a la medida que costaba cientos de miles de pesos, sostenía una copa elegante y estaba recostado en el sofá.Su porte era impecable. No tenía el aire calculador de los empresarios de la costa. Sus facciones eran serenas, su mirada distante, como si nada pudiera tocarlo.Era el tipo de persona que todos veían como inalcanzable, como alguien a quien todos admiraban desde lejos.A ese Fabián, Joana lo había amado durante seis años.Joana suavizó su tono:—Hace mucho que no nos vemos, esta noche...—Fabián...No había terminado de hablar cuando, al otro lado del teléfono, se escuchó la voz suave y melosa de una mujer.Era Tatiana.Enseguida, la videollamada se cortó.Antes de que terminara la llamada, Fabián solo dejó caer unas palabras, sin emoción:—Hablamos cuando regrese.Joana apretó el celular con fuerza.Se quedó ahí, mirando en silencio los altos edificios iluminados en las afueras de Ciudad Beltramo.El tráfico intenso, las luces de los carros tejían la noche como un tapiz brillante; la ciudad vibraba, deslumbrante, como un sueño del que nadie quiere despertar.Y su esposo, Fabián, con una fortuna de miles de millones de pesos, era capaz de mover los hilos del poder en Ciudad Beltramo.Solo que, con ella, su esposa, nunca tuvo ni un poco de paciencia.Seis años habían pasado, y él seguía igual de distante, igual de ajeno.Cada vez que parecía mirarla con gentileza, en realidad solo ocultaba su indiferencia bajo una fachada tranquila.Durante todos estos años, Joana intentó de todo para que él la volviera a querer.Pero justo esa noche, por primera vez, sintió que ya estaba cansada.No volvió a llamarlo. Esa noche durmió de manera pesada, con la mente nublada.Al día siguiente, por fin Fabián envió un mensaje:[Perdón, feliz aniversario de tres años.]Y luego:[Esto es para compensarte.]Al instante, a su cuenta bancaria llegó una transferencia de ocho cifras.Joana revisó los mensajes.Justo en ese momento, le apareció una notificación de las redes sociales de Tatiana.[Anillo de compromiso hecho a la medida en París, Francia, ocho meses de espera, única vez en la vida. Gracias, Fabián.]La foto mostraba a Tatiana, sonriente y radiante, la mano tan blanca como el mármol, luciendo el anillo de diamantes que resplandecía bajo la luz.Con el vestido color rosa y la Torre Eiffel de fondo, ella parecía la reina de la fiesta, derrochando lujo y belleza.No cabía duda: todo estaba pensado al detalle.De pronto, a Joana le vino a la mente el momento justo antes de casarse con Fabián.En aquella vieja y tranquila villa, él pasó por el corredor. Sus ojos, serenos como un lago, parecían ver a través de todas sus ilusiones.Le dijo:—Me casaré contigo, pero solo eso.Antes, a Joana le parecía exagerado decir: “solo quiero mucho amor, no quiero tanto dinero”.Pero en ese instante, comprendió.Seis años deseando algo imposible: el amor de Fabián. Y nunca lo consiguió.Conteniendo todo lo que sentía, Joana bajó sola las escaleras.En el pequeño jardín de la planta baja, la voz inocente de su hija resonó, con un dejo de queja:—¿Para qué regresó mamá? Srta. Tatiana nos había prometido llevarnos hoy al teatro a ver el show del osito bailarín, y ahora ya no vamos a ir... Si mamá nunca volviera, sería mejor...—Sí, seguro papá quiere más a la Srta. Tatiana. Sr. Portillo dice que papá solo se casó con mamá porque no pudo casarse con la Srta. Tatiana. Aunque mamá es muy bonita, yo prefiero a la Srta. Tatiana...Su hijo bajó la cabeza, todo decaído.Las palabras de los niños le atravesaron el alma a Joana como brasas encendidas.¿Solo porque no pudo casarse con Tatiana...?Despertó de su asombro, sintiendo que el corazón se le llenaba de incertidumbre y tristeza.Volteó a mirar a los dos niños.Había arriesgado la vida cuando los tuvo; durante el parto perdió tanta sangre que casi no lo cuenta.Ambos nacieron débiles, y Joana pasó meses sin dormir, cuidándolos día y noche, hasta que su salud quedó muy afectada.Después algo salió mal en Ciudad Beltramo.El abuelo enfermó de gravedad.Fabián tuvo que regresar para encargarse de todo y se llevó a los niños con él.Desde entonces, Joana viajaba entre dos ciudades, pero cada vez sentía a sus hijos más distantes.No supo en qué momento volvió a entrar a su cuarto.Los niños tenían clase con su maestra particular, así que la señora de la casa los llevó.A pesar de estar ocupada, Joana volvió a intentar contactar a Fabián.Ella era la Sra. Rivas.Tenía derecho a preguntar por sus hijos y por Tatiana.Pero todo quedó bloqueado con un simple:—Tengo cosas importantes, mejor mañana en la noche.Joana no pudo poner en palabras la amargura que sentía.Salió de casa y, sin pensarlo, terminó en la capilla donde conoció a Fabián.La capilla de Ciudad Beltramo era pequeña.Apenas puso un pie dentro, al pie del altar, escuchó la vocecita dulce de su hija:—Srta. Tatiana, ¿de verdad esto funciona?—Por supuesto.Joana levantó la cabeza.A lo lejos, vio a Tatiana y Fabián, cada uno de la mano con uno de los niños.Los cuatro, como la familia perfecta, haciendo una reverencia ante el altar.El suelo aún estaba frío cuando escuchó a los dos niños decir:—Entonces, ¡que la señorita Tatiana y papá sean siempre sanos y felices!Tatiana sonrió y bromeó:—¿Y no van a pedir nada por su mamá?—¡Mamá es mala, siempre molesta a la señorita Tatiana! Jesús no la va a cuidar.Joana sintió como si se abriera un abismo bajo sus pies.Durante un buen rato, permaneció en silencio, observando a su esposo y sus hijos orar por Tatiana frente al altar del templo.Ese era el hombre al que había amado durante seis años, y esos, los hijos que llevaba en su sangre.De pronto, Joana se puso de pie y, sin mirar atrás, se marchó.Había sido terca durante seis años.Esperó a que Fabián volviera a quererla, pero lo único que obtuvo fue verlo, bajo la mirada de Jesús, cuidando a otra mujer.Seguir insistiendo era solo rebajarse a sí misma.Joana regresó a la casa y empacó todas sus cosas.Después, le envió a Fabián el último mensaje:[Fabián, vamos a divorciarnos.]Dejó el anillo de bodas sobre la mesa de noche y, sin volver la vista, tomó un taxi rumbo al aeropuerto....Al salir del templo, Fabián llevó a los dos niños de regreso a la casa.La entrada del templo estaba llena de gente y tráfico. Cuando estaban por avanzar, el celular de Fabián comenzó a sonar.Iba a revisar el mensaje cuando, de repente...—¡Atrapen al ladrón!El bullicio aumentó de golpe.Los guardaespaldas quisieron cubrir a Fabián, pero Tatiana fue empujada y acabó chocando directo contra él.El celular cayó de sus manos y, en medio de la multitud que corría, se hizo añicos bajo los pies de los transeúntes.—Fabián, perdón... tu celular...Fabián solo frunció el ceño un segundo y contestó con voz impasible:—No pasa nada, consigo otro.Ese celular casi solo lo usaba para hablar con la familia.En casa de los Rivas nadie era muy dado a mandar mensajes; a lo mucho, Joana le mandaba uno que otro.Pero, la verdad, ninguna de esas cosas le parecía importante....De regreso, los dos niños iban radiantes de emoción.Dafne Rivas, la hija, se aferró al saco de Fabián y le rogó:—Papá, ¿en serio la señorita Tatiana vendrá a vivir con nosotros dentro de unos días? Ella me prometió llevarme al parque de dulces.Hasta Lisandro Rivas no pudo evitar emocionarse.—¿En serio? —preguntó Fabián, asintiendo.Lisandro, sin embargo, se veía inquieto.—Pero papá... mamá dice que por nuestra salud, el olor en el parque de dulces nos hace daño y que no deberíamos ir. ¿No se va a enojar si lo hacemos? Y... si mamá se entera de que la señorita Tatiana viene a quedarse, ¿no se va a poner triste?Fabián les habló con calma:—La señorita Tatiana sabe de medicina. Ella me salvó la vida una vez. Si está con ustedes, no pasará nada. Además, su mamá no estará mucho tiempo aquí, y la señorita Tatiana solo se quedará un rato para ayudarles a mejorar.Los niños tenían salud frágil; con la ayuda de Tatiana, quizá mejorarían.—¡Qué bien! —gritaron los dos, brincando de alegría al llegar a casa.Entonces, sucedió algo que los hizo todavía más felices.Mamá se había ido de Mar Azul Urbano.Fabián, al encontrarse el anillo de bodas sobre la mesa de noche, se sorprendió un poco.Desde que se casaron, no importaba cuánto discutieran, Joana nunca se había quitado el anillo.Ahora, se había ido sin avisar y había dejado el anillo atrás...¿Será que pensaba que él la había dejado de lado y por eso estaba haciendo berrinche?Antes, Joana era tranquila y dócil, muy en el estilo reservado de la gente de Mar Azul Urbano.No importaba cómo la tratara, ella jamás le levantó la voz.Increíble.Hasta la persona más paciente se cansa.Fabián, sin embargo, no le dio mayor importancia.Dejó el anillo de bodas a un lado y ordenó:—La señora no va a estar por un tiempo, así que recojan sus cosas. Dejen el cuarto listo. En unos días, la señorita Tatiana vendrá a quedarse.Los ojos de Dafne y Lisandro brillaron de emoción.Capítulo 3El mismo día en que Joana Osorio regresó de Mar Azul Urbano a Ciudad Beltramo, se cumplía el tercer aniversario de su boda.Antes de llegar a Ciudad Beltramo, se había enfermado de gripe y la tos no le daba tregua.Aun así, llevaba tres meses sin ver a Fabián Rivas y a sus hijos, así que insistió en volver.La familia Rivas era originaria de Ciudad Beltramo.Después de que la ciudad retomó su importancia, sus negocios crecieron en Mar Azul Urbano, y la familia se mudó allá. Sin embargo, la casa principal seguía estando en Ciudad Beltramo.Al volver a la mansión de los Rivas, su celular vibró con una noticia: [El señor Fabián derrocha miles de pesos en una fogata exclusiva para la actriz Tatiana Salgado.]A Joana se le borró la expresión del rostro.Las empleadas de la casa, todas oriundas de Mar Azul Urbano, vieron la noticia y enseguida quisieron consolarla.—Ay, señora, no le haga caso a esas cosas que publican los medios de Ciudad Beltramo. Ya sabe cómo inventan. El señor Fabián está ocupado con asuntos de trabajo.Joana no respondió.Antes de regresar, le había escrito a Fabián un mensaje.Ese mensaje seguía ahí, intacto en su celular.Sin respuesta.Joana no era de las que se clavan en un solo pensamiento, pero tampoco podía evitar preguntarse: ¿qué tan ocupado podía estar ese hombre que dominaba la economía de Ciudad Beltramo desde la cima, mirando a todos por encima del hombro?¿Tan ocupado que ni siquiera podía responderle a su esposa?No quería pensar más en eso.Se quitó el abrigo y fue directo a la zona de juegos para ver a su hijo y a su hija.En esos tres meses, los niños habían crecido un montón.Joana sonrió y se agachó frente a los mellizos, que estaban entretenidos jugando a la casita.Habían hecho una pequeña casa de arena y, dentro de ella, colocaron dos muñecos. Era obvio que representaban a papá y mamá.Joana quiso bromear con su hija.—A ver, mi amor, ¿quiénes son estos dos?La niña, sin dejar de moldear la arena, contestó sin mirar.—Papá y la señorita Tatiana.—No es cierto —intervino el hijo, negando con la cabeza—. En mi casa vive la señorita Tatiana. En la tuya vive mamá.—¡Pero yo quiero que la señorita Tatiana sea mi mamá! —protestó la niña, haciendo un puchero.Joana se quedó helada por un segundo, y le revolvió las trenzas a su hija.—¿Acaso mamá no te gusta?—Sí, pero la señorita Tatiana y papá hacen mejor pareja —respondió el hijo, como si fuera lo más normal del mundo.La niña asintió con seriedad.Era vanidosa y cuidaba mucho su aspecto, así que se apartó rápido las manos de Joana.—Y además, mamá, estás enferma, aléjate de mí, no me despeines. Estas trenzas me las hizo la señorita Tatiana, y si se aflojan, se va a enojar.Joana se tocó el cubrebocas, y observó cómo sus hijos discutían emocionados sobre la ropa que le harían a la señorita Tatiana. Mientras tanto, el muñequito que representaba a la mamá yacía abandonado en una esquina, sin que nadie le prestara atención.Sintió un vacío en el pecho y un sabor amargo en la boca.La señorita Tatiana, de la que hablaban sus hijos, era también el gran amor de su esposo Fabián.Para los medios de Ciudad Beltramo, ellos dos eran la pareja ideal, hechos el uno para el otro.En todos estos años de matrimonio secreto con Fabián, parecía que Tatiana era la única a la que todos reconocían como la esposa de Rivas.Nunca imaginó que, tras meses sin ver a sus hijos, hasta los propios niños preferirían a Tatiana.Bajó la mirada, guardó silencio un buen rato y solo subió a bañarse y descansar cuando la niñera se lo recordó.Justo en ese momento, la secretaria de Fabián llegó apresurada. Al verla, se notó la sorpresa en su cara.—Señora, el señor Fabián no podrá venir hoy. Me pidió que recogiera el regalo que preparó para la señorita Tatiana.—Está bien —contestó Joana con voz apagada.La secretaria se fue, y Joana sintió que el pecho le dolía de verdad.Su esposo sí se acordó de preparar un regalo para otra mujer, pero ni siquiera se acordó de su aniversario de bodas.Marcó una videollamada a Fabián.Contestó al instante.—¿Qué necesitas?En la pantalla apareció la sala privada de Fabián.Lujo por todos lados, luces brillantes, todo con ese estilo despampanante típico de Ciudad Beltramo.Fabián vestía un traje hecho a la medida que costaba cientos de miles de pesos, sostenía una copa elegante y estaba recostado en el sofá.Su porte era impecable. No tenía el aire calculador de los empresarios de la costa. Sus facciones eran serenas, su mirada distante, como si nada pudiera tocarlo.Era el tipo de persona que todos veían como inalcanzable, como alguien a quien todos admiraban desde lejos.A ese Fabián, Joana lo había amado durante seis años.Joana suavizó su tono:—Hace mucho que no nos vemos, esta noche...—Fabián...No había terminado de hablar cuando, al otro lado del teléfono, se escuchó la voz suave y melosa de una mujer.Era Tatiana.Enseguida, la videollamada se cortó.Antes de que terminara la llamada, Fabián solo dejó caer unas palabras, sin emoción:—Hablamos cuando regrese.Joana apretó el celular con fuerza.Se quedó ahí, mirando en silencio los altos edificios iluminados en las afueras de Ciudad Beltramo.El tráfico intenso, las luces de los carros tejían la noche como un tapiz brillante; la ciudad vibraba, deslumbrante, como un sueño del que nadie quiere despertar.Y su esposo, Fabián, con una fortuna de miles de millones de pesos, era capaz de mover los hilos del poder en Ciudad Beltramo.Solo que, con ella, su esposa, nunca tuvo ni un poco de paciencia.Seis años habían pasado, y él seguía igual de distante, igual de ajeno.Cada vez que parecía mirarla con gentileza, en realidad solo ocultaba su indiferencia bajo una fachada tranquila.Durante todos estos años, Joana intentó de todo para que él la volviera a querer.Pero justo esa noche, por primera vez, sintió que ya estaba cansada.No volvió a llamarlo. Esa noche durmió de manera pesada, con la mente nublada.Al día siguiente, por fin Fabián envió un mensaje:[Perdón, feliz aniversario de tres años.]Y luego:[Esto es para compensarte.]Al instante, a su cuenta bancaria llegó una transferencia de ocho cifras.Joana revisó los mensajes.Justo en ese momento, le apareció una notificación de las redes sociales de Tatiana.[Anillo de compromiso hecho a la medida en París, Francia, ocho meses de espera, única vez en la vida. Gracias, Fabián.]La foto mostraba a Tatiana, sonriente y radiante, la mano tan blanca como el mármol, luciendo el anillo de diamantes que resplandecía bajo la luz.Con el vestido color rosa y la Torre Eiffel de fondo, ella parecía la reina de la fiesta, derrochando lujo y belleza.No cabía duda: todo estaba pensado al detalle.De pronto, a Joana le vino a la mente el momento justo antes de casarse con Fabián.En aquella vieja y tranquila villa, él pasó por el corredor. Sus ojos, serenos como un lago, parecían ver a través de todas sus ilusiones.Le dijo:—Me casaré contigo, pero solo eso.Antes, a Joana le parecía exagerado decir: “solo quiero mucho amor, no quiero tanto dinero”.Pero en ese instante, comprendió.Seis años deseando algo imposible: el amor de Fabián. Y nunca lo consiguió.Conteniendo todo lo que sentía, Joana bajó sola las escaleras.En el pequeño jardín de la planta baja, la voz inocente de su hija resonó, con un dejo de queja:—¿Para qué regresó mamá? Srta. Tatiana nos había prometido llevarnos hoy al teatro a ver el show del osito bailarín, y ahora ya no vamos a ir... Si mamá nunca volviera, sería mejor...—Sí, seguro papá quiere más a la Srta. Tatiana. Sr. Portillo dice que papá solo se casó con mamá porque no pudo casarse con la Srta. Tatiana. Aunque mamá es muy bonita, yo prefiero a la Srta. Tatiana...Su hijo bajó la cabeza, todo decaído.Las palabras de los niños le atravesaron el alma a Joana como brasas encendidas.¿Solo porque no pudo casarse con Tatiana...?Despertó de su asombro, sintiendo que el corazón se le llenaba de incertidumbre y tristeza.Volteó a mirar a los dos niños.Había arriesgado la vida cuando los tuvo; durante el parto perdió tanta sangre que casi no lo cuenta.Ambos nacieron débiles, y Joana pasó meses sin dormir, cuidándolos día y noche, hasta que su salud quedó muy afectada.Después algo salió mal en Ciudad Beltramo.El abuelo enfermó de gravedad.Fabián tuvo que regresar para encargarse de todo y se llevó a los niños con él.Desde entonces, Joana viajaba entre dos ciudades, pero cada vez sentía a sus hijos más distantes.No supo en qué momento volvió a entrar a su cuarto.Los niños tenían clase con su maestra particular, así que la señora de la casa los llevó.A pesar de estar ocupada, Joana volvió a intentar contactar a Fabián.Ella era la Sra. Rivas.Tenía derecho a preguntar por sus hijos y por Tatiana.Pero todo quedó bloqueado con un simple:—Tengo cosas importantes, mejor mañana en la noche.Joana no pudo poner en palabras la amargura que sentía.Salió de casa y, sin pensarlo, terminó en la capilla donde conoció a Fabián.La capilla de Ciudad Beltramo era pequeña.Apenas puso un pie dentro, al pie del altar, escuchó la vocecita dulce de su hija:—Srta. Tatiana, ¿de verdad esto funciona?—Por supuesto.Joana levantó la cabeza.A lo lejos, vio a Tatiana y Fabián, cada uno de la mano con uno de los niños.Los cuatro, como la familia perfecta, haciendo una reverencia ante el altar.El suelo aún estaba frío cuando escuchó a los dos niños decir:—Entonces, ¡que la señorita Tatiana y papá sean siempre sanos y felices!Tatiana sonrió y bromeó:—¿Y no van a pedir nada por su mamá?—¡Mamá es mala, siempre molesta a la señorita Tatiana! Jesús no la va a cuidar.Joana sintió como si se abriera un abismo bajo sus pies.Durante un buen rato, permaneció en silencio, observando a su esposo y sus hijos orar por Tatiana frente al altar del templo.Ese era el hombre al que había amado durante seis años, y esos, los hijos que llevaba en su sangre.De pronto, Joana se puso de pie y, sin mirar atrás, se marchó.Había sido terca durante seis años.Esperó a que Fabián volviera a quererla, pero lo único que obtuvo fue verlo, bajo la mirada de Jesús, cuidando a otra mujer.Seguir insistiendo era solo rebajarse a sí misma.Joana regresó a la casa y empacó todas sus cosas.Después, le envió a Fabián el último mensaje:[Fabián, vamos a divorciarnos.]Dejó el anillo de bodas sobre la mesa de noche y, sin volver la vista, tomó un taxi rumbo al aeropuerto....Al salir del templo, Fabián llevó a los dos niños de regreso a la casa.La entrada del templo estaba llena de gente y tráfico. Cuando estaban por avanzar, el celular de Fabián comenzó a sonar.Iba a revisar el mensaje cuando, de repente...—¡Atrapen al ladrón!El bullicio aumentó de golpe.Los guardaespaldas quisieron cubrir a Fabián, pero Tatiana fue empujada y acabó chocando directo contra él.El celular cayó de sus manos y, en medio de la multitud que corría, se hizo añicos bajo los pies de los transeúntes.—Fabián, perdón... tu celular...Fabián solo frunció el ceño un segundo y contestó con voz impasible:—No pasa nada, consigo otro.Ese celular casi solo lo usaba para hablar con la familia.En casa de los Rivas nadie era muy dado a mandar mensajes; a lo mucho, Joana le mandaba uno que otro.Pero, la verdad, ninguna de esas cosas le parecía importante....De regreso, los dos niños iban radiantes de emoción.Dafne Rivas, la hija, se aferró al saco de Fabián y le rogó:—Papá, ¿en serio la señorita Tatiana vendrá a vivir con nosotros dentro de unos días? Ella me prometió llevarme al parque de dulces.Hasta Lisandro Rivas no pudo evitar emocionarse.—¿En serio? —preguntó Fabián, asintiendo.Lisandro, sin embargo, se veía inquieto.—Pero papá... mamá dice que por nuestra salud, el olor en el parque de dulces nos hace daño y que no deberíamos ir. ¿No se va a enojar si lo hacemos? Y... si mamá se entera de que la señorita Tatiana viene a quedarse, ¿no se va a poner triste?Fabián les habló con calma:—La señorita Tatiana sabe de medicina. Ella me salvó la vida una vez. Si está con ustedes, no pasará nada. Además, su mamá no estará mucho tiempo aquí, y la señorita Tatiana solo se quedará un rato para ayudarles a mejorar.Los niños tenían salud frágil; con la ayuda de Tatiana, quizá mejorarían.—¡Qué bien! —gritaron los dos, brincando de alegría al llegar a casa.Entonces, sucedió algo que los hizo todavía más felices.Mamá se había ido de Mar Azul Urbano.Fabián, al encontrarse el anillo de bodas sobre la mesa de noche, se sorprendió un poco.Desde que se casaron, no importaba cuánto discutieran, Joana nunca se había quitado el anillo.Ahora, se había ido sin avisar y había dejado el anillo atrás...¿Será que pensaba que él la había dejado de lado y por eso estaba haciendo berrinche?Antes, Joana era tranquila y dócil, muy en el estilo reservado de la gente de Mar Azul Urbano.No importaba cómo la tratara, ella jamás le levantó la voz.Increíble.Hasta la persona más paciente se cansa.Fabián, sin embargo, no le dio mayor importancia.Dejó el anillo de bodas a un lado y ordenó:—La señora no va a estar por un tiempo, así que recojan sus cosas. Dejen el cuarto listo. En unos días, la señorita Tatiana vendrá a quedarse.Los ojos de Dafne y Lisandro brillaron de emoción.