Capítulo 1—Señorita Ramos, aquí está el plan de desaparición que reservó. La fecha de ejecución será el día de su boda, dentro de dos semanas. El método será una caída accidental, y la encargada de llevarlo a cabo será usted misma. Por favor, confirme y firme aquí.Oriana Ramos asintió apenas, luego tomó la pluma y firmó su nombre con trazo decidido al final del documento....Las calles estaban llenas de gente y ruido, pero Oriana caminaba sola en dirección a casa, con el paso lento y la mente perdida. Levantó la vista sin querer y, a lo lejos, en la pantalla LED de un edificio, se repetía una y otra vez el video del momento en que Federico Ibañez le pidió matrimonio.En el video, Federico, que siempre parecía tan firme y seguro, se arrodillaba frente a ella. Sostenía el anillo con manos temblorosas, y cuando ella aceptaba con un “sí, quiero”, sus lágrimas, contenidas por tanto tiempo, finalmente brotaban.Esa escena tan tierna provocó que dos chicas a un lado de Oriana se abrazaran y lloraran de emoción, con los ojos llenos de envidia.—¡No lo puedo creer! ¡Federico sí que está enamorado de Oriana hasta los huesos!—Totalmente, el señor Ibañez es un romántico empedernido. Dicen que son amigos de toda la vida, que a los dieciséis ya no pudo evitar declararse. Y a los veinte, le hizo una corona con el diamante rosa más raro del mundo, solo para llamarla su princesa para siempre. A los veintidós, cuando la señorita Ramos tuvo el accidente de carro y necesitaba una transfusión urgente, él casi se muere por salvarla. Y ahora, a los veintiséis, le pidió matrimonio en vivo, para todo el mundo, dándole la propuesta más espectacular de la historia. ¿Dónde vas a encontrar a alguien que consienta así a su esposa?...Oriana dejó de escuchar y bajó la cabeza, ocultando la burla en sus propios ojos.Todos admiraban su relación. Todos decían que Federico la amaba hasta el extremo.Pero nadie imaginaba que ese mismo hombre, tan perfecto a los ojos de todos, llevaba cinco años ocultándole a una famosa con la que compartía una vida secreta.Las noches en que él decía estar ocupado en la oficina, la realidad era muy distinta: estaba con esa estrella, compartiendo caricias y secretos. Cuando la verdad salió a la luz, el corazón de Oriana se sintió desgarrado, como si lo atravesaran con un cuchillo, dejándola herida y sin fuerzas.Al ver esas fotos humillantes, Oriana recordó un momento de su adolescencia: cuando tenía dieciséis años, sus padres se divorciaron y pelearon por su custodia. En medio de ese caos, Federico fue quien entró a su casa, le tomó la mano y le dijo con firmeza:—Si ellos no te quieren, yo sí.Desde entonces, Federico le entregó su corazón sin reservas.Peleó por ella, incluso se rompió un hueso. Recordaba cada fecha importante de Oriana, llenaba sus redes sociales con fotos de los dos. Todos sus amigos sabían que él solo tenía ojos para ella.Y cuando le puso el anillo de bodas, lloraba mientras la besaba. Le suplicaba que lo amara siempre, que nunca lo dejara, que si algún día se iba, él no podría soportarlo.Él fue quien juró no poder vivir sin ella, pero al final, fue él quien la traicionó primero.Por eso, Oriana había decidido desaparecer, fingir su muerte y empezar de nuevo, borrando todo rastro para siempre.Se limpió las lágrimas del borde de los ojos y estaba por irse, cuando un carro negro frenó a pocos metros de ella. De inmediato, la puerta trasera se abrió y un hombre alto bajó con paso decidido, acercándose rápidamente.—Ori, quedamos en que me esperarías en casa. Apenas terminara el trabajo, iba a buscarte para ir juntos a probarte el vestido de novia. ¿Por qué saliste sola?Federico le tomó la mano en cuanto llegó a su lado. Al sentir lo fría que estaba, se quitó la chaqueta y la puso sobre sus hombros, abrumado por la preocupación.—Tienes las manos heladas. Si no te abrigas, te vas a enfermar y me vas a matar de un susto, ¿sabes?Oriana no respondió. Solo lo miró, en silencio, directamente a los ojos. Él parecía genuinamente preocupado, sin rastro de fingimiento. Y eso la confundía más, porque no entendía cómo alguien podía amar a dos personas al mismo tiempo.Federico ajustó la chaqueta en sus hombros, preparándose para llevarla al carro. En ese momento, las dos chicas que antes la miraban reconocieron la escena y, al verlos, sus ojos se llenaron de emoción.Ellas se acercaron con emoción, las mejillas encendidas, y al hablar apenas y podían hilar las palabras.—Ho-hola, ¿ustedes son Oriana y Federico? Nosotras somos sus fans, ¿podemos tomarnos una foto con ustedes?Oriana no quiso arruinarles el momento. Dudó un instante, pero al final asintió con la cabeza.En cuanto obtuvieron el permiso, las dos chicas los rodearon y se pusieron al centro, listas para la foto.Federico, aunque no era fan de las fotos, accedió y pasó un brazo por los hombros de Oriana, ambos mirando hacia el celular.Al terminar, las chicas, todavía con las caras rojas, no dejaban de agradecerles, soltando bendiciones y buenos deseos para que su amor durara toda la vida y su matrimonio fuera feliz.¿Toda la vida juntos?Oriana alzó la mirada hacia Federico; sus ojos se cruzaron. Él le regaló una sonrisa tan tierna que casi podía derretir el corazón, como si le estuviera diciendo que también creía en esos deseos.Pero solo ella sabía en el fondo, que entre ellos ya no había futuro....En la entrada de la tienda de vestidos de novia, Oriana apenas bajaba del carro cuando la empleada, que ya la esperaba, corrió a recibirla con una mezcla de emoción y envidia.—Señorita Ramos, el señor Ibañez preparó especialmente cientos de vestidos para usted. Puede probarse los que quiera y elegir el que más le guste.Oriana no respondió. Solo miró a Federico, que estaba a un lado, absorto en su celular, con una expresión que le resultaba extrañamente familiar.Esa mirada, ese brillo en los ojos, solo lo había visto en las fotos donde él abrazaba a esas actrices jóvenes.Al sentir la mirada de Oriana, Federico guardó el celular con prisa y se acercó, mostrándose algo culpable.—Ori, perdóname, acaba de salir un asunto urgente en la empresa. Le pedí al chofer que espere aquí. Cuando termines de probarte los vestidos, deja que él te lleve a casa.Al terminar de hablar, le dio un beso rápido en la frente y subió de inmediato a otro carro, dejándola sola.La empleada, algo incómoda, preguntó en voz baja:—Señorita Ramos, ¿quiere que empecemos con las pruebas de vestidos?Oriana apartó la mirada y negó con la cabeza.—No, ya no quiero probarme nada. No me interesa ninguno.Después de todo, en su boda solo habría una “novia muerta”....Sentada en el carro de regreso a casa, Oriana apenas encendió el celular y de inmediato apareció un mensaje de Marisol Ortiz.Era una captura de pantalla.En la imagen, Marisol posaba en el piso, con medias negras y un disfraz de gatita, lanzando una mirada provocadora a la cámara.[Si el dueño llega en quince minutos, esta gatita hará lo que él quiera.]Debajo, el perfil de Federico respondía con dos palabras: [Ya voy].Oriana apagó la pantalla. Cerró los ojos y luchó por calmar esa punzada que sentía en el pecho, como si miles de agujas le atravesaran el corazón.Pensó que después de tantas fotos, ya estaría curada, insensible.Pero el dolor, esa ola que no perdona, la arrastró de nuevo, colándose hasta los huesos.Se obligó a guardar el celular y cerró los ojos, intentando dormir....Esa noche, Oriana se quedó dormida en la orilla de la cama, con los ojos hinchados de tanto llorar. A su lado, el celular vibraba cada hora, sin descanso, hasta que amaneció.Al despertar, revisó el teléfono y descubrió que desde la noche anterior hasta la mañana siguiente, Marisol le había enviado una foto cada hora. Todas mostraban condones usados.[Anoche me tuvo toda la noche, inventando cosas nuevas. Apenas puedo caminar. ¿Te ha tratado así alguna vez?]Oriana permaneció inmóvil, repasando una y otra vez aquellas imágenes y esa frase en su celular. Perdió la cuenta de cuántas veces las vio.Cuando Federico regresó, lo primero que notó fue a Oriana echada en la cama, con los ojos enrojecidos y los nudillos blancos de tanto apretar el teléfono. Al verlo, el corazón se le encogió y corrió hacia ella, envolviéndola en sus brazos con urgencia.—Ori, ¿por qué lloras?¿Estaba llorando? Solo entonces Oriana volvió en sí. Se tocó la cara, como si descubriera hasta ese momento que tenía las mejillas empapadas de lágrimas. Nadie sabe en qué instante había empezado a llorar así.Tardó un rato en poder forzar una sonrisa, aunque la tristeza seguía viva en su mirada, imposible de ocultar.—No es nada, solo que vi unas fotos muy conmovedoras —susurró.Federico le acarició la cara con ternura, como si quisiera borrar todo el dolor de su expresión.—¿Qué clase de fotos pueden hacerte llorar así, mi vida? ¿Quieres matarme de preocupación o qué?Oriana iba a decir algo, pero en ese instante se escuchó un golpe suave en la puerta. El mayordomo habló con voz respetuosa.—Señor, el carro ya está listo.Federico contestó rápido. Luego, giró hacia Oriana y le dio un beso en la frente.—Ori, ayer la regué dejándote sola en la tienda de vestidos. Para compensar, te llevo a la subasta. Lo que te guste, yo te lo compro, ¿va?Oriana no respondió, pero él lo tomó como un sí. De inmediato la levantó en brazos, la sacó de la habitación y hasta le escogió con esmero la ropa, los accesorios y los zapatos....En la subasta, Federico no escatimó nada en la primera mitad. Quería ver feliz a Oriana, así que fue comprando todos los tesoros que salían, aunque a ella no le interesaban mucho esas cosas.Durante el receso, se acercaron varios amigos de Federico, con sonrisas de complicidad.—Mira nada más quién anda gastando a manos llenas, resultó ser Federico —dijo uno, bromeando.—Yo que quería comprarle un regalo a mi mamá, y así no agarré nada.—No cabe duda, el título de “esposo consentidor” no te lo dieron en balde. Oye, Federico, déjanos algo para la segunda parte, ¿no? Déjame comprar aunque sea una cosita —dijo otro, riendo.Federico apenas les lanzó una mirada y siguió pelando una mandarina para Oriana, ignorando sus bromas.—Olvídenlo, tampoco van a poder en la segunda parte. Todo lo que subasten hoy es para mi Ori.Los amigos fingieron que les dolía el pecho, entre quejas y risas. Al final, no les quedó más que admirarlo.Federico solo sonrió de lado, sin prestarle mucha atención al grupo. Con cuidado, le acercó los gajos de mandarina a Oriana.—Toma, come un poco —murmuró con cariño.Ella negó con la cabeza, la mirada distante.—No tengo hambre, mejor cómetela tú....La segunda parte de la subasta empezó muy pronto.De repente, la puerta principal se abrió de golpe. Un mesero entró con respeto, guiando a una mujer vestida de rojo. Oriana sintió como si el aire del salón cambiara de golpe.En cuanto levantó la vista, vio que Federico se puso rígido a su lado.Y entonces, ahí estaba el rostro de Marisol, tan llamativo y seguro de sí, entrando sin miedo.Marisol sacó un fajo de billetes rojos de su bolso y se los entregó al mesero. Luego sonrió con picardía y, sin esperar respuesta, se sentó justo al lado de Federico.El murmullo se esparció entre los asistentes. Todos miraban la escena con asombro y cuchicheaban.—¿Quién se cree esa actriz de poca monta para sentarse al lado del señor Ibañez?—¿No le teme a que el señor Ibañez la mande a desaparecer del medio?—Shhh, bájale la voz. No tienes idea, dicen que tiene un pez gordo detrás de ella. ¿No viste en sus transmisiones en vivo todos esos collares y bolsos de marca?Oriana quiso apartar la mirada, pero justo en ese momento vio cómo Marisol, sin vergüenza alguna, le tomó la mano a Federico delante de todos.El resto de la subasta pasó como en un sueño para Oriana. Su mente estaba lejos, hasta que la pieza más importante de la noche apareció y los murmullos y exclamaciones la obligaron a volver a la realidad.Capítulo 2—Señorita Ramos, aquí está el plan de desaparición que reservó. La fecha de ejecución será el día de su boda, dentro de dos semanas. El método será una caída accidental, y la encargada de llevarlo a cabo será usted misma. Por favor, confirme y firme aquí.Oriana Ramos asintió apenas, luego tomó la pluma y firmó su nombre con trazo decidido al final del documento....Las calles estaban llenas de gente y ruido, pero Oriana caminaba sola en dirección a casa, con el paso lento y la mente perdida. Levantó la vista sin querer y, a lo lejos, en la pantalla LED de un edificio, se repetía una y otra vez el video del momento en que Federico Ibañez le pidió matrimonio.En el video, Federico, que siempre parecía tan firme y seguro, se arrodillaba frente a ella. Sostenía el anillo con manos temblorosas, y cuando ella aceptaba con un “sí, quiero”, sus lágrimas, contenidas por tanto tiempo, finalmente brotaban.Esa escena tan tierna provocó que dos chicas a un lado de Oriana se abrazaran y lloraran de emoción, con los ojos llenos de envidia.—¡No lo puedo creer! ¡Federico sí que está enamorado de Oriana hasta los huesos!—Totalmente, el señor Ibañez es un romántico empedernido. Dicen que son amigos de toda la vida, que a los dieciséis ya no pudo evitar declararse. Y a los veinte, le hizo una corona con el diamante rosa más raro del mundo, solo para llamarla su princesa para siempre. A los veintidós, cuando la señorita Ramos tuvo el accidente de carro y necesitaba una transfusión urgente, él casi se muere por salvarla. Y ahora, a los veintiséis, le pidió matrimonio en vivo, para todo el mundo, dándole la propuesta más espectacular de la historia. ¿Dónde vas a encontrar a alguien que consienta así a su esposa?...Oriana dejó de escuchar y bajó la cabeza, ocultando la burla en sus propios ojos.Todos admiraban su relación. Todos decían que Federico la amaba hasta el extremo.Pero nadie imaginaba que ese mismo hombre, tan perfecto a los ojos de todos, llevaba cinco años ocultándole a una famosa con la que compartía una vida secreta.Las noches en que él decía estar ocupado en la oficina, la realidad era muy distinta: estaba con esa estrella, compartiendo caricias y secretos. Cuando la verdad salió a la luz, el corazón de Oriana se sintió desgarrado, como si lo atravesaran con un cuchillo, dejándola herida y sin fuerzas.Al ver esas fotos humillantes, Oriana recordó un momento de su adolescencia: cuando tenía dieciséis años, sus padres se divorciaron y pelearon por su custodia. En medio de ese caos, Federico fue quien entró a su casa, le tomó la mano y le dijo con firmeza:—Si ellos no te quieren, yo sí.Desde entonces, Federico le entregó su corazón sin reservas.Peleó por ella, incluso se rompió un hueso. Recordaba cada fecha importante de Oriana, llenaba sus redes sociales con fotos de los dos. Todos sus amigos sabían que él solo tenía ojos para ella.Y cuando le puso el anillo de bodas, lloraba mientras la besaba. Le suplicaba que lo amara siempre, que nunca lo dejara, que si algún día se iba, él no podría soportarlo.Él fue quien juró no poder vivir sin ella, pero al final, fue él quien la traicionó primero.Por eso, Oriana había decidido desaparecer, fingir su muerte y empezar de nuevo, borrando todo rastro para siempre.Se limpió las lágrimas del borde de los ojos y estaba por irse, cuando un carro negro frenó a pocos metros de ella. De inmediato, la puerta trasera se abrió y un hombre alto bajó con paso decidido, acercándose rápidamente.—Ori, quedamos en que me esperarías en casa. Apenas terminara el trabajo, iba a buscarte para ir juntos a probarte el vestido de novia. ¿Por qué saliste sola?Federico le tomó la mano en cuanto llegó a su lado. Al sentir lo fría que estaba, se quitó la chaqueta y la puso sobre sus hombros, abrumado por la preocupación.—Tienes las manos heladas. Si no te abrigas, te vas a enfermar y me vas a matar de un susto, ¿sabes?Oriana no respondió. Solo lo miró, en silencio, directamente a los ojos. Él parecía genuinamente preocupado, sin rastro de fingimiento. Y eso la confundía más, porque no entendía cómo alguien podía amar a dos personas al mismo tiempo.Federico ajustó la chaqueta en sus hombros, preparándose para llevarla al carro. En ese momento, las dos chicas que antes la miraban reconocieron la escena y, al verlos, sus ojos se llenaron de emoción.Ellas se acercaron con emoción, las mejillas encendidas, y al hablar apenas y podían hilar las palabras.—Ho-hola, ¿ustedes son Oriana y Federico? Nosotras somos sus fans, ¿podemos tomarnos una foto con ustedes?Oriana no quiso arruinarles el momento. Dudó un instante, pero al final asintió con la cabeza.En cuanto obtuvieron el permiso, las dos chicas los rodearon y se pusieron al centro, listas para la foto.Federico, aunque no era fan de las fotos, accedió y pasó un brazo por los hombros de Oriana, ambos mirando hacia el celular.Al terminar, las chicas, todavía con las caras rojas, no dejaban de agradecerles, soltando bendiciones y buenos deseos para que su amor durara toda la vida y su matrimonio fuera feliz.¿Toda la vida juntos?Oriana alzó la mirada hacia Federico; sus ojos se cruzaron. Él le regaló una sonrisa tan tierna que casi podía derretir el corazón, como si le estuviera diciendo que también creía en esos deseos.Pero solo ella sabía en el fondo, que entre ellos ya no había futuro....En la entrada de la tienda de vestidos de novia, Oriana apenas bajaba del carro cuando la empleada, que ya la esperaba, corrió a recibirla con una mezcla de emoción y envidia.—Señorita Ramos, el señor Ibañez preparó especialmente cientos de vestidos para usted. Puede probarse los que quiera y elegir el que más le guste.Oriana no respondió. Solo miró a Federico, que estaba a un lado, absorto en su celular, con una expresión que le resultaba extrañamente familiar.Esa mirada, ese brillo en los ojos, solo lo había visto en las fotos donde él abrazaba a esas actrices jóvenes.Al sentir la mirada de Oriana, Federico guardó el celular con prisa y se acercó, mostrándose algo culpable.—Ori, perdóname, acaba de salir un asunto urgente en la empresa. Le pedí al chofer que espere aquí. Cuando termines de probarte los vestidos, deja que él te lleve a casa.Al terminar de hablar, le dio un beso rápido en la frente y subió de inmediato a otro carro, dejándola sola.La empleada, algo incómoda, preguntó en voz baja:—Señorita Ramos, ¿quiere que empecemos con las pruebas de vestidos?Oriana apartó la mirada y negó con la cabeza.—No, ya no quiero probarme nada. No me interesa ninguno.Después de todo, en su boda solo habría una “novia muerta”....Sentada en el carro de regreso a casa, Oriana apenas encendió el celular y de inmediato apareció un mensaje de Marisol Ortiz.Era una captura de pantalla.En la imagen, Marisol posaba en el piso, con medias negras y un disfraz de gatita, lanzando una mirada provocadora a la cámara.[Si el dueño llega en quince minutos, esta gatita hará lo que él quiera.]Debajo, el perfil de Federico respondía con dos palabras: [Ya voy].Oriana apagó la pantalla. Cerró los ojos y luchó por calmar esa punzada que sentía en el pecho, como si miles de agujas le atravesaran el corazón.Pensó que después de tantas fotos, ya estaría curada, insensible.Pero el dolor, esa ola que no perdona, la arrastró de nuevo, colándose hasta los huesos.Se obligó a guardar el celular y cerró los ojos, intentando dormir....Esa noche, Oriana se quedó dormida en la orilla de la cama, con los ojos hinchados de tanto llorar. A su lado, el celular vibraba cada hora, sin descanso, hasta que amaneció.Al despertar, revisó el teléfono y descubrió que desde la noche anterior hasta la mañana siguiente, Marisol le había enviado una foto cada hora. Todas mostraban condones usados.[Anoche me tuvo toda la noche, inventando cosas nuevas. Apenas puedo caminar. ¿Te ha tratado así alguna vez?]Oriana permaneció inmóvil, repasando una y otra vez aquellas imágenes y esa frase en su celular. Perdió la cuenta de cuántas veces las vio.Cuando Federico regresó, lo primero que notó fue a Oriana echada en la cama, con los ojos enrojecidos y los nudillos blancos de tanto apretar el teléfono. Al verlo, el corazón se le encogió y corrió hacia ella, envolviéndola en sus brazos con urgencia.—Ori, ¿por qué lloras?¿Estaba llorando? Solo entonces Oriana volvió en sí. Se tocó la cara, como si descubriera hasta ese momento que tenía las mejillas empapadas de lágrimas. Nadie sabe en qué instante había empezado a llorar así.Tardó un rato en poder forzar una sonrisa, aunque la tristeza seguía viva en su mirada, imposible de ocultar.—No es nada, solo que vi unas fotos muy conmovedoras —susurró.Federico le acarició la cara con ternura, como si quisiera borrar todo el dolor de su expresión.—¿Qué clase de fotos pueden hacerte llorar así, mi vida? ¿Quieres matarme de preocupación o qué?Oriana iba a decir algo, pero en ese instante se escuchó un golpe suave en la puerta. El mayordomo habló con voz respetuosa.—Señor, el carro ya está listo.Federico contestó rápido. Luego, giró hacia Oriana y le dio un beso en la frente.—Ori, ayer la regué dejándote sola en la tienda de vestidos. Para compensar, te llevo a la subasta. Lo que te guste, yo te lo compro, ¿va?Oriana no respondió, pero él lo tomó como un sí. De inmediato la levantó en brazos, la sacó de la habitación y hasta le escogió con esmero la ropa, los accesorios y los zapatos....En la subasta, Federico no escatimó nada en la primera mitad. Quería ver feliz a Oriana, así que fue comprando todos los tesoros que salían, aunque a ella no le interesaban mucho esas cosas.Durante el receso, se acercaron varios amigos de Federico, con sonrisas de complicidad.—Mira nada más quién anda gastando a manos llenas, resultó ser Federico —dijo uno, bromeando.—Yo que quería comprarle un regalo a mi mamá, y así no agarré nada.—No cabe duda, el título de “esposo consentidor” no te lo dieron en balde. Oye, Federico, déjanos algo para la segunda parte, ¿no? Déjame comprar aunque sea una cosita —dijo otro, riendo.Federico apenas les lanzó una mirada y siguió pelando una mandarina para Oriana, ignorando sus bromas.—Olvídenlo, tampoco van a poder en la segunda parte. Todo lo que subasten hoy es para mi Ori.Los amigos fingieron que les dolía el pecho, entre quejas y risas. Al final, no les quedó más que admirarlo.Federico solo sonrió de lado, sin prestarle mucha atención al grupo. Con cuidado, le acercó los gajos de mandarina a Oriana.—Toma, come un poco —murmuró con cariño.Ella negó con la cabeza, la mirada distante.—No tengo hambre, mejor cómetela tú....La segunda parte de la subasta empezó muy pronto.De repente, la puerta principal se abrió de golpe. Un mesero entró con respeto, guiando a una mujer vestida de rojo. Oriana sintió como si el aire del salón cambiara de golpe.En cuanto levantó la vista, vio que Federico se puso rígido a su lado.Y entonces, ahí estaba el rostro de Marisol, tan llamativo y seguro de sí, entrando sin miedo.Marisol sacó un fajo de billetes rojos de su bolso y se los entregó al mesero. Luego sonrió con picardía y, sin esperar respuesta, se sentó justo al lado de Federico.El murmullo se esparció entre los asistentes. Todos miraban la escena con asombro y cuchicheaban.—¿Quién se cree esa actriz de poca monta para sentarse al lado del señor Ibañez?—¿No le teme a que el señor Ibañez la mande a desaparecer del medio?—Shhh, bájale la voz. No tienes idea, dicen que tiene un pez gordo detrás de ella. ¿No viste en sus transmisiones en vivo todos esos collares y bolsos de marca?Oriana quiso apartar la mirada, pero justo en ese momento vio cómo Marisol, sin vergüenza alguna, le tomó la mano a Federico delante de todos.El resto de la subasta pasó como en un sueño para Oriana. Su mente estaba lejos, hasta que la pieza más importante de la noche apareció y los murmullos y exclamaciones la obligaron a volver a la realidad.Capítulo 3—Señorita Ramos, aquí está el plan de desaparición que reservó. La fecha de ejecución será el día de su boda, dentro de dos semanas. El método será una caída accidental, y la encargada de llevarlo a cabo será usted misma. Por favor, confirme y firme aquí.Oriana Ramos asintió apenas, luego tomó la pluma y firmó su nombre con trazo decidido al final del documento....Las calles estaban llenas de gente y ruido, pero Oriana caminaba sola en dirección a casa, con el paso lento y la mente perdida. Levantó la vista sin querer y, a lo lejos, en la pantalla LED de un edificio, se repetía una y otra vez el video del momento en que Federico Ibañez le pidió matrimonio.En el video, Federico, que siempre parecía tan firme y seguro, se arrodillaba frente a ella. Sostenía el anillo con manos temblorosas, y cuando ella aceptaba con un “sí, quiero”, sus lágrimas, contenidas por tanto tiempo, finalmente brotaban.Esa escena tan tierna provocó que dos chicas a un lado de Oriana se abrazaran y lloraran de emoción, con los ojos llenos de envidia.—¡No lo puedo creer! ¡Federico sí que está enamorado de Oriana hasta los huesos!—Totalmente, el señor Ibañez es un romántico empedernido. Dicen que son amigos de toda la vida, que a los dieciséis ya no pudo evitar declararse. Y a los veinte, le hizo una corona con el diamante rosa más raro del mundo, solo para llamarla su princesa para siempre. A los veintidós, cuando la señorita Ramos tuvo el accidente de carro y necesitaba una transfusión urgente, él casi se muere por salvarla. Y ahora, a los veintiséis, le pidió matrimonio en vivo, para todo el mundo, dándole la propuesta más espectacular de la historia. ¿Dónde vas a encontrar a alguien que consienta así a su esposa?...Oriana dejó de escuchar y bajó la cabeza, ocultando la burla en sus propios ojos.Todos admiraban su relación. Todos decían que Federico la amaba hasta el extremo.Pero nadie imaginaba que ese mismo hombre, tan perfecto a los ojos de todos, llevaba cinco años ocultándole a una famosa con la que compartía una vida secreta.Las noches en que él decía estar ocupado en la oficina, la realidad era muy distinta: estaba con esa estrella, compartiendo caricias y secretos. Cuando la verdad salió a la luz, el corazón de Oriana se sintió desgarrado, como si lo atravesaran con un cuchillo, dejándola herida y sin fuerzas.Al ver esas fotos humillantes, Oriana recordó un momento de su adolescencia: cuando tenía dieciséis años, sus padres se divorciaron y pelearon por su custodia. En medio de ese caos, Federico fue quien entró a su casa, le tomó la mano y le dijo con firmeza:—Si ellos no te quieren, yo sí.Desde entonces, Federico le entregó su corazón sin reservas.Peleó por ella, incluso se rompió un hueso. Recordaba cada fecha importante de Oriana, llenaba sus redes sociales con fotos de los dos. Todos sus amigos sabían que él solo tenía ojos para ella.Y cuando le puso el anillo de bodas, lloraba mientras la besaba. Le suplicaba que lo amara siempre, que nunca lo dejara, que si algún día se iba, él no podría soportarlo.Él fue quien juró no poder vivir sin ella, pero al final, fue él quien la traicionó primero.Por eso, Oriana había decidido desaparecer, fingir su muerte y empezar de nuevo, borrando todo rastro para siempre.Se limpió las lágrimas del borde de los ojos y estaba por irse, cuando un carro negro frenó a pocos metros de ella. De inmediato, la puerta trasera se abrió y un hombre alto bajó con paso decidido, acercándose rápidamente.—Ori, quedamos en que me esperarías en casa. Apenas terminara el trabajo, iba a buscarte para ir juntos a probarte el vestido de novia. ¿Por qué saliste sola?Federico le tomó la mano en cuanto llegó a su lado. Al sentir lo fría que estaba, se quitó la chaqueta y la puso sobre sus hombros, abrumado por la preocupación.—Tienes las manos heladas. Si no te abrigas, te vas a enfermar y me vas a matar de un susto, ¿sabes?Oriana no respondió. Solo lo miró, en silencio, directamente a los ojos. Él parecía genuinamente preocupado, sin rastro de fingimiento. Y eso la confundía más, porque no entendía cómo alguien podía amar a dos personas al mismo tiempo.Federico ajustó la chaqueta en sus hombros, preparándose para llevarla al carro. En ese momento, las dos chicas que antes la miraban reconocieron la escena y, al verlos, sus ojos se llenaron de emoción.Ellas se acercaron con emoción, las mejillas encendidas, y al hablar apenas y podían hilar las palabras.—Ho-hola, ¿ustedes son Oriana y Federico? Nosotras somos sus fans, ¿podemos tomarnos una foto con ustedes?Oriana no quiso arruinarles el momento. Dudó un instante, pero al final asintió con la cabeza.En cuanto obtuvieron el permiso, las dos chicas los rodearon y se pusieron al centro, listas para la foto.Federico, aunque no era fan de las fotos, accedió y pasó un brazo por los hombros de Oriana, ambos mirando hacia el celular.Al terminar, las chicas, todavía con las caras rojas, no dejaban de agradecerles, soltando bendiciones y buenos deseos para que su amor durara toda la vida y su matrimonio fuera feliz.¿Toda la vida juntos?Oriana alzó la mirada hacia Federico; sus ojos se cruzaron. Él le regaló una sonrisa tan tierna que casi podía derretir el corazón, como si le estuviera diciendo que también creía en esos deseos.Pero solo ella sabía en el fondo, que entre ellos ya no había futuro....En la entrada de la tienda de vestidos de novia, Oriana apenas bajaba del carro cuando la empleada, que ya la esperaba, corrió a recibirla con una mezcla de emoción y envidia.—Señorita Ramos, el señor Ibañez preparó especialmente cientos de vestidos para usted. Puede probarse los que quiera y elegir el que más le guste.Oriana no respondió. Solo miró a Federico, que estaba a un lado, absorto en su celular, con una expresión que le resultaba extrañamente familiar.Esa mirada, ese brillo en los ojos, solo lo había visto en las fotos donde él abrazaba a esas actrices jóvenes.Al sentir la mirada de Oriana, Federico guardó el celular con prisa y se acercó, mostrándose algo culpable.—Ori, perdóname, acaba de salir un asunto urgente en la empresa. Le pedí al chofer que espere aquí. Cuando termines de probarte los vestidos, deja que él te lleve a casa.Al terminar de hablar, le dio un beso rápido en la frente y subió de inmediato a otro carro, dejándola sola.La empleada, algo incómoda, preguntó en voz baja:—Señorita Ramos, ¿quiere que empecemos con las pruebas de vestidos?Oriana apartó la mirada y negó con la cabeza.—No, ya no quiero probarme nada. No me interesa ninguno.Después de todo, en su boda solo habría una “novia muerta”....Sentada en el carro de regreso a casa, Oriana apenas encendió el celular y de inmediato apareció un mensaje de Marisol Ortiz.Era una captura de pantalla.En la imagen, Marisol posaba en el piso, con medias negras y un disfraz de gatita, lanzando una mirada provocadora a la cámara.[Si el dueño llega en quince minutos, esta gatita hará lo que él quiera.]Debajo, el perfil de Federico respondía con dos palabras: [Ya voy].Oriana apagó la pantalla. Cerró los ojos y luchó por calmar esa punzada que sentía en el pecho, como si miles de agujas le atravesaran el corazón.Pensó que después de tantas fotos, ya estaría curada, insensible.Pero el dolor, esa ola que no perdona, la arrastró de nuevo, colándose hasta los huesos.Se obligó a guardar el celular y cerró los ojos, intentando dormir....Esa noche, Oriana se quedó dormida en la orilla de la cama, con los ojos hinchados de tanto llorar. A su lado, el celular vibraba cada hora, sin descanso, hasta que amaneció.Al despertar, revisó el teléfono y descubrió que desde la noche anterior hasta la mañana siguiente, Marisol le había enviado una foto cada hora. Todas mostraban condones usados.[Anoche me tuvo toda la noche, inventando cosas nuevas. Apenas puedo caminar. ¿Te ha tratado así alguna vez?]Oriana permaneció inmóvil, repasando una y otra vez aquellas imágenes y esa frase en su celular. Perdió la cuenta de cuántas veces las vio.Cuando Federico regresó, lo primero que notó fue a Oriana echada en la cama, con los ojos enrojecidos y los nudillos blancos de tanto apretar el teléfono. Al verlo, el corazón se le encogió y corrió hacia ella, envolviéndola en sus brazos con urgencia.—Ori, ¿por qué lloras?¿Estaba llorando? Solo entonces Oriana volvió en sí. Se tocó la cara, como si descubriera hasta ese momento que tenía las mejillas empapadas de lágrimas. Nadie sabe en qué instante había empezado a llorar así.Tardó un rato en poder forzar una sonrisa, aunque la tristeza seguía viva en su mirada, imposible de ocultar.—No es nada, solo que vi unas fotos muy conmovedoras —susurró.Federico le acarició la cara con ternura, como si quisiera borrar todo el dolor de su expresión.—¿Qué clase de fotos pueden hacerte llorar así, mi vida? ¿Quieres matarme de preocupación o qué?Oriana iba a decir algo, pero en ese instante se escuchó un golpe suave en la puerta. El mayordomo habló con voz respetuosa.—Señor, el carro ya está listo.Federico contestó rápido. Luego, giró hacia Oriana y le dio un beso en la frente.—Ori, ayer la regué dejándote sola en la tienda de vestidos. Para compensar, te llevo a la subasta. Lo que te guste, yo te lo compro, ¿va?Oriana no respondió, pero él lo tomó como un sí. De inmediato la levantó en brazos, la sacó de la habitación y hasta le escogió con esmero la ropa, los accesorios y los zapatos....En la subasta, Federico no escatimó nada en la primera mitad. Quería ver feliz a Oriana, así que fue comprando todos los tesoros que salían, aunque a ella no le interesaban mucho esas cosas.Durante el receso, se acercaron varios amigos de Federico, con sonrisas de complicidad.—Mira nada más quién anda gastando a manos llenas, resultó ser Federico —dijo uno, bromeando.—Yo que quería comprarle un regalo a mi mamá, y así no agarré nada.—No cabe duda, el título de “esposo consentidor” no te lo dieron en balde. Oye, Federico, déjanos algo para la segunda parte, ¿no? Déjame comprar aunque sea una cosita —dijo otro, riendo.Federico apenas les lanzó una mirada y siguió pelando una mandarina para Oriana, ignorando sus bromas.—Olvídenlo, tampoco van a poder en la segunda parte. Todo lo que subasten hoy es para mi Ori.Los amigos fingieron que les dolía el pecho, entre quejas y risas. Al final, no les quedó más que admirarlo.Federico solo sonrió de lado, sin prestarle mucha atención al grupo. Con cuidado, le acercó los gajos de mandarina a Oriana.—Toma, come un poco —murmuró con cariño.Ella negó con la cabeza, la mirada distante.—No tengo hambre, mejor cómetela tú....La segunda parte de la subasta empezó muy pronto.De repente, la puerta principal se abrió de golpe. Un mesero entró con respeto, guiando a una mujer vestida de rojo. Oriana sintió como si el aire del salón cambiara de golpe.En cuanto levantó la vista, vio que Federico se puso rígido a su lado.Y entonces, ahí estaba el rostro de Marisol, tan llamativo y seguro de sí, entrando sin miedo.Marisol sacó un fajo de billetes rojos de su bolso y se los entregó al mesero. Luego sonrió con picardía y, sin esperar respuesta, se sentó justo al lado de Federico.El murmullo se esparció entre los asistentes. Todos miraban la escena con asombro y cuchicheaban.—¿Quién se cree esa actriz de poca monta para sentarse al lado del señor Ibañez?—¿No le teme a que el señor Ibañez la mande a desaparecer del medio?—Shhh, bájale la voz. No tienes idea, dicen que tiene un pez gordo detrás de ella. ¿No viste en sus transmisiones en vivo todos esos collares y bolsos de marca?Oriana quiso apartar la mirada, pero justo en ese momento vio cómo Marisol, sin vergüenza alguna, le tomó la mano a Federico delante de todos.El resto de la subasta pasó como en un sueño para Oriana. Su mente estaba lejos, hasta que la pieza más importante de la noche apareció y los murmullos y exclamaciones la obligaron a volver a la realidad.