Capítulo 1Hospital Infantil de Ciudad Brumosa.—Doctora, ¿está segura de que no se equivocaron con los resultados? ¿De verdad mi hijo es tipo A de sangre?—Señora Olivares, no hay error. Su hijo es tipo A, los resultados son confiables.Kiara Rodas miraba el análisis de sangre de su hijo con los ojos abiertos de par en par, sin poder ocultar su sorpresa.Ella y su esposo, Dionisio Olivares, ambos eran tipo O. ¿Cómo era posible que su hijo resultara tipo A?El niño tenía ya tres años.A pesar de todo el cariño y los cuidados que siempre le dedicó, su hijo no la sentía cercana. Cada vez que intentaba abrazarlo, él se apartaba con brusquedad, incluso llegaba a gritarle, insultarla o escupirle.Por primera vez, Kiara dudó: ¿habrán cambiado a su hijo al nacer?Pero después lo pensó mejor y no le encontraba sentido.Cuando dio a luz, fue en el hospital privado más exclusivo de Ciudad Brumosa. Además, siempre tuvo a una nana y a las empleadas cuidando del bebé día y noche. Era imposible que hubieran confundido a los niños.—¿Entonces qué salió mal aquí? —murmuró, apretando el papel en sus manos....Residencia Bahía Lunar.Una hora después, Kiara regresó a casa con el corazón en un puño.Apenas abrió la puerta del carro, escuchó la voz animada de su hijo, Vicente Olivares.—Papi, ¿puedo pedirle a la señorita Brenda que sea mi nueva mamá?—¿De verdad te gusta tanto la señorita Brenda? —respondió Dionisio, con el tono divertido de siempre.—Sí, porque la señorita Brenda es bonita y me cuida un montón. Quiero que ella sea mi nueva mamá.La mano de Kiara se quedó suspendida en el aire, sin cerrar la puerta. Sintió como si le clavaran una espina directo al pecho.En el jardín de la casa, Dionisio y su “hermana de crianza”, Brenda Zamudio, se mecían en el columpio uno a cada lado. Vicente, con su carita de niño bueno, estaba sentado entre ambos, como si fueran una pequeña familia perfecta.—Vicente es adorable —dijo Brenda, mientras Vicente se aferraba a su cuello y le hablaba con voz infantil—.—Señorita Brenda, ¿puedo decirte mamá?Los ojos de Brenda se iluminaron y se curvaron como la luna, miró a Dionisio entre tímida y emocionada.Ella era hija de la nana de Dionisio, y su papá era el chofer de la familia Olivares. Dionisio siempre la trató como a una hermana, le pagó los estudios, la mantuvo y hasta la mandó a una academia prestigiosa en Inglaterra. Cuando Brenda regresó, Dionisio le compró un departamento de lujo en la zona más exclusiva de Ciudad Brumosa.Después de graduarse, Brenda entró directamente al equipo directivo del Grupo Olivares.Al principio, Kiara no le daba importancia.Tras cuatro años de matrimonio, se sentía satisfecha con su vida. Dionisio era el heredero del clan más influyente de Ciudad Brumosa, y además era atractivo, atento, sin una pizca de arrogancia. Su relación de pareja era armoniosa, y ella se sentía a gusto.Pero desde hace un año, tal vez dos, algo cambió.Empezó a notar que Dionisio protegía a Brenda con un celo casi irracional. Si alguien la hacía sentir mal, él se enfadaba como si le hubieran herido a él mismo. Parecía dispuesto a entregarle hasta el corazón.Eso ya no era solo cariño de hermanos.—No quiero a mi mamá de antes, solo quiero que la señorita Brenda sea mi nueva mamá.—¡Pum! —El portazo de Kiara retumbó en la entrada. Su pecho se llenó de una rabia amarga.Al escuchar el golpe, los tres en el jardín se dieron cuenta de su presencia.—¿Hoy saliste temprano del trabajo? —preguntó Dionisio, intentando sonar casual.Kiara respiró hondo, tratando de no dejarse llevar por la rabia, y caminó hacia ellos.—Vicente, ven aquí con mamá.La sonrisa de Vicente desapareció de golpe, su carita se torció en un gesto de rechazo y desagrado. Corrió a refugiarse en los brazos de Brenda.—No quiero, eres mala. Te odio —gritó, escondiéndose.Kiara sintió una punzada tan fuerte en el pecho que casi no pudo respirar.Cuando estuvo embarazada de Vicente, el embarazo fue complicado. Sufría náuseas constantes, y tuvo que soportar muchos dolores. Se puso más de mil inyecciones para salvar el embarazo. Dio todo de sí para traer a su hijo al mundo.Y ahora...Ese niño por el que casi dio la vida, ni siquiera la quería cerca. Prefería a otra mujer como madre.Sentía su corazón hecho trizas.Brenda se puso de pie con aire delicado, y habló con cuidado:—Kiara, no te confundas. Hoy vine solo porque es el cumpleaños de Vicente, quería felicitarlo personalmente.Kiara ni la miró. Solo pensaba en hacer entrar en razón a su hijo.—Te lo repito, Vicente. Ven aquí con tu mamá.—¡Aléjate! ¡Eres una bruja! ¡Hueles a muerto, guácala! —Vicente hizo una mueca de asco, le escupió sin pena y retrocedió.Kiara se quedó helada por un instante. La rabia, que había intentado contener durante tanto tiempo, se desbordó de golpe.—Vicente, ¿quién te enseñó a ser tan grosero?—La mala mamá me da miedo, ¡qué miedo me da!Brenda se apresuró a ponerse frente a Vicente, protegiéndolo con el cuerpo.—Cuñada, Vicente todavía es un niño, no sabe lo que dice. No deberías tomar tan en serio lo que dice un niño, ya lo asustaste…Kiara ya no pudo más. La voz le salió dura, casi cortante.—Cállate tú también. Yo soy la madre de Vicente y no necesito que una extraña venga a decirme cómo educar a mi hijo.Los ojos de Brenda se llenaron de lágrimas. Apretó los labios, aguantando la tristeza, y miró a Dionisio en busca de apoyo.Brenda era menudita, ni siquiera alcanzaba el metro sesenta y pesaba apenas poco más de treinta kilos. Su piel era tan blanca que parecía de porcelana, y sus facciones tan delicadas que cualquiera sentía ganas de protegerla.Al verla llorar, Dionisio no pudo evitar conmoverse. Instintivamente la abrazó por los hombros para consolarla.—¿Cómo va a ser Brenda una extraña? Es como mi hermana.—Debes disculparte con Brenda, no la hagas sentir mal.Kiara sintió un nudo en la garganta, la rabia quemándole por dentro.—¿Ella no es extraña y yo sí lo soy? ¿Ahora resulta que ni siquiera tengo derecho a educar a mi propio hijo?El entrecejo de Dionisio se frunció con molestia.—Kiara, ¿qué te pasa? Brenda casi nunca viene de visita y tú solo haces que todos estemos incómodos.Brenda, con voz temblorosa y la mirada clavada en el suelo, tiró de la manga de Dionisio.—Dionisio, la culpa es mía… No quiero que pelees con tu esposa por mi culpa.Cuando Brenda soltó las lágrimas, Vicente corrió hacia Kiara, la tomó del brazo y le dio una mordida feroz. Luego, gritó con voz desafiante:—¡No molestes a la señorita Brenda! ¡Eres mala mamá! ¡Nadie te quiere!Kiara vio la marca de los dientes de su hijo, la sangre escurriendo poco a poco. El dolor físico no era nada comparado con el dolor en el pecho. Por primera vez, levantó la mano y le dio un bofetón a Vicente.—¡Paf!El golpe sonó fuerte en la mejilla de Vicente.—¡Uaaaah! ¡Mamá mala me pegó!Vicente no lo podía creer—nunca pensó que su madre se atrevería a pegarle. Rompió en llanto, gritando con toda la fuerza de sus pulmones.Dionisio también se enfureció.—¿Cómo puedes pegarle a un niño, Kiara? ¡Es solo un niño!Los tres, Brenda, Dionisio y Vicente, la miraban con desprecio, como si ella fuera la intrusa que venía a destruir su “familia perfecta”.Kiara sintió que el aire le faltaba, y por primera vez, la idea del divorcio cruzó su mente.Cuatro años de matrimonio.De pronto, se dio cuenta de que no conocía a su esposo, y mucho menos su pasado antes de casarse con ella.—¿Se supone que no puedo educar a mi hijo aunque haga algo mal? —dijo Kiara con un tono impasible antes de girar y marcharse al interior de la casa.Discutir ya no tenía sentido.Cada vez que había problemas con Brenda, Dionisio siempre la defendía, sin importar lo que pasara, como si Brenda fuera de cristal y ella, la verdadera amenaza.Quizá era hora de mirar su matrimonio con otros ojos....Al llegar a su habitación, sacó los resultados médicos y los volvió a revisar una y otra vez.—¿Qué está pasando? ¿Debería hacerle a Vicente una prueba de paternidad?...Eran las once de la noche.Kiara estaba acostada, pero el enojo no la dejaba dormir. Sentía el pecho oprimido, como si le hubieran metido una piedra.—¡Clic!—La puerta se abrió de repente.Dionisio entró, solo cubierto con una toalla, caminando hacia la cama con pasos largos y decididos.Sin decir nada más, su cuerpo se dejó caer junto a ella, hundiendo el colchón.—¿Todavía sigues molesta? —preguntó con voz baja.Kiara, envuelta en su propio coraje, apartó la mirada y trató de empujarlo.—No me toques, mañana tengo que levantarme temprano…Pero antes de que pudiera terminar la frase, Dionisio la rodeó con fuerza y empezó a besarla, cubriéndola con caricias intensas y apremiantes.Tenía una energía inagotable, como si nada lo agotara.Siempre que discutían, él buscaba reconciliarse en la cama. Era terco y dominante, y no paraba hasta que Kiara, agotada, terminaba accediendo.Pero esta noche, Dionisio sabía que ella estaba furiosa de verdad. Así que esa vez, lo intentó todo por complacerla, sin contener la pasión...—Suéltame, no tengo ganas de esto...Kiara estaba llena de enojo, por primera vez en su vida rechazaba con todo su ser la idea de compartir la cama con él.Lástima que, ante Dionisio, no tenía oportunidad de resistirse.Durante el día, Dionisio era la imagen de la elegancia y la compostura, siempre con una expresión seria y reservada. Pero al llegar la noche, parecía que un demonio se apoderaba de él; su deseo era tan intenso que resultaba casi asfixiante.Además, con una estatura de un metro noventa y dos y pesando más de ochenta kilos, Dionisio no era cualquier cosa. Su pasatiempo era el golf y el boxeo, así que competir en fuerza con él era como querer romper una piedra con un huevo: totalmente inútil.Pero esa noche...Esa noche, él venía con ganas de imponer su autoridad y castigar.Feroz, dominante.El enojo de Kiara apenas tuvo tiempo de arder antes de ser arrasado por el ardor de sus besos....Una hora después.Kiara ya no podía ni moverse, el sueño la vencía.—¿Sigues enojada? —preguntó Dionisio, con esa mirada afilada y arrogante, como quien acaba de ganar una batalla.Kiara, empapada en sudor y con el corazón todavía ardiendo de rabia, soltó:—Dionisio, quiero preguntarte algo.Él se inclinó y le dio un beso ligero en la frente, sin dejar de fastidiarla:—Después, cuando terminemos todo esto.Pero Kiara ya no podía esperar más. Escupió la pregunta que le carcomía el pecho:—Hoy fui al hospital, vi los resultados del análisis de nuestro hijo...No pudo terminar.—¡Ring, ring, ring!— El teléfono de la mesa de noche empezó a sonar con insistencia.Afuera, se escuchaban voces agudas y nerviosas de los empleados.Ambos se detuvieron.A esa hora, si no era algo urgente, nadie se atrevía a interrumpir su descanso.Dionisio frunció el ceño y contestó de inmediato:—¿Bueno?Del otro lado, la voz de Miranda llegó ansiosa y desesperada:[Señor Dionisio, tenemos un problema. Brenda tuvo otro ataque, está sufriendo como nunca. No sé qué hacer, ¡por favor venga a verla!]Dionisio no dudó ni un segundo. Se levantó de la cama, apartando a Kiara con prisa:—Miranda, tranquila. Ya voy para allá.[Gracias, señor.]Colgó el teléfono, sin preocuparse por vestirse. Solo se cubrió con una bata y salió disparado.Kiara sintió un nudo en el pecho. Todo el enojo que llevaba acumulando tantos días explotó de golpe.—Dionisio, ni se te ocurra salir.—¿Brenda no se iba hoy? ¿No dijiste que ya no se quedaría en la casa?Él le lanzó una mirada impaciente:—Brenda llevaba mucho tiempo sin venir. Miranda y Simón la extrañaban, Vicente tampoco quería que se fuera, así que esta noche se quedó.—Brenda está mal, tengo que ir a verla...Al escuchar eso, la rabia de Kiara solo creció.Cada vez que Brenda se quedaba en la casa Olivares, casualmente le daban ataques. Siempre, a media noche, era Dionisio quien terminaba llevándola al hospital.Y todas las peleas y discusiones entre Dionisio y Kiara, de alguna manera, siempre tenían que ver con Brenda.Ya no aguantaba más.—Tú no eres doctor. ¿Para qué vas? Lo lógico sería llamar una ambulancia o que los empleados la lleven al hospital.—No, no puedo dejarla así —Dionisio ya no tenía paciencia; la ignoró y salió de la habitación.Kiara sintió que le costaba trabajo respirar. Le dolía hasta el alma.El deseo de divorciarse se hizo más fuerte que nunca.Finalmente entendía que entre Brenda y Dionisio no existía solo una relación de hermanos. Ella era su debilidad, lo que nunca podría dejar ir, su verdadero amor.Cuatro años atrás.Kiara y Dionisio se conocieron por un arreglo entre sus familias.Él era el hijo único del hombre más rico de Ciudad Brumosa, ella era la única hija de una familia famosa por su colección de antigüedades.Ambos, igual de poderosos; la unión perfecta.Pero bajo la presión de los mayores, terminaron casándose en solo tres meses. Y antes del matrimonio, Kiara nunca supo nada de su pasado amoroso.En la planta baja.Dionisio ya cargaba a Brenda entre sus brazos.Caminaba rápido, casi corriendo al garaje, y le gritó al chofer:—Saca el carro, ¡rápido! Tenemos que llevar a Brenda al hospital.Brenda, con el rostro pálido y lleno de dolor, parecía tan frágil que podía romperse con solo mirarla. Sus brazos delgados se aferraban al cuello de Dionisio, y su cabeza descansaba en su hombro, sollozando con lágrimas en los ojos.Kiara, desde la ventana del segundo piso, observaba la escena con una mezcla de emociones difíciles de describir.Si hubiera sabido antes de casarse que él no podía olvidar a su verdadero amor... habría preferido quedarse sola antes que meterse en ese infierno.Ella jamás había sido de las que aceptan cualquier cosa por amor.En ese instante, supo que su matrimonio con Dionisio había llegado a su fin....Toda la noche, Dionisio no volvió a casa.Pero para Kiara eso ya era algo común.En el último año, cada vez que se trataba de Brenda, Dionisio se transformaba. No le importaba nada más, ni su esposa, ni su hijo, ni su propia dignidad; solo Brenda. Se convertía en su caballero protector, listo para enfrentarse a quien fuera.Si Brenda no fuera de tan baja cuna, seguramente sería la señora Olivares.A las ocho de la mañana.Kiara ya estaba despierta y tenía lista la solicitud de divorcio.Antes de casarse, ambos habían firmado un acuerdo prenupcial.Cada quien con su dinero. Ni los bienes anteriores ni lo que ganaran después del matrimonio se mezclaban. Así que, económicamente, no había nada que repartir.Solo faltaba decidir quién tendría la custodia del hijo.Aunque su hijo no estuviera tan apegado a ella, seguía siendo suyo, parte de su vida, y no lo iba a abandonar.Con el documento firmado, Kiara tomó las llaves del carro y se preparó para salir al trabajo.Al verla bajar las escaleras, Natalia, la empleada, la miró con preocupación:—Señorita, ¿de verdad va a ir hoy al Mercado de Arte Precolombino?—Sí, claro.—Ay, señorita, de veras que confía demasiado en la gente. No es por hablar de más, pero... debería ir con más cuidado.Natalia venía de la familia Rodas.Los padres de Kiara murieron hace mucho, y Natalia era como una segunda madre para ella.—¿Qué pasa?Al verla tan tranquila, Natalia se desesperó aún más:—¡Ay, mi niña! Su marido ya casi se lo llevan y usted tan tranquila, pensando en el trabajo.Kiara la miró sin emoción, sin ocultar nada:—Natalia, ya lo decidí. Me voy a divorciar de Dionisio.Capítulo 2Hospital Infantil de Ciudad Brumosa.—Doctora, ¿está segura de que no se equivocaron con los resultados? ¿De verdad mi hijo es tipo A de sangre?—Señora Olivares, no hay error. Su hijo es tipo A, los resultados son confiables.Kiara Rodas miraba el análisis de sangre de su hijo con los ojos abiertos de par en par, sin poder ocultar su sorpresa.Ella y su esposo, Dionisio Olivares, ambos eran tipo O. ¿Cómo era posible que su hijo resultara tipo A?El niño tenía ya tres años.A pesar de todo el cariño y los cuidados que siempre le dedicó, su hijo no la sentía cercana. Cada vez que intentaba abrazarlo, él se apartaba con brusquedad, incluso llegaba a gritarle, insultarla o escupirle.Por primera vez, Kiara dudó: ¿habrán cambiado a su hijo al nacer?Pero después lo pensó mejor y no le encontraba sentido.Cuando dio a luz, fue en el hospital privado más exclusivo de Ciudad Brumosa. Además, siempre tuvo a una nana y a las empleadas cuidando del bebé día y noche. Era imposible que hubieran confundido a los niños.—¿Entonces qué salió mal aquí? —murmuró, apretando el papel en sus manos....Residencia Bahía Lunar.Una hora después, Kiara regresó a casa con el corazón en un puño.Apenas abrió la puerta del carro, escuchó la voz animada de su hijo, Vicente Olivares.—Papi, ¿puedo pedirle a la señorita Brenda que sea mi nueva mamá?—¿De verdad te gusta tanto la señorita Brenda? —respondió Dionisio, con el tono divertido de siempre.—Sí, porque la señorita Brenda es bonita y me cuida un montón. Quiero que ella sea mi nueva mamá.La mano de Kiara se quedó suspendida en el aire, sin cerrar la puerta. Sintió como si le clavaran una espina directo al pecho.En el jardín de la casa, Dionisio y su “hermana de crianza”, Brenda Zamudio, se mecían en el columpio uno a cada lado. Vicente, con su carita de niño bueno, estaba sentado entre ambos, como si fueran una pequeña familia perfecta.—Vicente es adorable —dijo Brenda, mientras Vicente se aferraba a su cuello y le hablaba con voz infantil—.—Señorita Brenda, ¿puedo decirte mamá?Los ojos de Brenda se iluminaron y se curvaron como la luna, miró a Dionisio entre tímida y emocionada.Ella era hija de la nana de Dionisio, y su papá era el chofer de la familia Olivares. Dionisio siempre la trató como a una hermana, le pagó los estudios, la mantuvo y hasta la mandó a una academia prestigiosa en Inglaterra. Cuando Brenda regresó, Dionisio le compró un departamento de lujo en la zona más exclusiva de Ciudad Brumosa.Después de graduarse, Brenda entró directamente al equipo directivo del Grupo Olivares.Al principio, Kiara no le daba importancia.Tras cuatro años de matrimonio, se sentía satisfecha con su vida. Dionisio era el heredero del clan más influyente de Ciudad Brumosa, y además era atractivo, atento, sin una pizca de arrogancia. Su relación de pareja era armoniosa, y ella se sentía a gusto.Pero desde hace un año, tal vez dos, algo cambió.Empezó a notar que Dionisio protegía a Brenda con un celo casi irracional. Si alguien la hacía sentir mal, él se enfadaba como si le hubieran herido a él mismo. Parecía dispuesto a entregarle hasta el corazón.Eso ya no era solo cariño de hermanos.—No quiero a mi mamá de antes, solo quiero que la señorita Brenda sea mi nueva mamá.—¡Pum! —El portazo de Kiara retumbó en la entrada. Su pecho se llenó de una rabia amarga.Al escuchar el golpe, los tres en el jardín se dieron cuenta de su presencia.—¿Hoy saliste temprano del trabajo? —preguntó Dionisio, intentando sonar casual.Kiara respiró hondo, tratando de no dejarse llevar por la rabia, y caminó hacia ellos.—Vicente, ven aquí con mamá.La sonrisa de Vicente desapareció de golpe, su carita se torció en un gesto de rechazo y desagrado. Corrió a refugiarse en los brazos de Brenda.—No quiero, eres mala. Te odio —gritó, escondiéndose.Kiara sintió una punzada tan fuerte en el pecho que casi no pudo respirar.Cuando estuvo embarazada de Vicente, el embarazo fue complicado. Sufría náuseas constantes, y tuvo que soportar muchos dolores. Se puso más de mil inyecciones para salvar el embarazo. Dio todo de sí para traer a su hijo al mundo.Y ahora...Ese niño por el que casi dio la vida, ni siquiera la quería cerca. Prefería a otra mujer como madre.Sentía su corazón hecho trizas.Brenda se puso de pie con aire delicado, y habló con cuidado:—Kiara, no te confundas. Hoy vine solo porque es el cumpleaños de Vicente, quería felicitarlo personalmente.Kiara ni la miró. Solo pensaba en hacer entrar en razón a su hijo.—Te lo repito, Vicente. Ven aquí con tu mamá.—¡Aléjate! ¡Eres una bruja! ¡Hueles a muerto, guácala! —Vicente hizo una mueca de asco, le escupió sin pena y retrocedió.Kiara se quedó helada por un instante. La rabia, que había intentado contener durante tanto tiempo, se desbordó de golpe.—Vicente, ¿quién te enseñó a ser tan grosero?—La mala mamá me da miedo, ¡qué miedo me da!Brenda se apresuró a ponerse frente a Vicente, protegiéndolo con el cuerpo.—Cuñada, Vicente todavía es un niño, no sabe lo que dice. No deberías tomar tan en serio lo que dice un niño, ya lo asustaste…Kiara ya no pudo más. La voz le salió dura, casi cortante.—Cállate tú también. Yo soy la madre de Vicente y no necesito que una extraña venga a decirme cómo educar a mi hijo.Los ojos de Brenda se llenaron de lágrimas. Apretó los labios, aguantando la tristeza, y miró a Dionisio en busca de apoyo.Brenda era menudita, ni siquiera alcanzaba el metro sesenta y pesaba apenas poco más de treinta kilos. Su piel era tan blanca que parecía de porcelana, y sus facciones tan delicadas que cualquiera sentía ganas de protegerla.Al verla llorar, Dionisio no pudo evitar conmoverse. Instintivamente la abrazó por los hombros para consolarla.—¿Cómo va a ser Brenda una extraña? Es como mi hermana.—Debes disculparte con Brenda, no la hagas sentir mal.Kiara sintió un nudo en la garganta, la rabia quemándole por dentro.—¿Ella no es extraña y yo sí lo soy? ¿Ahora resulta que ni siquiera tengo derecho a educar a mi propio hijo?El entrecejo de Dionisio se frunció con molestia.—Kiara, ¿qué te pasa? Brenda casi nunca viene de visita y tú solo haces que todos estemos incómodos.Brenda, con voz temblorosa y la mirada clavada en el suelo, tiró de la manga de Dionisio.—Dionisio, la culpa es mía… No quiero que pelees con tu esposa por mi culpa.Cuando Brenda soltó las lágrimas, Vicente corrió hacia Kiara, la tomó del brazo y le dio una mordida feroz. Luego, gritó con voz desafiante:—¡No molestes a la señorita Brenda! ¡Eres mala mamá! ¡Nadie te quiere!Kiara vio la marca de los dientes de su hijo, la sangre escurriendo poco a poco. El dolor físico no era nada comparado con el dolor en el pecho. Por primera vez, levantó la mano y le dio un bofetón a Vicente.—¡Paf!El golpe sonó fuerte en la mejilla de Vicente.—¡Uaaaah! ¡Mamá mala me pegó!Vicente no lo podía creer—nunca pensó que su madre se atrevería a pegarle. Rompió en llanto, gritando con toda la fuerza de sus pulmones.Dionisio también se enfureció.—¿Cómo puedes pegarle a un niño, Kiara? ¡Es solo un niño!Los tres, Brenda, Dionisio y Vicente, la miraban con desprecio, como si ella fuera la intrusa que venía a destruir su “familia perfecta”.Kiara sintió que el aire le faltaba, y por primera vez, la idea del divorcio cruzó su mente.Cuatro años de matrimonio.De pronto, se dio cuenta de que no conocía a su esposo, y mucho menos su pasado antes de casarse con ella.—¿Se supone que no puedo educar a mi hijo aunque haga algo mal? —dijo Kiara con un tono impasible antes de girar y marcharse al interior de la casa.Discutir ya no tenía sentido.Cada vez que había problemas con Brenda, Dionisio siempre la defendía, sin importar lo que pasara, como si Brenda fuera de cristal y ella, la verdadera amenaza.Quizá era hora de mirar su matrimonio con otros ojos....Al llegar a su habitación, sacó los resultados médicos y los volvió a revisar una y otra vez.—¿Qué está pasando? ¿Debería hacerle a Vicente una prueba de paternidad?...Eran las once de la noche.Kiara estaba acostada, pero el enojo no la dejaba dormir. Sentía el pecho oprimido, como si le hubieran metido una piedra.—¡Clic!—La puerta se abrió de repente.Dionisio entró, solo cubierto con una toalla, caminando hacia la cama con pasos largos y decididos.Sin decir nada más, su cuerpo se dejó caer junto a ella, hundiendo el colchón.—¿Todavía sigues molesta? —preguntó con voz baja.Kiara, envuelta en su propio coraje, apartó la mirada y trató de empujarlo.—No me toques, mañana tengo que levantarme temprano…Pero antes de que pudiera terminar la frase, Dionisio la rodeó con fuerza y empezó a besarla, cubriéndola con caricias intensas y apremiantes.Tenía una energía inagotable, como si nada lo agotara.Siempre que discutían, él buscaba reconciliarse en la cama. Era terco y dominante, y no paraba hasta que Kiara, agotada, terminaba accediendo.Pero esta noche, Dionisio sabía que ella estaba furiosa de verdad. Así que esa vez, lo intentó todo por complacerla, sin contener la pasión...—Suéltame, no tengo ganas de esto...Kiara estaba llena de enojo, por primera vez en su vida rechazaba con todo su ser la idea de compartir la cama con él.Lástima que, ante Dionisio, no tenía oportunidad de resistirse.Durante el día, Dionisio era la imagen de la elegancia y la compostura, siempre con una expresión seria y reservada. Pero al llegar la noche, parecía que un demonio se apoderaba de él; su deseo era tan intenso que resultaba casi asfixiante.Además, con una estatura de un metro noventa y dos y pesando más de ochenta kilos, Dionisio no era cualquier cosa. Su pasatiempo era el golf y el boxeo, así que competir en fuerza con él era como querer romper una piedra con un huevo: totalmente inútil.Pero esa noche...Esa noche, él venía con ganas de imponer su autoridad y castigar.Feroz, dominante.El enojo de Kiara apenas tuvo tiempo de arder antes de ser arrasado por el ardor de sus besos....Una hora después.Kiara ya no podía ni moverse, el sueño la vencía.—¿Sigues enojada? —preguntó Dionisio, con esa mirada afilada y arrogante, como quien acaba de ganar una batalla.Kiara, empapada en sudor y con el corazón todavía ardiendo de rabia, soltó:—Dionisio, quiero preguntarte algo.Él se inclinó y le dio un beso ligero en la frente, sin dejar de fastidiarla:—Después, cuando terminemos todo esto.Pero Kiara ya no podía esperar más. Escupió la pregunta que le carcomía el pecho:—Hoy fui al hospital, vi los resultados del análisis de nuestro hijo...No pudo terminar.—¡Ring, ring, ring!— El teléfono de la mesa de noche empezó a sonar con insistencia.Afuera, se escuchaban voces agudas y nerviosas de los empleados.Ambos se detuvieron.A esa hora, si no era algo urgente, nadie se atrevía a interrumpir su descanso.Dionisio frunció el ceño y contestó de inmediato:—¿Bueno?Del otro lado, la voz de Miranda llegó ansiosa y desesperada:[Señor Dionisio, tenemos un problema. Brenda tuvo otro ataque, está sufriendo como nunca. No sé qué hacer, ¡por favor venga a verla!]Dionisio no dudó ni un segundo. Se levantó de la cama, apartando a Kiara con prisa:—Miranda, tranquila. Ya voy para allá.[Gracias, señor.]Colgó el teléfono, sin preocuparse por vestirse. Solo se cubrió con una bata y salió disparado.Kiara sintió un nudo en el pecho. Todo el enojo que llevaba acumulando tantos días explotó de golpe.—Dionisio, ni se te ocurra salir.—¿Brenda no se iba hoy? ¿No dijiste que ya no se quedaría en la casa?Él le lanzó una mirada impaciente:—Brenda llevaba mucho tiempo sin venir. Miranda y Simón la extrañaban, Vicente tampoco quería que se fuera, así que esta noche se quedó.—Brenda está mal, tengo que ir a verla...Al escuchar eso, la rabia de Kiara solo creció.Cada vez que Brenda se quedaba en la casa Olivares, casualmente le daban ataques. Siempre, a media noche, era Dionisio quien terminaba llevándola al hospital.Y todas las peleas y discusiones entre Dionisio y Kiara, de alguna manera, siempre tenían que ver con Brenda.Ya no aguantaba más.—Tú no eres doctor. ¿Para qué vas? Lo lógico sería llamar una ambulancia o que los empleados la lleven al hospital.—No, no puedo dejarla así —Dionisio ya no tenía paciencia; la ignoró y salió de la habitación.Kiara sintió que le costaba trabajo respirar. Le dolía hasta el alma.El deseo de divorciarse se hizo más fuerte que nunca.Finalmente entendía que entre Brenda y Dionisio no existía solo una relación de hermanos. Ella era su debilidad, lo que nunca podría dejar ir, su verdadero amor.Cuatro años atrás.Kiara y Dionisio se conocieron por un arreglo entre sus familias.Él era el hijo único del hombre más rico de Ciudad Brumosa, ella era la única hija de una familia famosa por su colección de antigüedades.Ambos, igual de poderosos; la unión perfecta.Pero bajo la presión de los mayores, terminaron casándose en solo tres meses. Y antes del matrimonio, Kiara nunca supo nada de su pasado amoroso.En la planta baja.Dionisio ya cargaba a Brenda entre sus brazos.Caminaba rápido, casi corriendo al garaje, y le gritó al chofer:—Saca el carro, ¡rápido! Tenemos que llevar a Brenda al hospital.Brenda, con el rostro pálido y lleno de dolor, parecía tan frágil que podía romperse con solo mirarla. Sus brazos delgados se aferraban al cuello de Dionisio, y su cabeza descansaba en su hombro, sollozando con lágrimas en los ojos.Kiara, desde la ventana del segundo piso, observaba la escena con una mezcla de emociones difíciles de describir.Si hubiera sabido antes de casarse que él no podía olvidar a su verdadero amor... habría preferido quedarse sola antes que meterse en ese infierno.Ella jamás había sido de las que aceptan cualquier cosa por amor.En ese instante, supo que su matrimonio con Dionisio había llegado a su fin....Toda la noche, Dionisio no volvió a casa.Pero para Kiara eso ya era algo común.En el último año, cada vez que se trataba de Brenda, Dionisio se transformaba. No le importaba nada más, ni su esposa, ni su hijo, ni su propia dignidad; solo Brenda. Se convertía en su caballero protector, listo para enfrentarse a quien fuera.Si Brenda no fuera de tan baja cuna, seguramente sería la señora Olivares.A las ocho de la mañana.Kiara ya estaba despierta y tenía lista la solicitud de divorcio.Antes de casarse, ambos habían firmado un acuerdo prenupcial.Cada quien con su dinero. Ni los bienes anteriores ni lo que ganaran después del matrimonio se mezclaban. Así que, económicamente, no había nada que repartir.Solo faltaba decidir quién tendría la custodia del hijo.Aunque su hijo no estuviera tan apegado a ella, seguía siendo suyo, parte de su vida, y no lo iba a abandonar.Con el documento firmado, Kiara tomó las llaves del carro y se preparó para salir al trabajo.Al verla bajar las escaleras, Natalia, la empleada, la miró con preocupación:—Señorita, ¿de verdad va a ir hoy al Mercado de Arte Precolombino?—Sí, claro.—Ay, señorita, de veras que confía demasiado en la gente. No es por hablar de más, pero... debería ir con más cuidado.Natalia venía de la familia Rodas.Los padres de Kiara murieron hace mucho, y Natalia era como una segunda madre para ella.—¿Qué pasa?Al verla tan tranquila, Natalia se desesperó aún más:—¡Ay, mi niña! Su marido ya casi se lo llevan y usted tan tranquila, pensando en el trabajo.Kiara la miró sin emoción, sin ocultar nada:—Natalia, ya lo decidí. Me voy a divorciar de Dionisio.Capítulo 3Hospital Infantil de Ciudad Brumosa.—Doctora, ¿está segura de que no se equivocaron con los resultados? ¿De verdad mi hijo es tipo A de sangre?—Señora Olivares, no hay error. Su hijo es tipo A, los resultados son confiables.Kiara Rodas miraba el análisis de sangre de su hijo con los ojos abiertos de par en par, sin poder ocultar su sorpresa.Ella y su esposo, Dionisio Olivares, ambos eran tipo O. ¿Cómo era posible que su hijo resultara tipo A?El niño tenía ya tres años.A pesar de todo el cariño y los cuidados que siempre le dedicó, su hijo no la sentía cercana. Cada vez que intentaba abrazarlo, él se apartaba con brusquedad, incluso llegaba a gritarle, insultarla o escupirle.Por primera vez, Kiara dudó: ¿habrán cambiado a su hijo al nacer?Pero después lo pensó mejor y no le encontraba sentido.Cuando dio a luz, fue en el hospital privado más exclusivo de Ciudad Brumosa. Además, siempre tuvo a una nana y a las empleadas cuidando del bebé día y noche. Era imposible que hubieran confundido a los niños.—¿Entonces qué salió mal aquí? —murmuró, apretando el papel en sus manos....Residencia Bahía Lunar.Una hora después, Kiara regresó a casa con el corazón en un puño.Apenas abrió la puerta del carro, escuchó la voz animada de su hijo, Vicente Olivares.—Papi, ¿puedo pedirle a la señorita Brenda que sea mi nueva mamá?—¿De verdad te gusta tanto la señorita Brenda? —respondió Dionisio, con el tono divertido de siempre.—Sí, porque la señorita Brenda es bonita y me cuida un montón. Quiero que ella sea mi nueva mamá.La mano de Kiara se quedó suspendida en el aire, sin cerrar la puerta. Sintió como si le clavaran una espina directo al pecho.En el jardín de la casa, Dionisio y su “hermana de crianza”, Brenda Zamudio, se mecían en el columpio uno a cada lado. Vicente, con su carita de niño bueno, estaba sentado entre ambos, como si fueran una pequeña familia perfecta.—Vicente es adorable —dijo Brenda, mientras Vicente se aferraba a su cuello y le hablaba con voz infantil—.—Señorita Brenda, ¿puedo decirte mamá?Los ojos de Brenda se iluminaron y se curvaron como la luna, miró a Dionisio entre tímida y emocionada.Ella era hija de la nana de Dionisio, y su papá era el chofer de la familia Olivares. Dionisio siempre la trató como a una hermana, le pagó los estudios, la mantuvo y hasta la mandó a una academia prestigiosa en Inglaterra. Cuando Brenda regresó, Dionisio le compró un departamento de lujo en la zona más exclusiva de Ciudad Brumosa.Después de graduarse, Brenda entró directamente al equipo directivo del Grupo Olivares.Al principio, Kiara no le daba importancia.Tras cuatro años de matrimonio, se sentía satisfecha con su vida. Dionisio era el heredero del clan más influyente de Ciudad Brumosa, y además era atractivo, atento, sin una pizca de arrogancia. Su relación de pareja era armoniosa, y ella se sentía a gusto.Pero desde hace un año, tal vez dos, algo cambió.Empezó a notar que Dionisio protegía a Brenda con un celo casi irracional. Si alguien la hacía sentir mal, él se enfadaba como si le hubieran herido a él mismo. Parecía dispuesto a entregarle hasta el corazón.Eso ya no era solo cariño de hermanos.—No quiero a mi mamá de antes, solo quiero que la señorita Brenda sea mi nueva mamá.—¡Pum! —El portazo de Kiara retumbó en la entrada. Su pecho se llenó de una rabia amarga.Al escuchar el golpe, los tres en el jardín se dieron cuenta de su presencia.—¿Hoy saliste temprano del trabajo? —preguntó Dionisio, intentando sonar casual.Kiara respiró hondo, tratando de no dejarse llevar por la rabia, y caminó hacia ellos.—Vicente, ven aquí con mamá.La sonrisa de Vicente desapareció de golpe, su carita se torció en un gesto de rechazo y desagrado. Corrió a refugiarse en los brazos de Brenda.—No quiero, eres mala. Te odio —gritó, escondiéndose.Kiara sintió una punzada tan fuerte en el pecho que casi no pudo respirar.Cuando estuvo embarazada de Vicente, el embarazo fue complicado. Sufría náuseas constantes, y tuvo que soportar muchos dolores. Se puso más de mil inyecciones para salvar el embarazo. Dio todo de sí para traer a su hijo al mundo.Y ahora...Ese niño por el que casi dio la vida, ni siquiera la quería cerca. Prefería a otra mujer como madre.Sentía su corazón hecho trizas.Brenda se puso de pie con aire delicado, y habló con cuidado:—Kiara, no te confundas. Hoy vine solo porque es el cumpleaños de Vicente, quería felicitarlo personalmente.Kiara ni la miró. Solo pensaba en hacer entrar en razón a su hijo.—Te lo repito, Vicente. Ven aquí con tu mamá.—¡Aléjate! ¡Eres una bruja! ¡Hueles a muerto, guácala! —Vicente hizo una mueca de asco, le escupió sin pena y retrocedió.Kiara se quedó helada por un instante. La rabia, que había intentado contener durante tanto tiempo, se desbordó de golpe.—Vicente, ¿quién te enseñó a ser tan grosero?—La mala mamá me da miedo, ¡qué miedo me da!Brenda se apresuró a ponerse frente a Vicente, protegiéndolo con el cuerpo.—Cuñada, Vicente todavía es un niño, no sabe lo que dice. No deberías tomar tan en serio lo que dice un niño, ya lo asustaste…Kiara ya no pudo más. La voz le salió dura, casi cortante.—Cállate tú también. Yo soy la madre de Vicente y no necesito que una extraña venga a decirme cómo educar a mi hijo.Los ojos de Brenda se llenaron de lágrimas. Apretó los labios, aguantando la tristeza, y miró a Dionisio en busca de apoyo.Brenda era menudita, ni siquiera alcanzaba el metro sesenta y pesaba apenas poco más de treinta kilos. Su piel era tan blanca que parecía de porcelana, y sus facciones tan delicadas que cualquiera sentía ganas de protegerla.Al verla llorar, Dionisio no pudo evitar conmoverse. Instintivamente la abrazó por los hombros para consolarla.—¿Cómo va a ser Brenda una extraña? Es como mi hermana.—Debes disculparte con Brenda, no la hagas sentir mal.Kiara sintió un nudo en la garganta, la rabia quemándole por dentro.—¿Ella no es extraña y yo sí lo soy? ¿Ahora resulta que ni siquiera tengo derecho a educar a mi propio hijo?El entrecejo de Dionisio se frunció con molestia.—Kiara, ¿qué te pasa? Brenda casi nunca viene de visita y tú solo haces que todos estemos incómodos.Brenda, con voz temblorosa y la mirada clavada en el suelo, tiró de la manga de Dionisio.—Dionisio, la culpa es mía… No quiero que pelees con tu esposa por mi culpa.Cuando Brenda soltó las lágrimas, Vicente corrió hacia Kiara, la tomó del brazo y le dio una mordida feroz. Luego, gritó con voz desafiante:—¡No molestes a la señorita Brenda! ¡Eres mala mamá! ¡Nadie te quiere!Kiara vio la marca de los dientes de su hijo, la sangre escurriendo poco a poco. El dolor físico no era nada comparado con el dolor en el pecho. Por primera vez, levantó la mano y le dio un bofetón a Vicente.—¡Paf!El golpe sonó fuerte en la mejilla de Vicente.—¡Uaaaah! ¡Mamá mala me pegó!Vicente no lo podía creer—nunca pensó que su madre se atrevería a pegarle. Rompió en llanto, gritando con toda la fuerza de sus pulmones.Dionisio también se enfureció.—¿Cómo puedes pegarle a un niño, Kiara? ¡Es solo un niño!Los tres, Brenda, Dionisio y Vicente, la miraban con desprecio, como si ella fuera la intrusa que venía a destruir su “familia perfecta”.Kiara sintió que el aire le faltaba, y por primera vez, la idea del divorcio cruzó su mente.Cuatro años de matrimonio.De pronto, se dio cuenta de que no conocía a su esposo, y mucho menos su pasado antes de casarse con ella.—¿Se supone que no puedo educar a mi hijo aunque haga algo mal? —dijo Kiara con un tono impasible antes de girar y marcharse al interior de la casa.Discutir ya no tenía sentido.Cada vez que había problemas con Brenda, Dionisio siempre la defendía, sin importar lo que pasara, como si Brenda fuera de cristal y ella, la verdadera amenaza.Quizá era hora de mirar su matrimonio con otros ojos....Al llegar a su habitación, sacó los resultados médicos y los volvió a revisar una y otra vez.—¿Qué está pasando? ¿Debería hacerle a Vicente una prueba de paternidad?...Eran las once de la noche.Kiara estaba acostada, pero el enojo no la dejaba dormir. Sentía el pecho oprimido, como si le hubieran metido una piedra.—¡Clic!—La puerta se abrió de repente.Dionisio entró, solo cubierto con una toalla, caminando hacia la cama con pasos largos y decididos.Sin decir nada más, su cuerpo se dejó caer junto a ella, hundiendo el colchón.—¿Todavía sigues molesta? —preguntó con voz baja.Kiara, envuelta en su propio coraje, apartó la mirada y trató de empujarlo.—No me toques, mañana tengo que levantarme temprano…Pero antes de que pudiera terminar la frase, Dionisio la rodeó con fuerza y empezó a besarla, cubriéndola con caricias intensas y apremiantes.Tenía una energía inagotable, como si nada lo agotara.Siempre que discutían, él buscaba reconciliarse en la cama. Era terco y dominante, y no paraba hasta que Kiara, agotada, terminaba accediendo.Pero esta noche, Dionisio sabía que ella estaba furiosa de verdad. Así que esa vez, lo intentó todo por complacerla, sin contener la pasión...—Suéltame, no tengo ganas de esto...Kiara estaba llena de enojo, por primera vez en su vida rechazaba con todo su ser la idea de compartir la cama con él.Lástima que, ante Dionisio, no tenía oportunidad de resistirse.Durante el día, Dionisio era la imagen de la elegancia y la compostura, siempre con una expresión seria y reservada. Pero al llegar la noche, parecía que un demonio se apoderaba de él; su deseo era tan intenso que resultaba casi asfixiante.Además, con una estatura de un metro noventa y dos y pesando más de ochenta kilos, Dionisio no era cualquier cosa. Su pasatiempo era el golf y el boxeo, así que competir en fuerza con él era como querer romper una piedra con un huevo: totalmente inútil.Pero esa noche...Esa noche, él venía con ganas de imponer su autoridad y castigar.Feroz, dominante.El enojo de Kiara apenas tuvo tiempo de arder antes de ser arrasado por el ardor de sus besos....Una hora después.Kiara ya no podía ni moverse, el sueño la vencía.—¿Sigues enojada? —preguntó Dionisio, con esa mirada afilada y arrogante, como quien acaba de ganar una batalla.Kiara, empapada en sudor y con el corazón todavía ardiendo de rabia, soltó:—Dionisio, quiero preguntarte algo.Él se inclinó y le dio un beso ligero en la frente, sin dejar de fastidiarla:—Después, cuando terminemos todo esto.Pero Kiara ya no podía esperar más. Escupió la pregunta que le carcomía el pecho:—Hoy fui al hospital, vi los resultados del análisis de nuestro hijo...No pudo terminar.—¡Ring, ring, ring!— El teléfono de la mesa de noche empezó a sonar con insistencia.Afuera, se escuchaban voces agudas y nerviosas de los empleados.Ambos se detuvieron.A esa hora, si no era algo urgente, nadie se atrevía a interrumpir su descanso.Dionisio frunció el ceño y contestó de inmediato:—¿Bueno?Del otro lado, la voz de Miranda llegó ansiosa y desesperada:[Señor Dionisio, tenemos un problema. Brenda tuvo otro ataque, está sufriendo como nunca. No sé qué hacer, ¡por favor venga a verla!]Dionisio no dudó ni un segundo. Se levantó de la cama, apartando a Kiara con prisa:—Miranda, tranquila. Ya voy para allá.[Gracias, señor.]Colgó el teléfono, sin preocuparse por vestirse. Solo se cubrió con una bata y salió disparado.Kiara sintió un nudo en el pecho. Todo el enojo que llevaba acumulando tantos días explotó de golpe.—Dionisio, ni se te ocurra salir.—¿Brenda no se iba hoy? ¿No dijiste que ya no se quedaría en la casa?Él le lanzó una mirada impaciente:—Brenda llevaba mucho tiempo sin venir. Miranda y Simón la extrañaban, Vicente tampoco quería que se fuera, así que esta noche se quedó.—Brenda está mal, tengo que ir a verla...Al escuchar eso, la rabia de Kiara solo creció.Cada vez que Brenda se quedaba en la casa Olivares, casualmente le daban ataques. Siempre, a media noche, era Dionisio quien terminaba llevándola al hospital.Y todas las peleas y discusiones entre Dionisio y Kiara, de alguna manera, siempre tenían que ver con Brenda.Ya no aguantaba más.—Tú no eres doctor. ¿Para qué vas? Lo lógico sería llamar una ambulancia o que los empleados la lleven al hospital.—No, no puedo dejarla así —Dionisio ya no tenía paciencia; la ignoró y salió de la habitación.Kiara sintió que le costaba trabajo respirar. Le dolía hasta el alma.El deseo de divorciarse se hizo más fuerte que nunca.Finalmente entendía que entre Brenda y Dionisio no existía solo una relación de hermanos. Ella era su debilidad, lo que nunca podría dejar ir, su verdadero amor.Cuatro años atrás.Kiara y Dionisio se conocieron por un arreglo entre sus familias.Él era el hijo único del hombre más rico de Ciudad Brumosa, ella era la única hija de una familia famosa por su colección de antigüedades.Ambos, igual de poderosos; la unión perfecta.Pero bajo la presión de los mayores, terminaron casándose en solo tres meses. Y antes del matrimonio, Kiara nunca supo nada de su pasado amoroso.En la planta baja.Dionisio ya cargaba a Brenda entre sus brazos.Caminaba rápido, casi corriendo al garaje, y le gritó al chofer:—Saca el carro, ¡rápido! Tenemos que llevar a Brenda al hospital.Brenda, con el rostro pálido y lleno de dolor, parecía tan frágil que podía romperse con solo mirarla. Sus brazos delgados se aferraban al cuello de Dionisio, y su cabeza descansaba en su hombro, sollozando con lágrimas en los ojos.Kiara, desde la ventana del segundo piso, observaba la escena con una mezcla de emociones difíciles de describir.Si hubiera sabido antes de casarse que él no podía olvidar a su verdadero amor... habría preferido quedarse sola antes que meterse en ese infierno.Ella jamás había sido de las que aceptan cualquier cosa por amor.En ese instante, supo que su matrimonio con Dionisio había llegado a su fin....Toda la noche, Dionisio no volvió a casa.Pero para Kiara eso ya era algo común.En el último año, cada vez que se trataba de Brenda, Dionisio se transformaba. No le importaba nada más, ni su esposa, ni su hijo, ni su propia dignidad; solo Brenda. Se convertía en su caballero protector, listo para enfrentarse a quien fuera.Si Brenda no fuera de tan baja cuna, seguramente sería la señora Olivares.A las ocho de la mañana.Kiara ya estaba despierta y tenía lista la solicitud de divorcio.Antes de casarse, ambos habían firmado un acuerdo prenupcial.Cada quien con su dinero. Ni los bienes anteriores ni lo que ganaran después del matrimonio se mezclaban. Así que, económicamente, no había nada que repartir.Solo faltaba decidir quién tendría la custodia del hijo.Aunque su hijo no estuviera tan apegado a ella, seguía siendo suyo, parte de su vida, y no lo iba a abandonar.Con el documento firmado, Kiara tomó las llaves del carro y se preparó para salir al trabajo.Al verla bajar las escaleras, Natalia, la empleada, la miró con preocupación:—Señorita, ¿de verdad va a ir hoy al Mercado de Arte Precolombino?—Sí, claro.—Ay, señorita, de veras que confía demasiado en la gente. No es por hablar de más, pero... debería ir con más cuidado.Natalia venía de la familia Rodas.Los padres de Kiara murieron hace mucho, y Natalia era como una segunda madre para ella.—¿Qué pasa?Al verla tan tranquila, Natalia se desesperó aún más:—¡Ay, mi niña! Su marido ya casi se lo llevan y usted tan tranquila, pensando en el trabajo.Kiara la miró sin emoción, sin ocultar nada:—Natalia, ya lo decidí. Me voy a divorciar de Dionisio.